Clarín

Cadáveres mensajeros: los narcos nunca tiemblan

- Héctor Gambini hgambini@clarin.com

Era una imagen aérea, en blanco y negro, con un lazo de luto envolviend­o el Monumento a la Bandera. Decía “Pedimos

Paz”, junto a un emoji de manos juntas, rezando. El futbolista campeón del mundo Ángel Di María subió el posteo este lunes a su cuenta de Instagram. Cuatro horas después, lo borró. Es una metáfora de la ciudad del Che Guevara, Olmedo, Fito Páez, Fontanarro­sa, Messi y el drama narco. Entra y sale. Aparece y desaparece. La vemos y la perdemos de vista otra vez. En la agenda real de la política, en la atención verdadera del poder, Rosario siempre estuvo lejos.

Los gobiernos que pasan corren con cámaras y gendarmes, anuncian que ahora sí, que los narcos tiemblan y la cosa se ordena. Pero los narcos nunca tiemblan.

Tienen negocios que cuidar. De ellos y de sus aliados que saben flotar en un océano de billetes negros para lavar en un circuito legal que tiene todo ahí nomás: puerto, granos, construcci­ón, casinos y fútbol.

Hace tres meses fue condenado a 7 años de cárcel el ex administra­dor del puerto de Rosario, Gustavo Shanahan -conocido empresario de la ciudad- por facilitarl­es los dólares negros a los narcos cada vez que tenían que reponer droga. El peruano que traía la cocaína para abastecer a las bandas locales -él mismo lo cuenta a Clarín en el documental ¿Por qué sangra Rosario?- se llama Julio Rodríguez Granthon y fue condenado junto al administra­dor del Puerto.

El narco y el empresario, juntos.

El boom inmobiliar­io en Rosario levanta torres frente al Paraná como si fuera el East River de Manhattan. En la ciudad se edificaron cuatro millones de metros cuadrados en 10 años. En ese mismo período hubo más de 2.000 muertos y 500 policías exonerados por cubrir a los narcos.

El 95% por ciento de los ataques se produce en el 12% del territorio de la ciudad, pero hay algo nuevo en la violencia rosarina, que es la violencia narco argentina, como la de los Estados de Sinaloa o Quintana Roo son la violencia narco mexicana.

Hablar de narcos y decir que la seguridad es de la provincia es un grave error de

abordaje que cometió el kirchneris­mo y este martes repitió Milei. La violencia narco -delito federal- es un tema nacional. Lo demás huele a abrirse. A fría distancia.

Lo nuevo son cadáveres como mensajes para el poder político y para todos nosotros. Víctimas que no tienen nada que ver.

Gente común asesinada sin razón. Peor que a sangre fría (los crímenes inmortaliz­ados por Capote ocurrieron durante un robo). Asesinatos sin móvil personal cometidos por sicarios que no saben nada de sus víctimas. Las matan para aterroriza­rnos. Es un punto de inflexión definitivo.

Hay otras causas donde aparecen políticos en cruces de la droga con el juego. El senador provincial Armando Traferri (PJ) cumple su quinto mandato señalado por un ex fiscal arrepentid­o como quien protege al juego ilegal. Y por un puntero narco como quien los protege a ellos: “Una

atención a Traferri y no jode más”, explicaba un dealer en una escucha judicial.

Traferri niega todo y pidió que le quiten los fueros para ser citado a declarar, pero antes solicitó apartar a los fiscales que lo acusan. Aún juega fuerte en el PJ local.

La causa en la que lo investigan comenzó con la ejecución de un hombre en el casino City Center -donde Messi fue a festejar el título mundial de Qatar- a manos de Los Monos. Juego y narcotráfi­co.

En los cadáveres mensajeros que nos espantan ahora hay una señal escalofria­nte: los taxistas fueron asesinados con balas que tenían la sigla PSF (Policía

de Santa Fe). Mientras el Gobierno busca el modo de tirar de alguno de los hilos de la trama narco en Rosario -cualquiera que traspase el nivel cáscara será útil-, los sicarios matan con balas del Estado.

La nueva cara de la violencia narco en Rosario es un punto de inflexión definitivo.

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