Clarín

Corrientes 2024: la gran avenida porteña que siempre se transforma

Se van a cumplir cinco años de la peatonaliz­ación de dos de sus carriles, el último cambio. La actualidad de sus famosas pizzerías y teatros y los recuerdos de los tiempos de la bohemia.

- Silvia Gómez sgomez@clarin.com

Se cumplen cinco años de la última de las grandes transforma­ciones de la Avenida Corrientes. Porque además de ser “la calle que nunca duerme”, es un emblema de la Ciudad de Buenos Aires y una supervivie­nte de todo cuanto acontece en el país; sus idas y sus vueltas, buenas y malas, los cambios de costumbres y tendencias, que la llevaron a ser la calle da la bohemia y la cultura entre los 60 y los 80, a su imagen actual, en la que queda poco de aquellos años.

En abril de 2019, la avenida inauguró su peatonaliz­ación y desde ese momento, todas las noches, vecinos y vecinas, y turistas nacionales y extranjero­s, van y vienen conformand­o una marea humana que aprovecha a full las múltiples ofertas que ofrece Corrientes: bares, cafés, restaurant­es, heladerías, teatros, librerías y fichines.

De Callao a Libertad, la peatonal se enciende cuando cae el sol. ¿Siempre fue así? El empresario teatral Carlos Rottemberg lleva asentado en la avenida más de 40 años y tiene recuerdos increíbles de cómo se veía en los 80. “Los teatros de revista tenían una particular­idad, funciones en trasnoche. Y mucho público llegaba desde el Bajo, era una marea de gente subiendo por Corrientes. El Luna Park aún ofrecía veladas de boxeo y en aquellos años la fórmula era: boxeo, pizza, revista. Por eso era muy pintoresco ver a la horda humana llegando hasta los teatros”, recuerda.

Ahora no hay funciones hasta tan tarde. Las luces se apagan más temprano, cuando terminan las funciones de los teatros y los restaurant­es se vacían.

Y como en otras calles de la Ciudad, la crisis también se ve sobre las veredas de la avenida, en las que hay gente durmiendo.

Prácticame­nte ya no hay peleas en el Luna Park, pero los teatros y la actividad gastronómi­ca continúan. Con enormes cambios, claro. Quizá el hito de estos cambios haya sido el cierre de La Paz, en la esquina de Corrientes y Montevideo, famoso por la cantidad de artistas e intelectua­les que convocaba -punto de encuentro de la bohemia de aquellos años- y porque Fito Páez compuso “11 y 6” (Giros, 1985), con este bar como escenario inmortaliz­ado en versos como “durante un mes, vendieron rosas en La Paz”.

Hoy allí funcionan dos espacios gastronómi­cos en uno: el bar Tienda de Café y el restaurant­e Fabric Sushi. Y nada queda de la estética de aquel mítico bar.

Gabriel Famá está al frente de uno de los locales más famosos de avenida: la heladería Cadore. Para probar lo que muchos consideran el mejor dulce de leche de la Ciudad, hay que hacer más de media hora de cola.

Una de las razones que explican la fama de este sabor es su método de fabricació­n: se toman el trabajo de hacer el dulce de leche en forma casera, reduciéndo­lo a fuego lento durante 14 horas.

La heladería ocupa un local finito, casi en la esquina con Rodríguez Peña. No hay cámara frigorífic­a, por lo que todo lo que se produce en el día, se vende.

Funciona allí mismo desde 1957 y Gabriel empezó a trabajar con su familia en los años 70, durante los veranos. “Recuerdo a la Corrientes de los 70 y los 80 como una avenida que concentrab­a todo. Si querías salir tenías que venir acá. La pizza, los cines, teatros, y el café. En los barrios era totalmente excepciona­l encontrar todas estas opciones”, recuerda Famá.

“Por un lado, la veía como un sitio extraordin­ariamente cultural. Y no sólo por las librerías, sino porque en los bares podías encontrar a

“Antes la fórmula era boxeo, pizza y revista”, dice un empresario.

poetas, músicos, escultores, rockeros; sobre todo por la noche. Y por otro lado, por la mañana, ya tenía un movimiento muy importante de trabajador­es que pasaban a desayunar, una tradición que se perdió”, cuenta.

Quizá este tema marca una gran diferencia con la actualidad. Ese ritual de desayunar, tomar un café, comer un par de medialunas y leer los diarios de papel se modificó. Por un lado, porque la crisis impacta en este tipo de consumos -un café con leche con dos medialunas pueden costar entre $ 3.000 y $ 3.500- y porque algunos bares recién empiezan a desperezar­se a las 9 de la mañana.

No es el caso de La Giralda o La Pasta Frola, dos clásicos de la avenida, que aunque cambiaron y se renovaron, sirven desayunos desde bien temprano.

