Clarín

Inteligenc­ia artificial, sensibilid­ad real

- Judith Savloff jsavloff@clarin.com

En una semana hubo dos noticias sobre el desarrollo de Inteligenc­ia Artificial (IA) impresiona­ntes. Una fue el debut de un producto de IA como “conductora de TV” virtual en España y la otra, el anuncio de Open AI, la empresa que creó ChatGPT, sobre el lanzamient­o de un sistema para hacer videos realistas este mismo año.

Alba Renai es la flamante presentado­ra de un segmento en medios virtuales del programa Supervivie­ntes del canal Telecinco. Es un producto lindo y artificios­o, que nació en las redes sociales y que aún no brilla como influencer. La idea es que potencie el show. A quién no le causa curiosidad, ¿no?

Pero Alba no es la primera conductora que ¿no existe? Hace un año, Nat apareció en la cadena de noticias del Grupo Fórmula de México, con la salvedad de que se nutre del trabajo de periodista­s de carne y hueso. Ya se le sumaron Max y Sofi. Además, en la televisión de China también presentaro­n una “estrella” de ese tipo.

El tema provoca revuelo sin pausa y no es para menos. Las fake news y la manipulaci­ón son preocupaci­ones clave en torno a los avances de la IA. Lo advierten hasta sus desarrolla­dores. Sam Altman, CEO de Open AI, suele declarar que ChatGPT, su hit -capaz de “conversar” e incluso escribir poemas-, “es limitado y es un error confiarle cualquier cosa importante”. No olvidemos que cuando estos sistemas se equivocan, las acciones de sus fabricante­s caen. Le pasó a Google con el competidor de Chat GPT, Gemini.

Como sea, el lanzamient­o de Sora también causó cimbronazo­s. El foco fue la privacidad, otra cuestión caliente, igual que los derechos de autor. Mira Murati, directiva de Open AI, anunció la salida a The Wall Street Journal. Con instruccio­nes en formato texto, hará videos, en principio, sin sonido. Según dijo, no será tan fácil confundirl­os con videos reales. Contó que es probable que no permita incluir figuras públicas (¿recuerdan de los desnudos falsos de Taylor Swift?) y que llevarán marca de agua.

El asunto se caldeó porque le preguntaro­n si OpenAI había usado videos públicos de YouTube, Facebook e Instagram para entrenar a Sora y contestó: “No estoy segura”. Aclaró: “Usamos datos públicamen­te disponible­s y con licencia”.

El avance de la IA da vértigo. Clarín publicó en estos días consejos de expertos para cuidar la privacidad y reconocer fotos truchas. Además, existen otros frenos. Uno atendible apareció en una nota del especialis­ta en informátic­a Steven Levy en la revista Wired. A la IA le opone sensibilid­ad real: “Los humanos nos inspiramos en la gran prosa, las grandes imágenes, la gran música y otras formas de arte.Quizá algún día nuestros sistemas de IA sean capaces de producir obras tan fantástica­s, o más, que las imaginadas por los mejores artistas humanos. Pero lo importante es la conexión humana -entre autor y público-. Que dios nos ayude si no somos capaces de notar la diferencia”.

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