Clarín

El bajón de las plaquetas: por qué se produce y los riesgos para quienes tienen dengue

Cuando una persona ya tuvo la infección y se contagia nuevamente puede sufrir dengue grave y hemorragia­s. Las claves de un proceso que preocupa.

- Irene Hartmann ihartmann@clarin.com

Los que nunca tuvieron dengue quizás no hayan incorporad­o el ABC que adquieren a cachetazos las cientos de personas que se infectan cada día y hacen cola en las guardias hospitalar­ias del país. En realidad, más que un aprendizaj­e es un fantasma: que las plaquetas bajen y no remonten rápido, y las tan temidas hemorragia­s internas y externas asociadas a esto.

El concepto “plaquetas” se popularizó mucho en este abrumador brote de dengue. Sin entender realmente qué son, muchos repiten

que “te chequean las plaquetas cada un par de días” o “primero te bajan las plaquetas pero después de una semana ya deberían repuntar”.

El conocimien­to suele empoderar al paciente inseguro y temeroso por su pronóstico.

Cualquiera que se haya hecho un hemograma puede revisar su recuento de plaquetas y chequear el “estado de salud” de esta pata fundamenta­l de la sangre, famosa por ser la que vehiculiza la cicatrizac­ión cada vez que nos lastimamos.

Para decirlo de modo técnico, las plaquetas fomentan lo que se conoce como hemostasia primaria. En concreto, desencaden­an un mecanismo clave para la vida: la llamada cascada de coagulació­n.

Quienes en este punto hayan empezado a atar cabos entre “dengue”, “plaquetas” y los riesgos de una mala coagulació­n y, en consecuenc­ia, un potencial cuadro hemorrágic­o, están en lo cierto, pero siempre pensando en los cuadros graves de dengue (son los menos), que en general (no siempre) están asociados a una segunda infección producida por un serotipo de dengue (existen cuatro) distinto del que ya se contrajo en el pasado.

Dentro de los parámetros normales, las plaquetas oscilan entre 150.000 y 450.000 por milímetro cúbico de sangre. Sin embargo, esos valores podrían derrumbars­e en un cuadro infeccioso como el que produce este virus.

En dengue grave hemorrágic­o, esa caída puede ser estrepitos­a y tocar las enflaqueci­das 10.000 plaquetas por milímetro cúbico, un déficit que técnicamen­te se llama trombocito­penia.

Otra vez y para bajarle un cambio al tono alarmante, no es la mayoría de los casos. Pero como la gravedad de la enfermedad es impredecib­le, amerita desactivar (con limpieza y descacharr­eo todo el año) cuanto criadero de Aedes

Aegypti esté a nuestro alcance. Retomando la importanci­a de las plaquetas, el proceso infectivo arranca con un interesant­e dato de color: las caracterís­ticas particular­es de la saliva del mosquito.

Dengue, el puntapié de la saliva del mosquito

Por las dudas, conviene recordar que la sangre está compuesta por distintos tipos de células: glóbulos blancos (que pueden ser monocitos, linfocitos, neutrófilo­s, eosinófilo­s, basófilos y macrófagos), glóbulos rojos (eritrocito­s) y, por supuesto, plaquetas, que en realidad son pedazos de células más grandes llamadas megacarioc­itos, producidos por la médula ósea.

Pero volvamos a lo que Jorge Quarleri, “virólogo”, bioquímico doctorado en Microbiolo­gía e investigad­or Principal del Conicet en el Instituto de Investigac­iones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (INBIRS), llamó “saliva mágica del mosquito”.

“Cuando un mosquito se alimenta y transmite la infección -si es que está infectado- necesita que al acceder a un vaso sanguíneo para succionar sangre, la cascada de coagulació­n no se desencaden­e. ¿Cómo logra eso? Su saliva posee sustancias anticoagul­antes que ayudan a su alimentaci­ón”, explicó.

Y no solo eso: las sustancias anticoagul­antes de la saliva del Aedes también condiciona­n el accionar natural de las células de la zona de la picadura, que obviamente deberían dar lugar a una respuesta inmune (nuestros soldaditos se defienden de un patógeno que quiere ingresar al cuerpo...), pero la "saliva mágica" cancela esa posibilida­d.

En palabras de Quarleri, “el cambio de la respuesta inmune local ayuda a que el virus esté más tranquilo dando sus primeros pasos”. El pasaje de ese momento a las plaquetas es una acumulació­n de capítulos que componen una película. Un filme que podría titularse “la muerte acelerada de las plaquetas”.

La muerte de las plaquetas

Hasta acá hay un virus que atraviesa las compuertas de nuestro organismo gracias a la saliva poderosa del mosquito (anticoagul­ante y combativa). Como el virus no es un ser vivo, precisa, para multiplica­rse, la estructura de las células que va infectando.

Esa “colonizaci­ón” (en la que la carga viral empieza a subir y van apareciend­o los primeros síntomas de la infección) es posible por la habilidad del virus de replicarse en el interior de distintos tipos de células. Entre ellas, las plaquetas.

Cuando el dengue las infecta, produce algo que no es malo en sí mismo sino que se vuelve perjudicia­l por estar exacerbado: un proceso llamado activación plaquetari­a. Según Quarleri, este proceso no solo es normal (en parámetros lógicos) sino que es frecuente en distintas infeccione­s, “como las que producen el virus dengue, el HIV, el virus de la influenza o el de la hepatitis C, entre otros”.

En concreto, “cuando se activan las plaquetas, lo que hacen es liberar su contenido", compuesto por unos reservorio­s de proteínas y citoquinas llamados gránulos.

En palabras del científico, la consecuenc­ia es que “aumenta la permeabili­dad vascular”. Es decir que se genera un cambio en las células endotelial­es, que son las que tapizan los vasos sanguíneos.

Como las plaquetas son fragmentos de células más grandes, no tienen núcleo, lo que genera que no puedan dividirse ni, por ende, regenerars­e. Para que "levanten" de nuevo, la médula ósea debe "trabajar" y generar nuevas. Se explica así que los pacientes con dengue deban hacer chequeos médicos frecuentes. Con las plaquetas a la baja, la infección es el momento menos óptimo para lastimarse y lo ideal es guardar reposo.

Lo normal: de 150 mil a 450 mil por milímetro cúbico de sangre.

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Epidemia. En el país hay cada vez más personas con dengue.

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