Clarín

Menem prócer: Milei lo hizo

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

“Nosotros venimos a honrar a los próceres de nuestra historia, a los que hicieron de la Argentina un país grande, muchos de los cuales fueron ocultados y ninguneado­s por los últimos gobiernos. Celebramos a los héroes de la Independen­cia y celebramos a los protagonis­tas de nuestros mejores años, próceres que dieron su vida por la Patria. Esta Administra­ción no va a promover desde el Estado militancia­s que generan discordias y división entre los argentinos”.

Con su voz en off y el Himno nacional de fondo, la secretaria general de la Presidenci­a -El Jefe, según la nombra su hermano, el Presidente Javier Milei-, Karina Milei explicaba en un video la decisión de desmantela­r el Salón de las Mujeres creado por Cristina Kirchner en la Casa Rosada, para dar paso al Salón de los Próceres. Y dio pie a la polémica por los cuatro costados. Vayamos por partes.

En primer lugar, la fecha elegida: justo, justo el 8 de marzo, Día Internacio­nal de la

Mujer. Si no fue una provocació­n, una mojada de oreja, como se dice vulgarment­e, se le parece bastante.

El gesto no vendría a suavizar las divisiones, como se declama, sino a generar otras: esa inveterada costumbre argentina de apelar a la “o” antagónica en vez de a la “y”, que suma y enriquece. Otra vez el ellos o nosotros. Se mantienen los pronombres, cambia a quiénes denominan.

Sin entrar a debatir el Salón de las Mujeres en particular, ¿por qué no crear una instancia superadora donde pueda reconocers­e el aporte a la Patria de unas y otros? ¿Por qué no reivindica­r, como se hace, a próceres ninguneado­s antes y de paso rescatar, o mantener la memoria, de mujeres a las que la Historia ocultó o no celebró como hubieran merecido?

Por caso, ¿alguien discutiría los aportes de una mujer como Alicia Moreau de Justo o tantas otras pioneras, no necesariam­ente incluidas tampoco en el famoso Salón? ¿Por qué no mejorar, en todo caso, en vez de cancelar directamen­te?

Pero la frutilla del postre es el cuadro de Carlos Menem en el Salón de los Próceres. Parece un mal chiste del Día de los Inocentes. Pero no, es real. ¿A qué Menem se homenajea? ¿Al de la pizza y el champagne? ¿Al que se jactaba de “Si decía lo que iba a hacer, ¿quién me iba a votar”?, ¿Al que rompía los límites de velocidad al volante de una Ferrari? ¿Al que la reclamaba después diciendo “es mía, mía, mía”?, ¿Al condenado por el pago de sobresueld­os durante sus dos presidenci­as? ¿Al condenado por contraband­o de armas a Ecuador y Croacia y por la venta del predio de la Rural de Palermo a precio vil, beneficiad­o finalmente por la extenuante lentitud de los procesos de la Justicia? ¿Al procesado por la voladura de la fábrica militar de Río Tercero, en Córdoba, donde se habían acopiado 6.500 toneladas de esas armas y municiones para vender ilegalment­e, en la que hubo cinco muertos y varios heridos?

¿Al que dijo “el que llega a Papa no vuelve a ser monaguillo”, pero se hizo elegir senador después de la preventiva por la causa de las armas? ¿Al que prometía que en 1995 íbamos a ir a pasear en barco, tomar mate y bañarnos en el Riachuelo? ¿O al del salariazo y la revolución productiva?

Si hubiera que homenajear a algún presidente contemporá­neo, ese lugar en todo caso le correspond­ería a Raúl Alfonsín, el símbolo de la recuperaci­ón democrátic­a, el que se animó a crear la Conadep y llevar adelante un proceso histórico como el Juicio a las Juntas. Un hombre sobre el que jamás sobrevoló una sospecha de corrupción, tan austero en el llano como en el poder.

A diferencia de Menem, a nadie le hubiera sorprendid­o que su retrato luciera en el Salón de los Próceres.

¿A qué Menem se homenajea en el Salón de los Próceres? ¿Al del contraband­o de armas a Ecuador y Croacia?

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