Por qué Rosario es el epicentro de la violencia narco en la Argentina
El problema central es la extrema violencia, por sobre el volumen de droga que se mueve. Más de 30 bandas se reparten el microtráfico y las extorsiones.
Rosario es una anomalía narco. En ningún otro lugar de la Argentina -tampoco en el resto de la provincia de Santa Fe- ocurre lo que está pasando allí. No es que en las calles de los catorce barrios donde se concentra el problema de la droga -según la descripción del intendente Pablo Javkin- se venda una enorme cantidad de cocaína o marihuana. El problema es la violencia, las muertes (casi 2 mil en una década) y el descontrol, un monstruo que, tras un verano relativamente tranquilo, volvió a levantar la cabeza en los últimos días. Los jefes narcos de la ciudad -con Ariel “Guille” Cantero (35), Esteban Lindor Alvarado (44) y Julio Rodríguez Granthon (30) al tope de la lista- están presos desde hace años.
Sus segundas y terceras líneas también cayeron, al igual que los líderes de otros clanes como los Ungaro, los Funes o los Pillines. Una teoría para explicar la reciente
ola de homicidios contra inocentes sostiene que, como estos capos comenzaron a vivir bajo regímenes penitenciarios cada vez más cerrados y aislados, iniciaron una
guerra contra las autoridades.
Su mejor arma es matar a cualquiera. Sin haber una razón, orden lógico ni móvil concreto ¿cómo evitar que el próximo sicario cumpla su misión? No hay saturación de fuerzas de seguridad que alcance a cubrir todo el espectro posible de víctimas y no es una opción retroceder. Tal vez, la solución radique en entender la “anomalía” porque son muchos los ingredientes de la receta de la bomba en la que se convirtió la tercera ciudad más importante del país.
Desde la ubicación geográfica de Rosario en el mapa de Argentina hasta el origen delincuencial de muchos narcos que la aterrorizan, pasando por una policía corrupta pero diferente de otras, como la Bonaerense, los elementos a analizar son variados, pero están todos sobre la mesa. Muchos narcos con poder en Rosario no arrancaron su vida en el delito con la droga sino con asaltos. El caso más emblemático es el de Alvarado, que se jacta de haber robado bancos, blindados, grandes supermercados y montado desarmaderos de autos de lujo.
Estos hombres violentos, “de caño”, entendieron que era más rentable y menos riesgoso vender cocaína. Cambiaron de rubro, migraron, pero la violencia con la que se manejaban para robar la importaron al negocio del narcomenudeo.
Otro factor a tener en cuenta es el interés de los jefes narcos porLa el mercado no se organice detrás de un solo líder, lo que terminaría con la guerra entre bandas.
Los Cantero, por caso, se mantienen a base de extorsiones (”me pagás o te baleo el negocio”) y un sistema de franquicias: grupos más chicos y pandillas les dan un tributo para poder hacer algo en su zona de influencia o usar su nombre.
A los capos no les conviene el orden porque podrían ser desplazados. Por eso es tan importante para ellos no estar aislados. Para controlar hay que dar órdenes a través de la visita o de celulares ingresados ilegalmente a los penales.
La Policía santafesina es otro factor distintivo a tener en cuenta. Contrariamente a la Bonaerense, que regula el mercado de droga por encima de las bandas (dando zona liberada, por ejemplo), en Rosario, la Policía pasó a integrar las bandas y a estar subordinada a ellas.
La Justicia de Rosario comprobó con los años que las causas de la División Judiciales hacia Los Monos eran fogoneadas por su enemigo, Esteban Alvarado, al que se dejaba trabajar. El sistema financiero de Rosario también colaboró para el narco, que solo vende drogas por el enorme margen de ganancia que da. Lleno de dólares de la soja y la actividad industrial, los billetes de los narcos se mezclaron hasta mimetizarse con las ganancias legítimas de una provincia pujante.
Los capos del narcotráfico de Rosario hablaron del alto nivel de violencia en el documental de Clarín “Por qué Sangre Rosario”, estrenado a fines de 2023, cuyo objetivo fue explicar el fenómeno narco en la ciudad del sur santafesino. “La violencia narco en Rosario se va a terminar cuando haya un solo líder, no existan más disputas por el poder y uno solo tome el control”, sostuvo el peruano Julio Andrés Rodríguez Granthon, preso desde 2019, condenado a perpetua y, desde enero, bajo el régimen de presos “de alto riesgo” en el Complejo Penitenciario II de Marcos Paz.w