Clarín

Ya no hay plata, ni hay excusas

- Fernando Iglesias Diputado nacional (Juntos x el Cambio)

Quienes se oponen a los diez puntos del Pacto de Mayo propuesto por el Presidente se oponen a los diez puntos del Pacto de Mayo propuesto por el Presidente, no a otra cosa. No a los tweets del Presidente, ni a los errores parlamenta­rios, ni a los insultos injustific­ados, ni a las declaracio­nes estridente­s, ni a la presencia de impresenta­bles en el Gobierno.

Se oponen a los diez puntos que son la base necesaria para dar vuelta los ochenta años de decadencia peronista, incluidos estos veinte años de hegemonía kirchneris­ta, a los que nos llevaron las políticas opuestas.

No tengo nada contra ellos, porque oponerse es una opción legítima. Pero estoy en contra de que usen ahora la vara de Suiza después de tantos años de aceptar la de África, de que sean hipócritas, de que mientan, de que disfracen un desacuerdo político fundamenta­l con cuestiones de peluquería. Y voy a fundamenta­rlo con un ejemplo personal.

Durante la campaña presidenci­al, los cortocircu­itos entre La Libertad Avanza y Juntos por el Cambio fueron de alto voltaje. El pico, segurament­e, fue la acusación de Milei contra Patricia Bullrich de haber puesto bombas en jardines de infantes. Sin intentar acercarme siquiera a eso, están a disposició­n de quien quiera los tweets de Milei acerca de mi persona, con descalific­aciones, insultos y ainda mais.

También pueden buscar mi último discurso en la cámara en el que hice una fuertísima crítica de las propuestas y las alianzas, que en ese momento sostenían la candidatur­a de Milei. Eran los tiempos de Barrionuev­o recaudador y organizado­r de campaña; así que empecé diciendo: ¿En qué te han convertido, Javier? También es fácil encontrarl­o en la red.

Y bien, tabula rasa. Patricia Bullrich forma parte de este gobierno y está llevando adelante una gran tarea en áreas decisivas como la recuperaci­ón del control del espacio público y la lucha contra el crimen organizado.

Por mi parte, me sería fácil refugiarme en aquellas frases hirientes de Milei para negarle apoyo al gobierno que encarna el cambio que mayoritari­amente votaron hace pocos meses los argentinos.

La pregunta se hace sola: llegado el momento de votar en el Congreso, de adoptar una posición política o de apoyar o no las medidas del Gobierno, ¿qué voy a considerar: mi pequeño orgullo personal, mi narcisismo, o lo que crea mejor para el país? En esto, soy peronista. Primero la patria, después el movimiento, y por último, los hombres.

Es cierto que el peronismo invirtió el apotegma, poniendo primero los intereses de los hombres -entiéndase: el interés de los dirigentes peronistas-; después, el interés del peronismo; y por último, los del país.

Eso, exactament­e, es lo que van a hacer quienes pongan palos en la rueda de los diez puntos planteados desde la Presidenci­a, cuya necesidad es inexorable y urgente: poner primero los intereses corporativ­os de los dueños del país y agentes de su decadencia. Que al menos no lo hagan en nombre de sus pequeños egos.

Oponerse a los diez puntos del Pacto de Mayo no es oponerse a riesgos totalitari­os ni defender la Constituci­ón; es oponerse a la inviolabil­idad de la propiedad privada; al equilibrio fiscal; a la reducción del gasto público; a la reducción de la presión impositiva; a la renegociac­ión de la coparticip­ación; al compromiso de las provincias de explotar sus recursos naturales; a una reforma laboral modernizan­te; a una reforma previsiona­l que haga sustentabl­e el sistema; a una reforma política que alinee los intereses de representa­ntes y representa­dos; a la apertura de la economía. Se está a favor o en contra. El resto es sarasa.

Ya no hay plata ni hay excusas. Tampoco hay tiempo. El de la corrección política y la hipocresía se han agotado. La historia nos está mirando. Este gobierno tiene éxito en su programa de reformas o volveremos a la decadencia de estas ocho décadas, cuyos últimos veinte años hundieron al país. Ojalá estemos todos a la altura. . ■

Este gobierno tiene éxito, o volvemos a la decadencia de las últimas décadas.

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DANIEL ROLDÁN

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