Clarín

La tragedia educativa avanza

- rbraginski@clarin.com Ricardo Braginski

Contaba el investigad­or Guillermo Jaim Etcheverry que Mitre, cuando era presidente, cruzaba la Plaza de Mayo para ir al Nacional Buenos a sentarse en cualquier aula, donde se dieran clases o hubiera un examen, para ver cómo iban las cosas.

Este hecho no tiene ninguna relevancia en sí mismo. Pero muestra la trascenden­cia que tenía la educación para las autoridade­s de entonces, la Generación del Ochenta.

La conducción política siempre da el ejemplo y sus valores son observados por la sociedad, destacaba el autor del clásico libro “La tragedia educativa”, que describió ya hace más de 20 años el fuerte declive por el que iba cayendo la educación en el país.

“No sé si en la época de Sarmiento la sociedad les exigía educación. Pero eran dirigentes que tenían un proyecto. Sabían que era importante que el pueblo esté educado. La idea de educar al soberano era una idea importante”, cerraba la idea Jaim.

Hoy pasa justo lo contrario. Hace años que la Argentina parece gobernada por una dirigencia endogámica y alejado de los problemas cotidianos de la gente, como el educativo.

En los últimos dos presidente­s esto aparece de manera casi patética.

Alberto Fernández siempre vio a la educación en color sepia, nunca la pensó como motor del desarrollo. Por eso cerró las escuelas sin contemplac­ión en la pandemia. Por eso aquello de “con eso no vamos a apurarnos, tenemos otras prioridade­s; que un chico se reciba antes o después no le cambia la vida a nadie”.

A Milei tampoco le importa la educación. Vive en su mundo de “batallas culturales”, a distancias luz de las necesidade­s de la gente. Así se explica la penosa participac­ión de la semana pasada en su colegio. Nunca advirtió que hablaba a alumnos, con la asimetría del caso. O que un ámbito educativo debe ser pluralista. ¿Todos los maestros y alumnos que estaban ahí deberían pensar como él? ¿Y si no, son “zurdos de mierda”?

Lo peor es que en ese mismo acto Milei dice que la educación argentina (pública y privada) es “un mecanismo de lavado de cerebro”, porque tiene los “contenidos recotrarro­jos”. Y que lo mejor es alejarse de ella.

Si ese es el razonamien­to: ¿cuánto piensa que debería financiar el Estado a la educación? ¿Cero pesos?

Fernández y Milei reflejan, de algún modo, a toda la dirigencia argentina que, con matices, desdeña la educación. La misma, que ni siquiera la incluyó como uno de los puntos en el Pacto de Mayo. Mientras tanto, la tragedia educativa avanza.

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