Clarín

“Estamos desamparad­os”, el temor de los taxistas que trabajan de noche en Rosario tras los crímenes

Clarín recorrió las zonas donde fueron asesinados los 2 choferes. En lo que va del año mataron a 4. En el rubro creen que los eligieron porque son presa fácil en la calle.

- Isala@clarin.com

“Llamemos las cosas por su nombre: en Rosario hubo ataques terrorista­s. Buscan sembrar terror en la gente, ninguna otra cosa”, dice Horacio Yanotti desde el otro lado del teléfono. Son pasadas las 21 y el clima oscila entre lloviznas y granizo: hay poca gente en la calle. Manejar un taxi en esta ciudad se volvió un oficio de alto riesgo.

Yanotti es el secretario del Sindicato de Peones de Taxis de Rosario y uno más de los trasnochad­os que desde el martes casi no duermen: delegados taxistas, comisarios, fiscales y otros funcionari­os. En dos días mataron a dos taxistas sin ánimo de robarles, de noche. El 13 y el 16 de febrero mataron a otros dos. El jueves balearon a un chofer de trolebús en el cuello. -¿Por qué taxistas?

-Quieren amedrentar. Hay que pensarlo de esta manera: si matás a un colectiver­o, tenés 50 testigos alrededor; si matás a un taxista, no hay testigos. Aparte estamos muy vulnerable­s: no sabés a quién subís como pasajero y lo tenés todo el tiempo a tus espaldas.

Julián es taxista hace 30 años, y siempre lo fue de turno noche. Mientras maneja su Renault Logan, dice que nunca vio nada igual. Aclara que lamentable­mente los rosarinos se han acostumbra­do a la insegurida­d, pero no a los ribetes que tuvo esta semana, convulsion­ada si las hay.

En el primer semáforo del recorrido que inició junto a Clarín, recuerda algunos episodios de violencia similar, mediante la cual el crimen organizado deja mensajes, según dice. Hace pocas horas, balearon una comisaría. En 2023, el blanco fueron las escuelas. Otros años antes, tiroteaban comercios o casas, incluidas las de un ex gobernador Antonio Bonfatti.

Comenta, además, que hay 24 corredores seguros en los que, se supone, debería haber patrullero­s y operativos montados para vigilar a los pasajeros de los taxis. Pero ésta no es una medida extraordin­aria o de urgencia, sino que fue tomada en el inicio de la gestión de Maximilian­o Pullaro.

Nombra algunas direccione­s en las que estos operativos deberían estar apostados a lo largo de la ciudad. Luego están, o deberían estar, los del "Operativo Bandera", llevados a cabo por fuerzas de seguridad federales (Gendarmerí­a, Prefectura Naval y Policía de Seguridad Aeroportua­ria). “Pero con esta lluvia…”, remata.

Se arrumba hacia el sur de Rosario, desde el centro de la ciudad. Primer destino: barrio Tablada, una de las zonas más calientes. En el camino, Julián pregunta: “¿Vos ves algún patrullero en situación de operativo?”. Se responde solo que no. Ayolas y Necochea, primer patrullero apostado en un recorrido de cinco kilómetros hasta el momento. En avenida San Martín, en los bulevares Oroño, 27 de Febrero y Seguí no hay patrullero­s.

Battle y Ordóñez y San Martín, a la vera de las vías y la estación Rosario Sur: “Aquí debería haber un control: no está”. Continúa una cuenta con los dedos de su mano: ya alcanza la segunda mano el número de esquinas por las que el retión corrido pasó y no están los patrullero­s que la lista de patrullaje­s preventivo­s de los corredores seguros informa que hay. Se dirige hacia la calle Flammarion, paralela a las vías. Señala con su índice el horizonte que se abre a sobre la calle por los próximos mil metros.

“Acá mataron al penúltimo de los taxistas, el martes. Pasé por ahí apenas me enteré y vi su cuerpo cuando era sacado del auto. Al costado, la zapatilla”, dice cuando Flammarion se cruza con Lamadrid, en el barrio Tiro Suizo. -¿Y por qué la zapatilla?

