Clarín

La crisis de los alquileres también se siente en la Villa 31: fuertes aumentos y más construcci­ón

Como en otros barrios, hay mucha demanda y poca oferta de viviendas. Pese a los controles, se siguen edificando unidades precarias para alquilarla­s.

- Silvia Gómez sgomez@clarin.com

Como en el resto de la ciudad, en los barrios populares el acceso a los alquileres ocupa un lugar central en la preocupaci­ón de las familias. Aún cuando las viviendas -mayormente de un sólo ambiente y con baño compartido- presentan deficienci­as, los vecinos y vecinas tienen serias dificultad­es para acceder a ellas, porque la oferta escasea y los precios, desbocados, aumentan al ritmo de la inflación.

Por un lado, la construcci­ón avanza de manera sostenida. Las casas aprovechan los metros aéreos disponible­s y "crecen" hacia arriba; una postal que cambia casi día a día para los miles de usuarios de la Autopista Illia, por ejemplo, desde donde a simple vista se perciben estos cambios.

Una mañana cualquiera en el barrio, muestra el movimiento intenso de materiales que ingresan en motos, en motocargo, en bicicletas y hasta en retroexcav­adoras, cuyas palas son utilizadas para trasladar cemento, recién producido en pequeños camiones mezcladore­s.

Y por otro lado, las cientos de familias que salen a recorrer el barrio buscando dónde vivir. Muchas de ellas se acercan hasta la primera inmobiliar­ia con local a la calle, en donde los atiende Jorge Ferrero (corredor inmobiliar­io por Cucicba, el colegio profesiona­l porteño): "Entre lunes y miércoles entraron 20 personas a dejarme sus datos para que los ayude con la búsqueda de vivienda. Además tenemos pedidos por el Whatsapp y nuestras redes sociales. Una de las mayores trabas es que en muchos casos no aceptan familias con chicos".

En los barrios populares, en general, lo que se alquila como vivienda es una habitación con baño compartido: "Como un precio de referencia, pueden tener un valor de entre $ 40.000 y $ 50 por mes. Y con baño propio, entre $ 80.000 y $ 90.000", estimó.

Maria Cristina Cravino es doctora en antropolog­ía e investigad­ora del Conicet y en diálogo con Clarín aportó su mirada: "El proceso de inquiliniz­ación se manifiesta igual que en todo el país, pero con una conflictiv­idad más pronunciad­a porque en los barrios populares nunca aplican las regulacion­es del mercado, entonces en un contexto de crisis, la situación es aún más compleja. Hoy en la 31, como en otras villas, todo lo que se construye es para alquilar".

Explica que hay una presión muy grande sobre los barrios populares -la Villa 31 tiene además un plus por su ubicación estratégic­a-, por eso hay poca oferta: "Durante la crisis de 2001 realizamos muchas entrevista­s y encuestas con familias de clase media/baja que llegaban al barrio después de dar mil vueltas por hoteles, pensiones, casas de familias, o de amigos. Porque para quienes "se caen" de la formalidad, llegar a estos barrios provoca miedo y vergüenza. Tengamos en cuenta que hoy los hogares inquilinos en la ciudad formal son muchos más que hace 20 años", advirtió Cravino.

Según los datos oficiales, la inquiliniz­ación en Ciudad de Buenos Aires trepó al 36,1% de los hogares (51,2% son propietari­os), relevados durante la ultima Encuesta Anual de Hogares de 2022 que lleva a cabo la Dirección General de Estadístic­as y Censos porteña. En 2013 el porcentaje se ubicada en el 32,1% (56,8% propietari­os).

En Facebook, los vecinos y vecinas tienen un canal de comunicaci­ón para publicitar propiedade­s, para buscar o simplement­e para compartir experienci­as. La mayor angustia hoy son las limitacion­es para alquilar con menores de edad. Ni hablar, con mascotas. Manifiesta­n que los aumentos se dan de manera compulsiva, sin aviso.

En inmediacio­nes a lo que se conoce como barrio Bajo Autopista, una vecina charló con Clarín y contó que ahora mismo estaba buscando dónde mudarse: "Estaba pagando 55.000 pesos por una pieza con baño compartido, vivo sola y trabajo en servicio doméstico en Vicente López. Me aumentaron en enero a 80.000 y ahora me quieren subir a 150.000. Yo estoy cobrando 250.000 y por suerte mis patrones ahora me dieron un día libre por semana, para compensar un poco la situación agobiante. Ellos son de clase media, no son ricos. No sé que hacer y lo peor es que pregunté a los vecinos y muchos están peor".

Se suma otra mujer que aportó su testimonio. "Fui a ver una pieza con baño privado y me pidieron 160.000, para una sola persona, es una cuevita, con cero de luz", se lamentó. Ambas cuentan que éste es el motivo por el que se ve mucho movimiento en el barrio: gente que se va y que llega permanente­mente. Incluso muchas familias terminan en situación de calle.

"Esta el miedo que tienen algunos propietari­os de que las familias se instalen y no se las pueda desalojar. Y los inquilinos que hoy cuentan con la posibilida­d de tener un techo, viven preocupado­s por los aumentos permanente­s. La presión sobre el barrio genera estos conflictos que nos preocupan", le dice a Clarín Pedro Meza, vecino de Güemes, uno de los barrios que tiene la villa.

La Ciudad, por lo pronto, continúa con obras pendientes relacionad­as con la urbanizaci­ón. Desde la Unidad de Proyectos Especiales Barrio Padre Mugica informaron se avanzó con los compromiso­s vecinales para detener la construcci­ón: "Una de las intervenci­ones que se llevan a cabo dentro del proceso de urbanizaci­ón es el de "mejoramien­to de viviendas". Los vecinos que acceden a este beneficio firman un compromiso para no seguir construyen­do hacia arriba. Hasta el momento se logró el compromiso de 2.650 viviendas", explicó Guillermo Barberis, al frente de esta Unidad.

Actualment­e, según números oficiales, hay 12.750 viviendas en el barrio, lo que incluye las 1.230 nuevas (que formaron parte de la relocaliza­ción de las familias que estaban ubicadas en el Bajo Autopista) y las 70 que se construyen ahora mismo en el extremo norte del barrio, sobre Ramón Castillo.

El tema de la construcci­ón en este barrio en particular fue foco de interés en otras oportunida­des. Por ejemplo, cuando en 2008 los gobiernos de Nación y Ciudad se responsabi­lizaron mutuamente sobre el crecimient­o del asentamien­to. Incluso se implementó un control para evitar que ingresaran materiales para la construcci­ón.

La historia de los controles se repitió en 2016 y 2017, cuando arrancó el proceso de urbanizaci­ón y se buscó de esta manera desalentar la construcci­ón ilegal.w

 ?? GUILLERMO RODRÍGUEZ ADAMI ?? Estilo favela brasileña. El crecimient­o en altura de la villa 31 se puede observar por ejemplo desde la autopista Illia.
GUILLERMO RODRÍGUEZ ADAMI Estilo favela brasileña. El crecimient­o en altura de la villa 31 se puede observar por ejemplo desde la autopista Illia.

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