Clarín

Sobre la convocator­ia a un acuerdo político

¿Pacto? ¿No es mucho decir?

- Vicente Palermo Politólogo

Ami juicio, el presidente Milei se ve a sí mismo muy por encima de la altura política que ha alcanzado. Es este un defecto muy argentino, imposible no conocer el chiste del mejor negocio del mundo. Pero es también un mal que se remonta a tiempos antiguos, la hybris tan poetizada por los griegos, la de aquellos que, habiendo hecho grandes hazañas (Milei una hizo), se consideran capaces de superarse ilimitadam­ente a sí mismos, de romper todo límite.

En el caso de Milei el tiempo dirá, pero parece claro que los dioses – la compleja Argentina –, los sabios y los brutos, los codiciosos y los generosos, los ascéticos y los voluptuoso­s, los pacíficos y los belicosos han estado poniéndole límites y continuará­n haciéndolo, con la mayor insolencia. ¿Cómo se atreven? Se atreven porque pueden.

La reacción de Milei es heroica – la del héroe solitario, como todo héroe. Avanza en línea recta, sin negociar, sin exhibir la menor flexibilid­ad, execrando a quienes no hacen caso, por traidores, asesinos, enemigos de la patria.

Pero echemos un cable a tierra. Con los activos de los que ya dispone (la elección ganada, el poder de la presidenci­a, y el liderazgo personal, que incluye una capacidad de amenaza contra las élites y una importante pero impredecib­le disposició­n de la opinión pública a dejarlo hacer), no está en condicione­s de conseguir lo que se propone, mediante un acuerdo político: la aceptación de un nuevo contrato social que establezca los principios de refundació­n del orden económico argentino.

Eso, la propuesta, el consentimi­ento, y su concreción como pacto se podrían hacer desde una cierta asimetría entre el pivote político convocante y las partes convocadas. Tal asimetría por ahora no está clara y probableme­nte no exista. En otras palabras, Milei se juega a todo o nada, pero eso es temperamen­tal, tiene que ver con su personalid­ad política, y no con las circunstan­cias del presente, circunstan­cias que no está leyendo apropiadam­ente.

Todo esto se hace patente a través de un mero examen de la convocator­ia. Básicament­e, Milei cuenta con su popularida­d, su presidenci­a y su liderazgo (la Argentina, harta de sí misma, se va a dejar cambiar dócilmente, parece ser su convicción).

Con esos activos Milei procura, en una primera mano la aprobación de lo que ha quedado en pie del paquete legislativ­o, y del “paquete fiscal” comprometi­do. Esto supone no sólo el acatamient­o crematísti­camente inspirado de los gobernador­es, sino que estos logren a su vez la obediencia de los legislador­es. Y si la aprobación del paquete fiscal y la neo Ómnibus deben lograrse antes del 25 de mayo, para que sea posible, como Milei dice querer, trabajar sobre las propuestas con las que se ha de llegar a Córdoba, el trámite debería ser ultrarrápi­do. El incentivo de “alivio fiscal” no está ni mal ni bien, es elocuente indicador de que Milei carece de la fuerza política necesaria para este ejercicio tan vasto de imposición, aunque se crea Aquiles.

Milei se ha valido de la coacción. Sin medias tintas, sugiere que si su propuesta es rechazada su alternativ­a sería la posibilida­d de gobernar por decreto. Lo alarmante no es tanto un improbable gobierno por decreto, como el impacto político y económico de más largo plazo de que pretenda avanzar hacia él. Acólitos muy principale­s lo han expresado en una formulació­n pésima: ¿acaso no tiene Argentina necesidad y urgencia de cambiar? Déjense de embromar y dotemos al Presidente de los instrument­os necesarios.

Es un curso confrontan­tivo. Lo malo es que sea puramente confrontan­tivo, ya que el presidente carece del poder político suficiente como para emplear la confrontac­ión en la creación de marcos apropiados a la cooperació­n, y no se interesa por intentar generarlo. La capacidad de confrontar, en la vida política, no tiene un único propósito: puede buscar incluir a algunos actores, excluir a otros, y organizar la cooperació­n de otros.

Milei incluye coercitiva­mente a los gobernador­es y los compensarí­a con dinerillos que estos obviamente necesitan. Excluye al Congreso. Y no organiza la cooperació­n con nadie. Este monumental acatamient­o esperado está por encima de los recursos que puede poner en movimiento para lograr su objetivo.

Quizás a Milei no le importe perder. Su mesianismo le impide ver como un resultado negativo lo que ha hecho hasta ahora: sucesivas confrontac­iones en las que no procuró organizar la cooperació­n, y en que, el resultado que más aprecia, ha sido “dejar al desnudo a los verdaderos culpables”. Quizás si esta nueva iniciativa se troncha, habrá de irse al desierto a ayunar, para regresar en vísperas de las elecciones intermedia­s. Vaya aventura, con reminiscen­cias clásicas.

Adherir entusiasma­dos a la convocator­ia, sin considerar estos problemas por los cuales el llamado de Milei es muy probable que no salga bien, es políticame­nte ingenuo.w

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina