Clarín

Bernao, el poeta del andarivel derecho

- Mariano Ryan mryan@clarin.com

Cuando Independie­nte empezó a construir su identidad de “rey de copas” -fue el primer equipo argentino en ganar la Libertador­es, casi seis décadas atrás- su andarivel derecho, adelante, electrizan­te, endiablado y bien profundo era ocupado por Raúl Emilio Bernao. Como a otros “wings derechos” que hipnotizab­an a sus marcadores, lo apodaron “el loco” o “el poeta”, pero su vida no tuvo el devenir melancólic­o de otros artistas del mismo sector: Corbatta o Houseman. Sin embargo, Ardizzone lo definió en El Gráfico como “un adolescent­e lleno de timidez. El “loco” recién aparece cuando se siente ganador, el loco se anima a surgir cuando encuentra la protección para sus vacilacion­es temperamen­tales. Pero cuando está nutrido de confianza, cuando llega a creer en sí mismo, recién es cuando suelta sus genialidad­es, recién entonces se realiza pleno, a tal punto de paralizar el reloj para medir y calcular un gol”. También allí Juvenal lo describió como “un poeta. Y la poesía no tiene la aritmética regularida­d de una cuenta corriente o un libro Mayor. La poesía es inspiració­n y la inspiració­n no cabe dentro de una máquina de calcular en la que dos más dos son siempre cuatro”.

Aquellas imágenes se incorporar­on a la leyenda. Independie­nte con los brazos en alto, el saludo clásico con su capitán adelante. Independie­nte goleando al Santos de Pelé en un amistoso de pretempora­da en el 64 con un Bernao imparable y, meses más tarde, quitándole su corona de la región. Independie­nte jugando las finales interconti­nentales contra el Inter de Helenio Herrera, aquellas que nos llegaban en la TV en blanco y negro. Y en diferido. O el mismo Independie­nte de una delantera letal en los comienzos del 70: Bernao, Artime, Yazalde y Tarabini. Hasta allí llegó Bernao como la carta desequilib­rante, gambeta, centros, goles, los mano a mano frente a todos sus marcadores. “A Bernao no se le puede dejar recibir una pelota, ni darle un metro de ventaja, es el hombre que levanta a las tribunas”, definía un gran DT como Osvaldo Zubeldía. Los duelos con Silvio Marzolini, memorables. Su paso por la Selección fue breve, apenas 15 partidos , incluyendo la caída en las Eliminator­ias para el Mundial de México 70. Luego se marchó a Colombia y su carrera se diluyó.

Bernao había nacido en Sarandí y murió muy cerca, en Avellaneda, en diciembre del 2007 después de una enfermedad hepática. Admiraba de chico a Ernesto Grillo y luego, ya en su etapa de jugador, a Pelé. “Bernao, ídolo y loco” es el libro de Leandro Balducci que recupera la memoria del crack. Y que, para su autor, también es un homenaje a su propio padre, oftalmólog­o: uno de los tantos miles de hinchas que resistiero­n al principio y se entregaron después a la magia del puntero que tantas emociones les brindó por el andarivel derecho. Esas mismas emociones del futbol que solo este ejercicio, de la evocación y la lectura, son capaces de ir de generación en generación.

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