También hay otros que ya no existen, que dejaron su nombre en la historia, como Los Pinos, El Foro, Ondine, Costa Azul y Ramos, entre otros. Pero sin dudas, como se dijo, el más reconocido de todos fue La Paz. Cerró el 20 de marzo de 2020, con la llegada de la pandemia de coronaviru­s, y no reabrió sus puertas.

Rottemberg -quien inició su carrera en el Teatro Tabarís (hoy Multitabar­is Comafi, del “otro lado” del Obelisco)- entiende que “el cambio más importante fue que en aquellos años el teatro de revista tenía mucha fuerza. Y competía en cuatro salas, en el Astros, el Maipo, Lola Membrives, y el Tabarís. Convocaban a una cantidad de público enorme. Y otra particular­idad de aquellos años es que podían convivir los espectácul­os más frívolos y populares, con otros protagoniz­ados con representa­ntes de los géneros dramáticos. La programaci­ón era más amplia. Por ejemplo, Alfredo Alcón no solamente actuaba en los teatros públicos, sino también en los comerciale­s”, recuerda.

Y cuenta una anécdota de aquellas épocas: en 1981, el teatro El Picadero sufrió un atentado con una bomba incendiari­a que lo destruyó. Una semana antes del atentado, un grupo de dramaturgo­s, directores y actores habían iniciado el ciclo Teatro Abierto, un movimiento de oposición cultural a la dictadura cívico - militar.

El Tabarís ofreció su sala, y fue que en el mismo teatro se podían ver dos obras que podían considerar­se “antagónica­s”: revista y Teatro Abierto.

Arturo Puig charló con Clarín y aportó su visión sobre aquellos y estos tiempos: “Para tener dimensión, siempre les cuento a mis colegas jóvenes cómo se trabajaba en los 80. Con la obra Sugar (junto a Susana Giménez y Ricardo Darín), hacíamos dos funciones por día, de martes a domingos, a sala llena”.

Hoy el cambio fundamenta­l lo observa en lo que ofrece la cartelera: “La mayoría de los teatros tienen comedias y musicales. Hay un pensamient­o generaliza­do de que en momentos difíciles la gente quiere reír. No está mal, suena lógico. Pero lo interesant­e de Corrientes y su oferta es que también hay espacio para obras como las nuestras”, analiza Puig. Junto a Selva Alemán, protagoniz­a “Largo viaje de un día hacia la noche”, de Eugene O’Neill, en el Teatro San Martín.

Como las comedias, la obra del San Martín también es un éxito. La última función será el 31 de marzo y luego tienen ofertas para llevarla a Mar del Plata y a Santa Fe.

Después de un 2023 “histórico”, con récord de venta de entradas teatrales y colas en comercios como pizzerías y heladerías, la avenida se prepara para dar pelea nuevamente.

“Tuve que aprenderme las efemérides uruguayas, porque fue notoria la cantidad de turismo que recibimos en los teatros. Primero uruguayos, después chilenos, un poco menos de Paraguay y Bolivia, también desde México y Perú. Salvo Brasil, por el idioma, la presencia de extranjero­s fue notable”, destacó Rottemberg al aluvión de extranjero­s luego de la pandemia y con el dólar “barato” para ellos.

Güerrín, La Americana y Banchero son algunas de las pizzerías clásicas que están sobre la avenida hace décadas y se sostienen. También Los Inmortales. El mismo caso es el del Gato Negro, el bar de especias inaugurado hace más de 90 años y que se convirtió en bar notable. O el bar y pizzería La Opera, un ícono en la esquina de Callao.

Pero 2024 pinta distinto. Y los teatros siguen siendo el termómetro de lo que pasará con la vida de la avenida. Ya los dos primeros meses del año arrancaron con un descenso del 30% en la venta de tickets, auditado por AADET, la cámara que agrupa a los empresario­s de la música y el teatro. “Por supuesto esta baja repercute en la actividad comercial de la avenida, que sufre el impacto, desde los restaurant­es hasta los estacionam­ientos. Concretame­nte, el 23 puso la vara muy alta contra un 24 que algunos creemos que ya está bastante jugado; será un año de un menor consumo para la actividad”, sentenció Rottemberg. ■

Su pérdida más notable fue el cierre del bar La Paz, en 2020.

Tras la pandemia, la avenida se llenó de turistas extranjero­s.

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FOTOS: MARIANA NEDELCU Nunca duerme. La noche en Corrientes y sus artístas callejeros.
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Sonrisa y selfie. Los jóvenes redefinen los usos y consumos de la avenida en su espacio peatonal.
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Clásicos. Sus teatros siguen brillando pero ahora no cierran tan tarde como en los años ‘80.
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Libros en la noche. Las librerías son otra seña particular de la avenida Corrientes.

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