Bernao, el poeta del andarivel derecho
Cuando Independiente empezó a construir su identidad de “rey de copas” -fue el primer equipo argentino en ganar la Libertadores, casi seis décadas atrás- su andarivel derecho, adelante, electrizante, endiablado y bien profundo era ocupado por Raúl Emilio Bernao. Como a otros “wings derechos” que hipnotizaban a sus marcadores, lo apodaron “el loco” o “el poeta”, pero su vida no tuvo el devenir melancólico de otros artistas del mismo sector: Corbatta o Houseman. Sin embargo, Ardizzone lo definió en El Gráfico como “un adolescente lleno de timidez. El “loco” recién aparece cuando se siente ganador, el loco se anima a surgir cuando encuentra la protección para sus vacilaciones temperamentales. Pero cuando está nutrido de confianza, cuando llega a creer en sí mismo, recién es cuando suelta sus genialidades, recién entonces se realiza pleno, a tal punto de paralizar el reloj para medir y calcular un gol”. También allí Juvenal lo describió como “un poeta. Y la poesía no tiene la aritmética regularidad de una cuenta corriente o un libro Mayor. La poesía es inspiración y la inspiración no cabe dentro de una máquina de calcular en la que dos más dos son siempre cuatro”.
Aquellas imágenes se incorporaron a la leyenda. Independiente con los brazos en alto, el saludo clásico con su capitán adelante. Independiente goleando al Santos de Pelé en un amistoso de pretemporada en el 64 con un Bernao imparable y, meses más tarde, quitándole su corona de la región. Independiente jugando las finales intercontinentales contra el Inter de Helenio Herrera, aquellas que nos llegaban en la TV en blanco y negro. Y en diferido. O el mismo Independiente de una delantera letal en los comienzos del 70: Bernao, Artime, Yazalde y Tarabini. Hasta allí llegó Bernao como la carta desequilibrante, gambeta, centros, goles, los mano a mano frente a todos sus marcadores. “A Bernao no se le puede dejar recibir una pelota, ni darle un metro de ventaja, es el hombre que levanta a las tribunas”, definía un gran DT como Osvaldo Zubeldía. Los duelos con Silvio Marzolini, memorables. Su paso por la Selección fue breve, apenas 15 partidos , incluyendo la caída en las Eliminatorias para el Mundial de México 70. Luego se marchó a Colombia y su carrera se diluyó.
Bernao había nacido en Sarandí y murió muy cerca, en Avellaneda, en diciembre del 2007 después de una enfermedad hepática. Admiraba de chico a Ernesto Grillo y luego, ya en su etapa de jugador, a Pelé. “Bernao, ídolo y loco” es el libro de Leandro Balducci que recupera la memoria del crack. Y que, para su autor, también es un homenaje a su propio padre, oftalmólogo: uno de los tantos miles de hinchas que resistieron al principio y se entregaron después a la magia del puntero que tantas emociones les brindó por el andarivel derecho. Esas mismas emociones del futbol que solo este ejercicio, de la evocación y la lectura, son capaces de ir de generación en generación.