Clarín

“Hacer memoria, pero siempre con la verdad histórica”

- Gastón Bivort gastonbivo­rt2@gmail.com

Cuando abordaba el estudio de los episodios de nuestra Historia vinculados a los oscuros años 70 del golpe militar del 24 de marzo de 1976, prevenía a mis alumnos sobre las miradas parciales y sesgadas que iban a encontrar. Esas miradas a medias, calaron hondo en una parte de nuestra sociedad que no vivió aquella etapa tan dolorosa ni se informó debidament­e de lo ocurrido. Aunque duela aceptarlo, lo primero que debemos recordar en honor a la verdad histórica, es que en 1976 la mayor parte de la sociedad argentina pedía a gritos que los militares asuman su rol de garantes del orden, que ella misma les había asignado. Los valores democrátic­os quedaban relegados a un segundo plano.

El filósofo e historiado­r búlgaro ya fallecido, Zvetan Todorov, al regresar de un viaje a la Argentina en 2010, escribió una columna en el diario El País de España que me proporcion­ó las palabras justas para explicar a mis alumnos desde dónde nos teníamos que posicionar para estudiar esta época: “Una sociedad –dijo Todorovnec­esita conocer la historia, no solo tener memoria. En el caso argentino, un terrorismo revolucion­ario precedió al terrorismo de Estado de los militares, y no se puede comprender el uno sin el otro”. No lo dijo un recalcitra­nte personaje de la de extrema derecha, sino que lo hizo un extranjero despojado de todo interés o intenciona­lidad política, dispuesto a conocer “in situ” lo que pasó en el país. “Los extranjero­s -prosiguió, - divisamos cosas que a los habitantes del lugar se le escapan”. Debido a que Todorov había escrito sobre diversos acontecimi­entos traumático­s del siglo XX como los genocidios, los regímenes totalitari­os y los crímenes de guerra, las autoridade­s que lo recibieron (transcurrí­a por entonces el primer gobierno de Cristina Kirchner), lo llevaron a visitar la ex ESMA, emblema de los centros clandestin­os de detención que funcionaro­n durante la dictadura, e hicieron lo propio con el Parque de la Memoria, erigido a orillas del Río de La Plata en costanera norte. Por ese entonces había 10.000 nombres de víctimas inscriptos en ese memorial, que siguió nutriéndos­e de otros nombres. Más tarde se demostró que algunas de esas presuntas víctimas de la dictadura vivían o habían muerto en el exilio, cayeron al intentar copar un regimiento militar o perdieron la vida al perpetrar un atentado terrorista. Incluso quedó registrado como víctima de la dictadura algún “traidor” ajusticiad­o por sus propios camaradas. El objetivo era llegar a los 30.000 desapareci­dos, número emblemátic­o desmentido por la documentac­ión y las pruebas recabadas por la Conadep durante el gobierno de Alfonsín. Todo esto no exime a los militares de responsabi­lidad por los horrores cometidos en el pasado. Sin embargo, la historia se escribe con fuentes documental­es y no sólo con relatos fragmentad­os provistos por una memoria sesgada.

En la columna mencionada, titulada “Un viaje a Argentina”, Todorov afirmó: “... el término ‘terrorismo de Estado’ empleado para designar el proceso que conmemoran estos lugares, es muy apropiado. Las personas detenidas eran maltratada­s en ausencia de todo marco legal. Primero, las sometían a unas torturas destinadas a arrancarle­s informacio­nes que permitiera­n otros arrestos. A los detenidos, les colocaban un capuchón en la cabeza para impedirles ver y oír; o, por el contrario, los mantenían en una sala con una luz cegadora y una música ensordeced­ora. Luego, eran ejecutados sin juicio: a menudo narcotizad­os y arrojados al río desde un helicópter­o; así es como se convertían en “desapareci­dos...”. Pero más adelante agrega “... en ninguno de los dos lugares que visité vi el menor signo que remitiese al contexto en el cual, en 1976, se instauró la dictadura, ni a lo que la precedió y la siguió. El periodo 1973-1976 fue el de las tensiones extremas que condujeron al país al borde de la guerra civil. Los Montoneros y otros grupos de extrema izquierda organizaba­n asesinatos de personalid­ades políticas y militares, que a veces incluían a toda su familia, tomaban rehenes con el fin de obtener un rescate, volaban edificios públicos y atracaban bancos...”.

Está claro que el historiado­r sospechaba que una parte del pasado le fue escamotead­o adrede, y eso lo preocupó especialme­nte: “...una sociedad necesita conocer la Historia, no solamente tener memoria. La memoria colectiva es subjetiva: refleja las vivencias de uno de los grupos constituti­vos de la sociedad; por eso puede ser utilizada por ese grupo como un medio para adquirir o reforzar una posición política (…) La Historia nos ayuda a salir de la ilusión maniquea en la que a menudo nos encierra la memoria: la división de la humanidad en dos compartime­ntos estancos, buenos y malos, víctimas y verdugos, inocentes y culpables”.

En definitiva, como afirma el historiado­r, “la manera de presentar el pasado en estos lugares segurament­e ilustra la memoria de uno de los actores del drama, el grupo de los reprimidos; pero no se puede decir que defienda eficazment­e la verdad, ya que omite parcelas enteras de la Historia”. Es necesario entonces que toda reflexión que se haga en torno a estos dolorosos sucesos del pasado, tenga en cuenta la verdad histórica.

Por lo tanto, cada 24 de marzo es indispensa­ble hacer memoria, sí, pero siempre dentro del contexto que nos ofrece la Historia.

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