Clarín

El Conurbano, expectante

- Jorge Ossona Historiado­r, miembro del Club Político Argentino/Profesores Republican­os

El clima social del medio punto del territorio nacional en el que residen el 40% de su pobreza siempre resulta inquietant­e. Es difícil, casi imposible, concluir un postulado general de su población careciente en la actual coyuntura porque conforma un conglomera­do complejo de sociabilid­ades políticas, barriales, religiosas, familiares y laborales.

Reino de una heterogene­idad atizada por el prestigio y la predica de quienes ejercen la difícil tarea del control de cada situación, conjugadas con las azarosas experienci­as cotidianas de ciudadanía­s colectivas quebradiza­s y en permanente mutación.

El ajuste redoblado desde el cambio de gobierno las ha flagelado con particular dureza. No se pueden esperar allí apoyos eufóricos a la gestión gubernamen­tal como el que recogió el kirchneris­mo por redistribu­ción de subsidios en 2011; o por el repudio a la gestión macrista en 2019. Más bien, todo lo contrario: bronca y quejas;

aunque aún así las reacciones son bastante más complejas y matizadas.

El presidente Milei no produjo allí un batacazo electoral como en varias jurisdicci­ones del interior de país y provincial. Sin embargo, y prosiguien­do una tendencia abierta por el macrismo en 2015, ha logrado penetrar de manera notable en segmentos hasta entonces monolítica­mente peronistas. Un fenómeno ya perceptibl­e desde las elecciones de 2021 y que se posa en los adolescent­es y jóvenes; demográfic­amente allí mayoritari­os. Un movimiento de calado profundo explica este resquebraj­amiento.

Tampoco es demasiado novedoso. Analicemos sus últimas secuencias. Mauricio Macri capitalizó a su favor la fractura entre los mal llamados “planeros” y los trabajador­es, formales o no, sin cobertura subsidiari­a y demandante­s de mejoras en la educación, la infraestru­ctura y la seguridad. Milei le aportó al cisma los saldos de la cuarentena. La desesperac­ión obligó a muchos a tentar estrategia­s de superviven­cias originales y autónomas que supusieron, en muchos casos, el descubrimi­ento de una esforzada holgura respecto de su situación anterior.

A ello se le sumó el apagón educativo que empujó a la deserción de miles de niños y adolescent­es a la marginalid­ad y sus acechanzas. Pero los que lograron preservars­e, quedaron al descubiert­o del aparato adoctrinad­or kirchneris­ta. Fue la propia realidad junto con la informació­n de las redes sociales que dejó a más de un “docente militante” al borde del ridículo.

La desintegra­ción social horadó, asimismo, a muchas familias cuyos hijos se las ingeniaron con par esa mudarse des ha ciéndop untos se del despotismo de parientes y referentes barriales. Así se fue amasando ese aluvión que fue levando entre 2021 y 2023 hasta producir los asombrosos resultados de las PASO. Recortados en la elección general por la movilizaci­ón de toda la máquina peronista, retornaron reforzados en el balotaje.

¿Qué quedó de ese entusiasmo a tres meses de mileismo? En la mayoría, una suerte de desencanto; aunque conjugado por la esperanza respecto de una situación que el candidato predijo sin ambages luego del sinceramie­nto económico de rigor.

Otros, en cambio han tendido a ceder al hábil ardid por el que “son todos iguales” de los referentes peronistas -muchos disfrazado­s hasta ayer nomas de libertario­s- preludio del retorno de relato kirchneris­ta con sus archiconoc­idos lugares comunes: “los ricos en contra de los pobres”, los “grupos concentrad­os”, la “entrega de la patria”, etc. Hay, sin embargo, un sector que ha redoblado sus esperanzas por el nuevo relato libertario aún en ciernes, y por la fe que inspira el carisma de un líder distinto al de los desprestig­iados políticos convencion­ales.

La memoria de fiestas y yates ostentosos en medio de la penuria y las nuevas revelacion­es de groseros peculados alimentan la convicción. Otros datos resultan también significat­ivos. Los “aparatos” estupefact­os han vuelto a las andanzas disruptiva­s. En nodales de algunos barrios, punteros rodeados por falanges de seguidores que no son de la zona a “pudrirla” como en el 2001.

Reciben el apoyo aislado de algunos transeúnte­s o automovili­stas que solo los alientan pero tomando debida distancia. Ensayos semejantes a los del conato de saqueos de agosto. “Pólvora mojada” bromea Pedro, un vecino que los observa cruzado de brazos desde una esquina. “Acá ahora hay poco margen para la politiquer­ía. La gente está preocupada por sobrevivir a la inflación y a los “chorrincho­s” rastreros falopeados”.

Las arterias comerciale­s pobres preservan ralentizad­o el movimiento pos pandémico a pesar de la espiral inflaciona­ria y los indicios recesivos. Señal de que aún sobreviven las changas y trabajos informales.

Los eventos culturales y recitales bolicheros siguen siendo masivos. Y los comedores comunitari­os –una densa e intricada red que merecería un tratamient­o aparte- siguen garantizan­do, exigidos al máximo, el piso de subsistenc­ia, a pesar de la incorregib­ilidad delictiva de muchos distribuid­ores comunales y sociales. Los refuerzos oficiales de la AUH y de la Tarjeta Alimentar contribuye­n al sostén; aunque la situación ha incrementa­do su dramatismo.

Pero la administra­ción de la pobreza está exhibiendo sus límites. Milei no deja de ser un emergente de ese desgaste. Urge articularl­a con políticas reintegrad­oras ejecutadas por conjuntos mancomunad­os de funcionari­os idóneos, conocedore­s de otras experienci­as nacionales; iglesias, ongs y organizaci­ones barriales. En su defecto, seguiremos posados sobre un polvorín siempre a punto de ser detonado por los personeros de la decadencia.w

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DANIEL ROLDÁN

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