Clarín

Caso del ingeniero asesinado: apareció el médico, pero se negó a declarar

Identifica­do como “Javier”, atribuyó la muerte de Roberto Wolfenson en Pilar a un paro cardiorres­piratorio.

- Natalia Iocco niocco@clarin.com

“Le busqué la explicació­n a una muerte estúpida”, diría Juan Ramón Gauvry Gordon sobre su actuación el 27 de octubre de 2002, cuando fue al country Carmel, en Pilar, para atender a “una mujer con pérdida de conocimien­to”.

El médico, hoy de 55 años, fue condenado a tres años de cárcel en 2011 y absuelto en 2015. Lo habían acusado de encubrir el crimen de María Marta García Belsunce (50). El paralelism­o resurge en la investigac­ión por el caso del ingeniero Roberto Wolfenson (71), asesinado entre el 22 y el 23 de febrero en su casa del country La Delfina, en Derqui, Pilar.

Allí, el primer médico llegó en una ambulancia del servicio de emergencia­s contratado por la administra­ción del barrio. “Se identificó como Javier”, confiaron las fuentes. “Javier” escribió: “Paro cardiorres­piratorio súbito”. No indicó nada de la sangre, las manos heridas, golpes en la cara, marcas en el cuello. No fueron indicio suficiente para la duda.

En realidad, Javier era el hermano de Javier Mejía López, un dato al que los investigad­ores llegaron buscando al dueño de la firma que certificó la constancia. Este hombre declaró ante el fiscal Germán Camafreita (UFI N° 3 de Pilar del Departamen­to Judicial de San Isidro) y aseguró que “se recibió de médico en Bolivia” y “usó el sello del hermano”.

El supuesto médico no es un prestador de la empresa Vital y la clave y usuario que usó para cargar la gestión en el sistema interno es de otro médico, que negó haber trabajado ese día, aunque era el indicado por guardia.

El hombre, que usó su nombre real para certificar la muerte, fue localizado y se rehusa a declarar, pero podrían apelar a la fuerza pública para que se presente a dar su versión en la Justicia. Además, los abogados de la familia de la víctima quieren saber cómo tenía datos de su historial médico.

Si bien las diferencia­s entre un caso y otro son estructura­les, es imposible no recordar a Juan Gauvry Gordon y la teoría de la bañera. Tan “imposible” como confundir un disparo con un golpe, como confundir una asfixia con un infarto.

En el caso García Belsunce, Gauvry Gordon declaró: “Pensé que se golpeó con la viga al levantarse, tambaleó y cayó a la bañera, entre los grifos, que era un objeto punzocorta­nte y se desvaneció en la bañera, donde se ahogó”.

Fue el primer médico en llegar a la escena del crimen, en una ambulancia de la empresa Paramedic, luego de que el viudo Carlos Carrascosa llamara a OSDE.

Esa negligenci­a, más la indicación a la masajista Beatriz Michelini para que limpiara la escena del crimen, fueron la punta de un ovillo que permitió que el crimen de María Marta siguiera impune.

Casi 22 años después se convirtió en protocolo pedir autopsia antes de trasladar un cuerpo. Los resultados de la autopsia de Wolfenson se tuvieron en 12 horas. El fiscal Andrés Quintana, que entonces reemplazab­a a Germán Camafreita, llevó adelante la acusación contra Nicolás Pachelo, el vecino de María Marta al que siempre apuntó la familia de la socióloga, pero fue absuelto.

“Tenía tres orificios del tamaño de mi dedo. Introduje solo la punta del dedo, no la primera falange. Me pareció un accidente doméstico. Traté de buscar la mecánica del accidente. Era un baño complicado”, describió Gauvry Gordon, quien ayudó a colocar el cuerpo de María Marta en la cama de la habitación principal y llamaron a una casa velatoria.■

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