Bikini Kill, el corazón del punk feminista
El cuarteto liderado por Kathleen Hanna y Tobi Vail dio su primer show en la Argentina. Barbi Recanati, telonera.
Cuenta la historia que Kurt Cobain, líder de Nirvana o la última banda de rock que realmente importó, allá por 1990, descubrió que existía una sensibilidad paralela a sus nociones de punk rock y hard rock. Y una de las promotoras de esa nutrición fue Toby Vail, una inspiradora chica de Olympia (Washington, Estados Unidos) empapada en feminismo, autogestión y una forma de abordar el punk como vórtice de libertad y subversión.
Cobain quedó infatuado por una relación que terminó siendo decisiva. Y algunas cosas quedaron para siempre en el corazón del líder de Nirvana: su amor por el punk femenino/feminista de bandas inglesas como The Slits, The Raincoats y X-Ray Spex y el graffiti que Kathleen Hanna, amiga y compañera de banda de Vail, dejó en la pared de la casa que habitaba Cobain: “Kurt smells like Teen Spirit”. Una alusión al desodorante que usaba el músico que se transformaría en música en Smells Like Teen Spirit, el gran himno de Nirvana.
Incluso, en la noche de su único show en Argentina (30/10/1992) cuando al notar que parte del público argentino (tan creído “el mejor del mundo”) agredía y echaba del escenario a sus amigas teloneras (Calamity Jane) optaron por desplegar un show de abulia y arrogancia sobre la audiencia intolerante, negándose a tocar el hit y ocupándose de ocultar cualquier rastro de empatía y comunicación.
El sábado, promediando el show de Bikini Kill en el ART Media, Tobi Vail dejó la batería, tomó el micrófono y dedicó el tema Distinct Complicity “a nuestras amigas de Calamity Jane”. Más de tres décadas después, el recuerdo no deja de impactar y ellas, activadoras de un movimiento conocido como Riot Grrrl, no dejan de señalarlo.
Esperadas por décadas y reformadas hace un lustro, las Bikini Kill no podían haber llegado en un momento más justo. Un día después de la multitudinaria marcha al Congreso por el Día de la Mujer y luego de la destitución del Salón de la Mujer en la Casa Rosada.
Su forma de atacar los temas, básica y punzante, no hizo más que alzar los corazones de cientos de mujeres que tomaron su lugar, el que la propia Hanna lleva más de tres décadas propulsando: las chicas adelante, frente al escenario, siendo las dueñas del pogo, priorizando el canal comunicacional, disponiendo del territorio.
Bikini Kill reescribió la historia del rock en una cuerda donde el hombre no existe más que como una sombra hostigadora. Tácita,porque las canciones son de vos a vos, sobreentienden y replican catarsis, sarcasmo y humor.
A la hora de los bises sonó Rebel Girl, uno de sus himnos. Una ruidosa oda a la sororidad que se desata con paciencia y pasión, mientras el ritmo cabalga como un corazón desbocado: “Chica rebelde/ vos sos la reina de mi mundo/ Cuando ella habla/ escucho la revolución en sus caderas/ Realmente quiero ser tu mejor amiga”. Un ratito más tarde, sobre una avenida puntualmente llamada Corrientes, toda la electricidad seguía siendo de ellas.