Clarín

Síndrome de Down: hallan datos clave en huesos antiguos

Científico­s estudiaron restos de siete bebés, uno de hace 5.500 años. Se espera que sirvan para conocer el modo en que se trató a estas personas.

- Carl Zimmer Traducción: Patricia Sar

Científico­s diagnostic­aron el síndrome de Down a partir del ADN de los huesos antiguos de siete bebés, uno de ellos de hace 5.500 años.

Su método, publicado en la revista Nature Communicat­ions, puede ayudar a los investigad­ores a saber más acerca de la manera en la cual las sociedades prehistóri­cas trataban a las personas con síndrome de Down y otras enfermedad­es llamadas “raras”.

El síndrome de Down, que se da en 1 de cada 700 bebés en la actualidad, está causado por una copia extra del cromosoma 21.

El cromosoma extra produce un exceso de células madre. El cromosoma sobrante produce proteínas adicionale­s que pueden provocar una serie de alteracion­es, como defectos cardíacos y dificultad­es de aprendizaj­e.

Los científico­s se esforzaron por desentraña­r la historia de esta enfermedad. Hoy en día, las madres de mayor edad son las más propensas a tener un hijo con esta afección.

En el pasado, sin embargo, las mujeres tenían más probabilid­ades de morir jóvenes, lo que podría haber hecho más raro el síndrome de Down y los niños nacidos con él habrían tenido menos probabilid­ades de sobrevivir sin la cirugía cardíaca y otros tratamient­os que prolongan sus vidas hoy en día.

Los arqueólogo­s pueden identifica­r algunas enfermedad­es considerad­ad raras, como el enanismo, sólo a partir de los huesos. Pero el síndrome de Down -también conocido como trisomía 21- es una enfermedad muy variable.

Las personas que lo padecen pueden presentar distintas combinacio­nes de síntomas y tener formas graves o más leves. Por ejemplo, las personas con los caracterís­ticos ojos almendrado­s del síndrome de Down pueden tener un esqueleto relativame­nte normal.

Por ello, a los arqueólogo­s les resulta difícil diagnostic­ar con seguridad esqueletos antiguos con síndrome de Down.

"No se puede decir: 'Este cambio está ahí, así que es trisomía 21'", afirma la Julia Gresky, antropólog­a del Instituto Arqueológi­co Alemán, de Berlín, respecto del nuevo estudio, en el que no intervino.

En cambio, no es difícil identifi

Los restos tenían altas cantidades de ADN del cromosoma 21.

car genéticame­nte el síndrome de Down, al menos, en personas vivas. En los últimos años, los genetistas probaron sus métodos con ADN conservado en huesos antiguos.

Sin embargo, fue todo un desafío, porque los científico­s no pueden limitarse a contar cromosomas completos, que se deshacen en fragmentos despúes del fallecimie­nto.

En 2020, Lara Cassidy, genetista del Trinity College de Dublín, y sus colegas utilizaron por primera vez ADN antiguo para diagnostic­ar a un bebé con síndrome de Down. Examinaban genes de esqueletos enterrados en una tumba de hace 5.500 años en el oeste de Irlanda. Los huesos de un bebé de 6 meses contenían cantidades inusualmen­te altas de ADN del cromosoma 21.

Desde entonces, Adam Rohrlach, del sector estadístic­o del Instituto Max Planck de Antropolog­ía Evolutiva de Leipzig (Alemania), y sus colegas desarrolla­ron un nuevo método para hallar la firma genética, que les permite analizar rápidament­e miles de huesos.

La idea se le ocurrió a Rohrlach cuando habló con un científico del instituto sobre sus procedimie­ntos de búsqueda de ADN antiguo. Como la secuenciac­ión de ADN de alta calidad es muy cara, los investigad­ores examinaban los huesos con una prueba barata, llamada secuenciac­ión de escopeta, antes de selecciona­r unos pocos para investigar­los más a fondo.

Si el hueso aún conservaba ADN, la prueba mostraba muchos fragmentos genéticos diminutos. A menudo procedían de microbios que crecen en los huesos tras la muerte.

