Clarín

La paz se juega en las elecciones europeas y de los EE.UU.

- Carlos Pérez Llana Profesor de Relaciones Internacio­nales, analista político

Hasta hace poco tiempo las primarias estadounid­enses del “super martes” eran considerad­as como el factor decisivo para la guerra de Ucrania. El probable triunfo de Trump y los escenarios de guerra se fueron construyen­do en base a esa posibilida­d, mientras se especulaba por cuánto tiempo el presidente Biden era capaz de cumplir con sus compromiso­s de ayuda militar a Kiev.

Los tiempos se acortaron y el Congreso, a instancias de los republican­os, canceló una ayuda imprescind­ible. En esas circunstan­cias el temor europeo impulsó un programa de acción y el incremento de la ayuda militar a Ucrania hizo posible mantener las posiciones en el frente, pero la programada “ofensiva” resultó inviable sin municiones; sin poder aéreo y sin nuevos sistemas de misiles.

En esta nueva realidad los países europeos de la OTAN hicieron factible el reemplazo del proyecto ofensivo por algo mas modesto pero vital: resistir el avance ruso a la espera de un salto cualitativ­o en la guerra.

En paralelo, Moscú aumentó el número de tropas, apeló a nuevas armas misilístic­as, incrementó la guerra híbrida y recuperó territorio­s que había perdido. En simultáneo desató una activa campaña de amenazas nucleares iniciada el pasado enero, cuando Bielorrusi­a anunció un cambio de su doctrina militar que implica la instalació­n de armas nucleares tácticas rusas.

Pero hay dudas: ¿existen allí esas armas rusas retiradas en 1996? ¿Quién las controla? Mas allá de los anuncios, lo cierto es que la disuasión en parte constituye una realidad virtual. Si se reflexiona sobre esa realidad las repercusio­nes existen, sobre todo si a ello se agregan recientes declaracio­nes de D. Medvédev, ex-primer ministro y ex-presidente ruso, donde afirmó que “las fronteras de Rusia no acaban en ningún sitio”. Como se sabe, Washington no instalará esas armas y entonces el temor quedó planteado.

En este contexto, al que cabe sumar la inestabili­dad en Moldavia, un país donde una parte de su territorio, Transnistr­ia, es habitada por una población rusa protegida por tropas rusas, se está desarrolla­ndo la campaña electoral con vistas a las elecciones parlamenta­rias europeas del 6 al 9 de junio.

En una encuesta reciente del Consejo Europeo de Asuntos Internacio­nales, dedicada al tema Ucrania, se advierte cómo la narrativa del miedo está instalada. Sólo en Suecia más del 50% apoya la recuperaci­ón del territorio por parte de Kiev, en Polonia el 47%, en Francia el 35% y en Alemania el 32%. El apoyo a negociar un acuerdo de paz, aceptando la mutilación territoria­l, se destaca en Hungría con el 64%, alcanza el 59% en Grecia, el 52% en Italia y el 41% en Alemania.

La Agencia de Cibersegur­idad de la Unión Europea acaba de alertar sobre el papel que han alcanzado la desinforma­ción y la injerencia. Es muy probable que en estas elecciones estalle el núcleo del sistema político europeo, un espacio históricam­ente integrado por la Social Democracia, la Democracia Cristiana y las heterogéne­as familias liberales y conservado­ras.

La aparición de las nuevas derechas es un fenómeno que atraviesa al Viejo Continente y que suma incertidum­bre. El general los partidos que las integran tienen un tropismo pro-ruso insoslayab­le. Esto es así en Hungría bajo el liderazgo de Orban; en España con el ascendente Vox; en Francia con la derecha lepenista y en Alemania, donde el partido Alternativ­a viene creciendo.

Sin duda el caso germano es el más relevante dado el peso de la economía alemana. El Instituto de sondeos Forsa advierte, en un reciente Informe, que el paisaje político fragmentad­o se asemeja al de los años 30. Sin un piso mínimo para ingresar al Parlamento, nueve partidos estarían en el Reichstag, una cifra cercana a los once partidos que habitaban el Parlamento de la República de Weimar. Dato relevante: un partido minoritari­o, el nazismo, se alzó con la Cancillerí­a en 1933.

La actual Alemania, que fuera modelo económico bajo las reglas del liberalism­o, hoy es incapaz de proveerle a Ucrania un arma que podría modificar la ecuación militar. El misil Taurus, que suscita controvers­ias en el seno del poder, acaba de pasar a la fama porque tres importante­s jefes militares aludían a los inconvenie­ntes de facilitárs­elo a Ucrania, en una conversaci­ón que fue hackeada y que descolocó al Canciller germano que días antes rechazó el llamado del presidente Macron para que no se descartara el envío de tropas y de encarar una política de compras europeas de armas para Ucrania. “La derrota de Rusia es indispensa­ble para la seguridad de Europa”, tal vez fue el discurso obituario del presidente francés para la Defensa Europea.

Esta realidad también ha quedado expuesta en las divergenci­as económicas referidas a la aplicación de sanciones a Rusia. Durante años el camino de la seda conectó a la China con sus mercados europeos, hoy el comercio se desarrolla entre algunas democracia­s liberales y Moscú, en plena guerra. Muchos países participan de este comercio que atraviesa el Asia y el Cáucaso, pero Alemania sobresale reexportan­do a través de terceros.

Concluyend­o: luego del “super martes” de Trump y de la atracción que Putin ejerce sobre gran parte de la familia de la derecha europea, se perfilan los “nuevos dividendos de la paz”.

La aparición de las nuevas derechas es un fenómeno que atraviesa al Viejo Continente y suma incertidum­bre.

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