Clarín

La conquista del desierto danés, en tono de western

Mads Mikkelsen, que acostumbra a hacer villanos para Hollywood, se luce en este drama histórico ultraviole­nto.

- Pscholz@clarin.com

Mads Mikkelsen, el actor que en Hollywood suele hacer de malvado, como en la saga de Indiana Jones o de James Bond (Casino Royale), y ha sido Grindelwal­d reemplazan­do a Johnny Depp en la de Animales fantástico­s, nos dijo en una oportunida­d que, si recibe propuestas de su país de origen, Dinamarca, por lo general no duda en aceptarlas. Bueno, El bastardo es una de ellas.

El filme, un drama histórico, vuelve a reunirlo con el realizador danés Nikolaj Arcel, bajo cuya dirección actuó en La reina infiel (2012), y ése no es el único punto de coincidenc­ia. Ambas películas son fuertes y conmovedor­as, pero El bastardo está cruzado a su vez por temas como racismo, abuso sexual y explotació­n laboral.

Mikkelsen interpreta al hijo ilegítimo de un noble y una criada. Es Ludvig Kahlen, un personaje que existió en la vida real, y que fue más allá de sus raíces humildes. ¿Cómo? En el ejército de Dinamarca ascendió al rango de capitán y hasta fue condecorad­o a mediados del siglo XVIII.

Ludvig es, ante todo, un hombre de tesón, pero también sumamente orgulloso. Un tipo con una tremenda ambición que presenta una propuesta para cultivar el páramo árido de Jutlandia y comenzar un asentamien­to allí, un proyecto potencialm­ente lucrativo querido por el rey.

O sea: es excapitán que en 1755 está decidido a cultivar papas en tierras del rey, pero en un lugar donde la aridez lo es todo.

La propuesta es a todas luces poco atractiva, una causa perdida, pero Ludvig se ofrece a financiar la empresa con su pensión de soldado, pidiendo a cambio un título nobiliario y una propiedad con sirvientes. Como los burócratas no le ven posibilida­d de éxito, están de acuerdo, pensando que pueden mantener contento al Rey sin desembolsa­r nada.

Con su caballo, una carpa y una pistola (para protegerse de los bandidos que asolan el lugar) y algunas herramient­as para cultivar el duro suelo, resiste las inclemenci­as del tiempo. El dicho Persevera y triunfarás pareciera haber sido escrito para él, porque encuen

El guion es incisivo y aparecen temas como el racismo, el abuso y la explotació­n laboral.

tra tierra que puede mezclar con arcilla para cultivar papas, un cultivo que importó desde Alemania.

Pero le aparece un enemigo, el terratenie­nte Frederick De Schinkel (Simon Bennebjerg), un juez que trata a sus sirvientes hombres como animales y viola a las sirvientas, se vale de la lejanía de Copenhague para así ignorar a la monarquía y reclamar el territorio como propio. Un joven pastor (Anton Eklund) le lleva una pareja fugitiva, Johannes (Morten Hee Andersen) y Ann Barbara (Amanda Collin), que habían escapado de las garras de De Schinkel, y también acuerda emplear a los forajidos que viven en el bosque, incluida una joven romaní huérfana, Anmai Mus (Melina Hagberg), a la que los superstici­osos campesinos daneses creen que trae mala suerte.

El guion, que adapta la novela histórica de 2020 de Ida Jessen, El capitán y Ann Barbara, es incisivo, y así como enfrenta a los hombres, traza también la relación entre Ludvig y Ann, que de amo y sirvienta pasan a otra cosa.

El bastardo es como un western, pero nórdico, con malvados capaces de cometer maldades sin límites y un hombre, taciturno, al que Mikkelsen, el actor de Otra ronda, compone casi siempre con sobriedad. ■

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BF PARIS En escena. Mikkelsen compone a un personaje de la vida real; el filme compitió en el Festival de Venecia.

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