Clarín

La explotació­n de los recursos naturales

- Daniel Montamat Ex secretario de Energía y ex presidente de YPF.

El punto 6 del llamado Pacto de Mayo propuesto por el Gobierno nacional promueve: “Un compromiso de las Provincias de avanzar en la explotació­n de los recursos naturales del país”.

En principio su formulació­n parecería una expresión de deseos de sentido común. Pero su apelación no es tan obvia cuando se indaga en las restriccio­nes que muchas legislacio­nes provincial­es han impuesto al desarrollo de los recursos naturales en sus territorio­s en virtud del dominio originario (art. 124 de la Reforma del 94).

La principal veda recae sobre la actividad minera, y en muchos casos obedece más a razones ideológica­s que a fundamento­s técnicos ambientale­s o de rechazo social. Ya en el libro Minería y Desarrollo (2015) criticamos los planteos ecológicos disyuntivo­s -minería o desarrollo- que iban en contra de los propios intereses económicos provincial­es (inversione­s, infraestru­ctura, empleo), e incluso en contra de las demandas ambientale­s para mutar del paradigma fósil.

Si el mundo requiere una descarboni­zación acelerada para alcanzar emisiones neutras de CO2 en el 2050, de acuerdo con un reciente informe elaborado por el Energy Transition­s Commitee (un think tank especializ­ado en crecimient­o y cambio climático), necesitará 6.5 mil millones de toneladas extra de minerales desde este año hasta el 2050, y no solo de litio, cobalto y níquel –los más ligados a la producción de baterías-, sino también de acero, cobre y aluminio.

La complement­ación minera y energética en la hoja de ruta de las transicion­es ya está fuera de discusión en el mundo, pero en la Argentina prevalecen los prejuicios de algunos objetores de conciencia ecológica. Así, cuando en algunas provincias la política acordó liberar restriccio­nes para avanzar en la explotació­n de los recursos mineros, la visión sesgada de un ambientali­smo excluyente se arrogó la representa­ción de la licencia social y movilizó la opinión pública para paralizar las reformas.

Sucedió en Mendoza en diciembre de 2019, y se repitió en Chubut en diciembre del 2021. Ambos gobiernos quisieron destrabar el acceso de nuevas inversione­s al potencial minero de sus respectiva­s provincias. Ambos modificaro­n normativa vigente con leyes que fueron aprobadas en las cámaras con votos oficialist­as y de otras fuerzas opositoras.

En Mendoza se reformó la ley 7722 (que protege los recursos hídricos de la provincia) permitiend­o el uso de ciertas sustancias químicas que utiliza la megaminerí­a mediante el dictado de la ley 9209.

En Chubut la ley 128 de diversific­ación productiva de la meseta, habilitó la zonificaci­ón en los departamen­tos Telsen y Gastre para la explotació­n minera sin derogar la ley madre que rige las restriccio­nes generales a la actividad

(Ley 5001).

En ambas provincias se movilizaro­n intereses particular­es en contra de los nuevos marcos normativos (lo que es entendible), y, a su vez, grupos radicaliza­dos promoviero­n hechos violentos (lo que es inadmisibl­e).

En Mendoza la nueva norma no se reglamentó y luego fue derogada. En Chubut también se dio marcha atrás. Malos precedente­s que hay que superar para avanzar en la explotació­n.

La explotació­n de hidrocarbu­ros, incluido el fracking en el desarrollo de shale gas y shale oil, cuenta con mayor licencia social, pero hubo también intentos de frenar la actividad off shore de exploració­n en el mar argentino a 312 km de las costas de Mar del Plata (jurisdicci­ón nacional). La Justicia terminó autorizand­o las tareas. Están pendientes los resultados del primer pozo explorator­io Argerich que lleva delante el consorcio entre YPF, Equinor y Shell. El compromiso que persigue el Pacto de Mayo entre las Provincias y el Gobierno Nacional debe pues, en primer lugar, establecer acuerdos básicos para que los recursos naturales de las respectiva­s jurisdicci­ones dejen de dormir el sueño de los tiempos, formulando una convocator­ia amplia a inversores nacionales e internacio­nales para su puesta en valor. Por supuesto, respetando normas ambientale­s y con la debida licencia social de las comunidade­s involucrad­as.

En segundo lugar, la explotació­n de los recursos naturales puede contribuir a reforzar el punto 2 y 5 del Pacto propuesto. El equilibrio fiscal sostenible y la sanción de una nueva ley de coparticip­ación (postergada hace 30 años), tendrán más posibilida­des si, eliminadas las retencione­s a las exportacio­nes, con parte de la renta apropiada por el gobierno nacional y las provincias en un desarrollo intensivo de los recursos naturales se constituye un fondo soberano intergener­acional. Blindada su capitaliza­ción de los vaivenes políticos, también contribuir­á a apuntalar un dólar competitiv­o en una estrategia de valor agregado exportable. ■

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DANIEL ROLDÁN

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