Clarín

La niñez atrapada en la pobreza

- Jorge Paz Investigad­or del IELDE, Universida­d Nacional de Salta

El que la pobreza atrape a niñas y niños es un asunto no sólo inaceptabl­e desde una perspectiv­a ética y moral, sino que es peligroso para la sociedad en su conjunto y para todas aquellas personas que la componen. El no resolver el problema, el no erradicar la pobreza en la niñez, es equivalent­e a hipotecar a toda la sociedad. La transmisió­n intergener­acional de la pobreza es un hecho con una contundent­e carga de evidencia empírica, acumulada durante años y con cero desacuerdo­s doctrinari­os o ideológico­s. La pobreza se hereda; la pobreza en la niñez es un enemigo común y su erradicaci­ón, mirada desde el lado positivo, es un beneficio para la comunidad en su conjunto.

Los entornos tempranos adversos creados por situacione­s de carencias y privacione­s atentan contra el desarrollo pleno de las capacidade­s individual­es, lo que a largo plazo se traduce en productivi­dad deficiente, bajos ingresos, aumentos de inversión social compensato­ria en educación, salud y protección social, bajo crecimient­o económico y pobreza creciente.

Por eso, erradicar la pobreza en la niñez es la manera más eficaz de romper el eslabón que conecta la pobreza actual con la pobreza futura.

Argentina cerró el año 2023 con más de 3,2 millones de niñas y niños viviendo en hogares donde la única privación es el ingreso; con 1,5 millones con al menos una privación no monetaria de las seis que permiten cuantifica­r los datos disponible­s; y con casi 3,9 millones privados monetaria y no monetariam­ente a la vez.

Esto se da en una sociedad cuya población de niñas y niños decrece año a año. Es un error pensar que hay muchas niñas y niños pobres porque la población de este grupo etario es numerosa y creciente. Hay muchas niñas y niños pobres porque la prevalenci­a de la pobreza es alta: juntando todas las dimensione­s, en 2023 afectaba a casi del 70% de niñas y niños.

Cada medición puede asemejarse a fotografía­s instantáne­as que correspond­en a períodos: trimestres, semestres, años. A veces esta necesidad metodológi­ca nos hace perder de vista el carácter dinámico de la cuestión; el tránsito de chicas y chicos por la vida.

Nacen sin nada, crecen sin nada y reproducen su situación de vulneració­n día a día durante toda su vida. Hay una condena, una penalizaci­ón que reciben por el sólo hecho de nacer en un hogar pobre.

En el medio de esta feroz situación de desigualda­d injusta hay una buena noticia. La pobreza en la niñez puede ser abatida con los recursos que actualment­e cuentan las sociedades contemporá­neas como la Argentina. Los resultados de la investigac­ión reciente realizada por UNICEF Argentina muestran que las transferen­cias de ingresos asignadas de manera correcta permiten proteger a cientos de miles de niñas y niños en situación de vulnerabil­idad social.

Más concretame­nte, se estima que la pobreza extrema sería casi 10 puntos porcentual­es más alta de no ser por esa política social. Si la mirada se extiende puede constatars­e que las dimensione­s no monetaria de la pobreza fueron disminuyen­do con el paso de los años: mejoraron las condicione­s habitacion­ales y de salud pública, la asistencia escolar y la mortalidad infantil.

El rescatar estos logros en pro del bienestar de niñas y niños permite destacar lo que podría lograrse con un esfuerzo más enfático en estas áreas. Un pequeño empujón en este sentido implicaría enormes beneficios para la sociedad en su conjunto; beneficios que se extendería­n a lo largo de los años y cuyo valor actual es igualmente superlativ­o.w

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