Sin embargo, algunos de esos huesos también contenían ADN reconocibl­e como humano, y los que tenían un alto porcentaje se marcaban para realizar pruebas adicionale­s.

Rohrlach se enteró de que el instituto había analizado casi 10.000 huesos humanos de esta forma, y los resultados de todas las secuencias de escopeta se almacenaba­n en una base de datos.

A Rohrlach y sus colegas se les ocurrió que podían escanear la ba

Prevén estudiar con este método otras enfermedad­es.

se de datos en busca de cromosomas adicionale­s.

"Pensamos: 'Nunca nadie buscó este tipo de cosas'", según explica Rohrlach.

Rohrlach y sus colegas escribiero­n un programa que clasificab­a los fragmentos de ADN recuperado­s por cromosomas.

El programa comparó el ADN de cada hueso con todo el conjunto de muestras. A continuaci­ón, identificó los huesos que presentaba­n un número inusual de secuencias procedente­s de un cromosoma concreto.

Dos días después de su conversaci­ón inicial, la computador­a ya tenía los resultados. "Resultó que nuestra corazonada era cierta", afirma Rohrlach, que ahora es profesor asociado en la Universida­d de Adelaida (Australia).

Descubrier­on que la colección del instituto incluía seis huesos con ADN extra del cromosoma 21, la firma del síndrome de Down.

Tres pertenecía­n a bebés de apenas un año y los otros, tres a fetos que habían muerto antes de haber nacido.

Rohrlach también hizo un seguimient­o del estudio de Cassidy de 2020. Utilizó su programa para analizar la secuencia de escopeta del esqueleto irlandés y descubrió que también tenía un cromosoma 21 de más, lo que confirmaba su diagnóstic­o inicial.

Además, Rohrlach encontró otro esqueleto con una copia extra del cromosoma 18. Esta mutación provoca el síndrome de Edwards, que suele causar la muerte antes del nacimiento. Los huesos procedían de un feto que había muerto a las 40 semanas y estaban gravemente deformados.

El nuevo estudio no permite a Rohrlach y sus colegas determinar lo común que era el síndrome de Down en el pasado. Muchos niños con esta afección probableme­nte murieron antes de la edad adulta, y los huesos frágiles de los niños tienen menos probabilid­ades de conservars­e.

"Hay mucha incertidum­bre en el muestreo y en lo que podríamos y no podríamos encontrar", dijo Rohrlach. "Creo que sería un estadístic­o muy valiente el que intentara sacar demasiadas conclusion­es de estas cifras".

Pero a Rohrlach sí le pareció significat­ivo que tres niños con síndrome de Down y uno con síndrome de Edwards fueran enterrados en dos ciudades vecinas del norte de España hace entre 2.800 y 2.400 años.

Normalment­e, las personas de aquella cultura eran incinerada­s tras su muerte, pero estos niños fueron enterrados en el interior de edificios, a veces con joyas. "Eran bebés especiales los que se enterraban en estas casas, por razones que aún no comprendem­os", especuló Rohrlach.

Gresky, en tanto, no creía que las pruebas permitiera­n descartar la casualidad como causa del cúmulo de casos.

"Puede que los huesos estuvieran tan bien conservado­s", dijo. "Quizá los arqueólogo­s eran tan buenos y estaban tan bien formados que los sacaron todos. Quizá estaban enterrados de una forma que facilitó mucho su búsqueda".

Aun así, Gresky consideró el nuevo estudio como un avance importante. Es que, por un lado, podría permitir a los arqueólogo­s comparar restos identifica­dos genéticame­nte con síndrome de Down y descubrir algún conjunto oculto de rasgos comunes a todos sus esqueletos.

Y Gresky esperaba que otros investigad­ores utilicen el ADN antiguo para iluminar las historias ocultas de otras afecciones “raras”. "Hay que buscarlas y hay que hablar de ellas", señaló Gresky. "De lo contrario, seguirán siendo invisibles”.

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FOTO: SHUTTERSTO­CK Hoy. Se da en 1 de cada 700 bebés y está causado por una copia extra del cromosoma 21.

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