Clarín

La mujer que fue Steve

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

Nació como Vera Buchthal, por casamiento se convirtió en Stephanie Shirley y para alcanzar el éxito debió ser Steve. Alemana, el nazismo obligó a que, para salvarle la vida, sus padres la enviaran junto a su hermana Renate, de 9 años, al Reino Unido, donde fueron adoptadas. Vera tenía apenas 5. El drama temprano la marcó de por vida y la hizo más fuerte. Aventajadí­sima alumna en Matemática­s, debieron cambiarla a un colegio de varones para que pudiera estudiar la materia como su capacidad demandaba. Fue su primera experienci­a en eso del género y los prejuicios. Pionera, en los años 50, como empleada en la Estación de Investigac­ión de la oficina postal del Reino Unido, colaboró en la elaboració­n de programas de computador­as. De allí se fue por dos motivos: su casamiento con un empleado de la empresa, lo que obligaba a uno de ellos a dejar el puesto, y el ascenso que le negó su jefe por ser mujer. Ahí fue cuando decidió crear su propia empresa, “Freelance Programmer­s”. Con US$ 10 como capital inicial, y el comedor de su casa como oficina, Shirley se largó a la aventura. Después de mandar cientos de cartas que no obtenían respuesta vendiendo software (“Literalmen­te se rieron de mí”, le diría a la BBC) su marido le hizo una sugerencia: que en vez de firmar las cartas con su nombre, lo hiciera como un hombre. Así nació Steve, y así empezaron a llegar las respuestas. La empresa creció y logró cumplir con la promesa que se había hecho: emplear básicament­e a mujeres. En los ‘60 fue pionera del home office para las madres. Con el tiempo la compañía se volvió mixta y renombrada a nivel global. Dama del Imperio Británico, a los 90 se dedica a la filantropi­a.

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