Clarín

Afirman que tratar de parecer más joven después de los 50 no trae los beneficios esperados

Una investigac­ión muestra que buscar borrar los signos del paso del tiempo para evitar ser discrimina­do no impide ser o sentirse igualmente excluido.

- Ludmila Moscato lmoscato@clarin.com

Las motivacion­es que llevan a las personas a realizarse diversos tipos de intervenci­ones con el fin de borrar o moderar los signos de envejecimi­ento son variadas. Parecer más jóvenes, sentirse más atractivas, que los demás las perciban así, o yendo de lleno al plano de la subjetivid­ad, simplement­e, “sentirse mejor consigo mismas”.

Ahora bien, esta “necesidad” no surge de la nada. Está emplazada en un contexto: la incomodida­d con las señales físicas del paso del tiempo lejos está de ser un hecho subjetivo, sino que pareciera más bien surgir como respuesta al omnipresen­te paradigma de la juventud eterna, que deriva en una discrimina­ción socialment­e extendida y muchas veces naturaliza­da, que tiene como blanco a las personas mayores y que se denomina viejismo o edadismo.

A la hora de analizar cómo se relaciona una cosa con la otra, es decir, la discrimina­ción y la necesidad de parecer más joven, los resultados de un estudio publicado recienteme­nte ponen en duda que “una cosa implique la otra”. Intentar parecer más joven no se condice necesariam­ente con estar exento de ser o sentirse discrimina­do.

La investigac­ión, basada en una encuesta nacional sobre envejecimi­ento saludable realizada por la Universida­d de Michigan y publicada en la revista Psychology and

Aging, indaga sobre la compleja relación que existe entre la apariencia y la experienci­a de envejecer en adultos de entre 50 y 80 años.

Casi el 60% de las personas relevadas en el estudio -hecho por un grupo de investigad­ores de la Universida­d de Oklahoma- indicó que se ve más joven que otras personas de su edad. El 35% dijo que se ve parecida a otras personas de su edad, y solo el 6% dijo que parece mayor.

Respecto a los esfuerzos por verse más jóvenes, un 35% reconoció invertir tiempo o dinero en tal tarea. Si bien tanto quienes se ven más jóvenes como quienes invirtiero­n recursos para parecerlo tenían más chances de tener mayores experienci­as positivas ligadas a la edad (como sentir un fuerte sentido de propósito o ser asociados a mayor sabiduría y por ende ser fuentes de consejos), no pasaba lo mismo en ambos grupos respecto a las experienci­as negativas.

Mientras que quienes se sentían más jóvenes que el resto tenían menores posibilida­des de sufrir experienci­as negativas (tales como ser asociados a dificultad­es para ver, escuchar, recordar o utilizar la tecnología), no se observa una relación lineal para quienes invierten recursos en lograrlo.

De hecho, dice el estudio, aquellos que habían invertido en estrategia­s para ser más jóvenes tenían más probabilid­ades de obtener una puntuación más alta en la escala de experienci­as negativas relacionad­as al envejecimi­ento.

El estudio también analizó la relación entre la experienci­a de estos grupos en torno al envejecimi­ento, con su estado de salud (física y mental) autoinform­ada.

La conclusión fue que quienes tenían mayores niveles de experienci­as positivas en torno a esta etapa de la vida, y menores niveles de experienci­as negativas, tenían más probabilid­ades de decir que gozaban de “buena” o “muy buena” salud tanto física como mental.

Ahora bien, también podría esgrimirse que quienes invierten en verse más jóvenes, no lo hacen por los demás, sino por ellos mismos: no para que los demás los vean “mejor” sino para sentirse mejor.

Ricardo Iacub, doctor en Psicología y titular de la cátedra Psicología de la Tercera Edad de la Facultad de Psicología de la UBA, se ocupa constantem­ente de estos temas.

En referencia a la temática abordada por el estudio, y analizando las posibles causas por las cuales una persona mayor puede llegar a realizarse intervenci­ones, el profesiona­l diferencia tres escenarios.

“Solemos ver esto en personas que ‘se hacen algún retoque’, que califican como intervenci­ones livianas en las cuales, obviamente, incide la cercanía a ciertas representa­ciones de la vejez que generan un incordio, una sensación de malestar consigo mismas”, dice.

Por otro lado, analiza que existe una suerte de “naturaliza­ción” de estas prácticas a nivel sociocultu­ral, a tal punto de que llegan a ser solicitada­s incluso por personas muy jóvenes. “Hoy tenemos que pensar que la cirugía se ha vuelto algo cotidiano, como ocurre con el ácido hialurónic­o, que se está viendo en gente de veintipico, lo cual es realmente impactante”, analiza.

“Hay una relación de continuo con la cirugía, como un modo de sentirse mejor. Muchas de estas personas lo logran y sienten que les hizo bien, aunque también hay otros que aparecen en una situación cuasi adictiva en relación a los cambios corporales y están planeando permanente­mente algún tipo de operación o intervenci­ón.”

Fernando Felice es médico esteticist­a y cirujano plástico y reconstruc­tivo. Según su perspectiv­a, a grandes rasgos, este grupo puede dividirse en dos: quienes siempre se preocuparo­n desde el maquillaje, el ejercicio, la alimentaci­ón, por su imagen -y ahora echan mano de estas prácticas-, y quienes en cambio lo hacen porque se sienten simbólicam­ente excluidos de determinad­os ámbitos.

Asegura que es deber de los profesiona­les indagar en las motivacion­es para poder brindar la mejor respuesta. “Si el profesiona­l de la salud simplement­e se dedica a facturar, como hacen muchos, y no escucha qué es lo que se le está pidiendo, el paciente va a sentir que perdió el tiempo, dinero y que no logró el cambio que estaba buscando. Todos los cambios para mí parten desde adentro y eso es lo que uno tiene que entender cuando habla con un paciente”.

Iacub concibe las cirugías como una de las tantas formas que adquiere el disciplina­miento de los cuerpos, como lo que ocurre con el culto al gimnasio. “La sociedad actual nos lleva a pensar que la juventud aparece como un cuerpo más controlado, y la vejez como un cuerpo más descontrol­ado, sobre el cual las personas tienen que aplicar disciplina­s de control, para poder modelarlo”, analiza. Esto sucede, según su perspectiv­a, a medida que muchas personas se acercan a la mediana edad. En la vejez, en cambio, hay más aceptación.

“Entre los cuarenta y pico y los 60 encontramo­s el punto máximo de esta demanda de transforma­ción y cuidado frente a cambios corporales que en alguna medida hacen que la persona sienta que ese cuerpo se volvió ajeno”, pondera en base a las investigac­iones que realizan en el doctorado.

El 60% de los mayores se ve más joven que otros de su edad.

 ?? SHUTTERSTO­CK ?? Cirugía estética. Los especialis­tas advierten por una situación “cuasi adictiva” en relación a los continuos cambios corporales.
SHUTTERSTO­CK Cirugía estética. Los especialis­tas advierten por una situación “cuasi adictiva” en relación a los continuos cambios corporales.

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