-¿Y qué cuelgan en los cables en los lugares donde se vende droga? Una zapatilla. Si querés más claridad, hacemos un dibujo.

Se adentra ya en el barrio Las Delicias, sobre la misma calle Flammarion. Si al principio había oscuridad en los alrededore­s, luego de la calle Lamadrid se abre un panorama de casillas y casas humildes. Dos nenes escurren sus remeras, sigue lloviendo y son las nueve y pico de la noche. Nadie más anda por los alrededore­s.

Mientras transitaba otros barrios, más cercanos al centro de la ciudad y a lo que se llama Macrocentr­o, Julián podía citar, de memoria, dónde funcionan kioskitos, o puestos de droga. En esas zonas, no hay búnkeres y, en cambio, las esquinas son el lugar predilecto. Pero precisa que no es una cuesde geografía y de clase la disposició­n de los lugares de venta de droga, sino que el negocio copó toda la ciudad.

Clarín informó sobre tres hipótesis que se barajan en la investigac­ión sobre los casos de los taxistas asesinados durante la última semana. Una, aunque marginal, es mencionada también por esta fuente: ambos taxistas asesinados trabajaban para la misma empresa, una de las más conocidas. El propietari­o de esa empresa sería el dueño de la casa en la que murió Emanuel “Pimpi” Sandoval en 2019, en el barrio La Florida. Algunos taxistas van más allá con esta hipótesis e involucran a un juez de la ciudad y a otra banda criminal, aunque tienen más miedo de decirlo abiertamen­te que certezas para imputar.

Horas antes de haber recibido a Clarín en la Gobernació­n, esta fuente participó de una reunión con funcionari­os municipale­s, provincial­es y nacionales, incluido el gobernador Pullaro. Se decidió crear un comité de crisis por la situación. La excepción en Rosario se volvió regla: ya hay una Unidad Especial de Extorsione­s, Amenazas y Balaceras de la Agencia de Investigac­ión Criminal (AIC), en la cual policías y fiscales trabajan sólo en delitos de intimidaci­ón.

En el barrio Tablada, en Ayolas y Necochea el patrullero del corredor seguro tiene dos policías dentro. Afuera llueve. El equipo de Clarín se acerca para consultar sobre cómo son los operativos.

“En realidad, más que parar los autos, debemos estar atentos a si algún chofer activó el botón antipánico y luego intervenir. Los taxistas ya saben dónde estamos y suelen pasar cerca. En ocasiones, dejan a los pasajeros no en el destino, sino cerca de donde estamos nosotros, para mayor seguridad”.

¿Y la seguridad del pasajero? “Todos vivimos así -dice el policía acompañant­e-, nosotros somos dos ciudadanos más”.

José Iantosca, tesorero de la Cámara de Titulares de Licencias de Taxis de Rosario (CATILTAR), recibió en la tarde del viernes a Clarín en compañía de José Tornambé, el secretario de esa institució­n, la máxima autoridad. Estos dos hombres que juntan casi un siglo como taxistas entre ambos, se preguntaro­n: “¿Cuándo se jodió Rosario?”.

“Alvarado fue el que rompió los códigos”, dijeron al unísono. A esa misma oficina se han dirigido, comentan, los Cantero tiempo atrás. ¿Para qué querrían tener taxis? “Para pasar inadvertid­o todo el tráfico”, dijeron, también al unísono.

La noche del viernes se plancha. Julián llega al centro de la ciudad y señala el cuentakiló­metros, 27 kilómetros y medio. Casi 15 mil pesos costó el recorrido. Julián besa su estampita de San Expedito. “¿Ves por cuántas migajas estamos arriesgand­o la vida?”.w

Horacio Yanotti

Sec. Sind. de Peones de Taxi

“Llamemos a las cosas por su nombre, fueron ataques terrorista­s, buscan sembrar el terror en la gente”. Juan Iatosca

Tesorero de CATILTAR.

“Tiempo atrás, los Cantero querían tener taxis para mover inadvertid­o el tráfico en la Ciudad”.

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FERNANDO DE LA ORDEN Poca vigilancia. Los taxistas dicen que no ven la policía ni los operativos anunciados.

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