El dengue no tiene freno y ya hay un récord de infectados
El país batió la marca histórica cuatro meses antes que el año pasado. Faltan acciones de concientización.
El déficit de intensidad durante todo el año de campañas de prevención contra la proliferación del mosquito transmisor del dengue ha determinado que ya a esta altura de 2024 se haya batido el récord histórico nacional de casos. Con una salvedad: la marca de 2023, había sobrepasado los 130 mil contagios recién a mitad de año.
Hoy, la cifra llegó a la inédita cantidad de 151.310 casos registrados (31.303 más que la última semana) y 106 muertes (27 más en siete días), y es una incógnita hasta dónde podrá trepar la curva. Las lluvias frecuentes y abundantes no han hecho más que propiciar la reproducción del Aedes aegypti.
Si bien hay una vacuna disponible, aprobada por la ANMAT en abril de 2023, la mayor parte de la población susceptible de cuadros graves hoy no tiene acceso porque el precio supera los 70 mil pesos por dosis y se necesitan dos. Según datos de Takeda, el laboratorio que la produce, hasta ahora se han aplicado entre 250 mil y 300 mil vacunas.
El Estado -ya sea nacional, provincial o municipal- no hizo lo suficiente en el territorio de manera activa o persuasiva para lograr algo que parece sencillo: dar vuelta los recipientes en los hogares. Esa acción hubiera significado la diferencia entre una epidemia de dengue sin precedentes como la actual y otra inofensiva, del montón.
A ese descuido se suma que desde el pedestal cotidiano del Gobierno nacional no se pierda oportunidad para echar tierra a una vacuna que tiene el visto bueno de las autoridades sanitarias argentinas, lo que no sólo margina el medicamento como herramienta de salud, sino que puede sembrar dudas en quienes pueden enfrentar el gasto de manera privada.
En ese marco resulta llamativo, también, el silencio sostenido por la Comisión Nacional de Inmunizaciones (CoNaIn), que tiene a su cargo la responsabilidad de ofrecerle al Gobierno una hoja de ruta sobre los eventuales beneficios o perjuicios que pueda significar la utilización de la vacuna.
Hoy, a más de 100 días de la asunción de Javier Milei como Presidente, el ministro de Salud de la Nación, Mario Russo, encabezará la primera reunión del Consejo Federal de Salud (Cofesa). El dengue ocupará el centro en el encuentro que volverá a reunir -tras un paréntesis de cuatro meses- a todos los ministros de Salud del país.
Las vulnerabilidades potenciadas por el deterioro socioeconómico se traducen en embates a la calidad de vida que implican más casos de dengue y más muertes. Sólo en la provincia de Buenos Aires el virus provocó ya 25 decesos.
A 40 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires está el municipio que se convirtió en la capital bonaerense del Aedes aegypti. José C. Paz tiene 326.922 habitantes y 3.323 casos de dengue, lo que lo convierte por lejos en la zona del Conurbano con mayor densidad de casos: 1.043,77 cada 100 mil habitantes.
Para tener una idea de lo que eso implica, en Pilar hay sólo 118,86 casos cada 100 mil habitantes. Es decir que la densidad de mosquitos es casi 9 veces menor que en el municipio vecino.
De todos modos, en la zona más poblada del GBA el promedio de contagios por comuna es sensiblemente menor al que muestra José C. Paz. Los que más se acercan son San Miguel, con un índice de 686,03, y San Isidro, con 535,94. Más abajo aparecen General San Martín (431,42) y luego dos municipios del sur: Lomas de Zamora (404,28) y Avellaneda (320,96).
Ese índice preocupa -y no tanto el número de casos totales- porque muestra la mayor probabilidad de transmisión del mosquito. Es decir, de que pique a alguien infectado y transmita la enfermedad, lo que habla de la velocidad con la que puede crecer la epidemia. Tanto es así, que el brote en José C. Paz recién se declaró en la semana 7 del año -en muchas otras zonas ocurrió en la semana 4-, pero la disparada posterior superó al resto.
Dicho índice también da cuenta del nivel de estrés que puede llegar a tener el sistema sanitario de cada localidad, en función de la cantidad de habitantes para la que ha sido diseñado. Eso se traduce en el mayor o menor tiempo de espera en las guardias hospitalarias y en la capacidad de internación. ■