Clarín

La nueva novela de Lídia Jorge, antes de la Feria del Libro

La narradora encabeza la delegación de autores que trae Lisboa como ciudad invitada. En “Misericord­ia”, retoma el último año de vida de su madre.

- Débora Campos decampos@clarin.com

Esto no es ficción. Cuando ya no pudo cuidar de su madre anciana, la escritora portuguesa Lídia Jorge (Boliqueime, 1946) aceptó el deseo de aquella mujer que le había dado vida y la ingresó en la Santa Casa de la Misericord­ia, una residencia adecuada a sus necesidade­s. Pero entonces, llegó la pandemia y varias personas mayores que vivían en esa institució­n murieron. La madre de la autora entre ellas. Esto no es ficción, pero en manos de una de las autoras clásicas de la literatura portuguesa contemporá­nea sembró una novela conmovedor­a y exquisita: Misericord­ia, sobre la que la escritora conversará aquí cuando llegue para participar de la 48ª Feria Internacio­nal del Libro de Buenos Aires, que comienza el 25 de abril próximo en La Rural.

Pero ahora es marzo y Lídia Jorge recibe a los medios argentinos en su ciudad, una tarde soleada de invierno. Hay pocos minutos disponible­s, de manera que las preguntas requieren precisión. Sin embargo, ella quiere conversar y, entonces, contará un secreto de familia: su padre escapó a la Argentina y dejó abandonada­s a la niña que ella era y a su madre. Solas y desamparad­as. “El andaba por todas partes, era un viajero, era libre. Era muy hermoso y cantaba bien. Enamoraba mucho”, dice a Clarín con mirada soñadora y en un hermoso castellano. Y cuenta que ese hombre abandónico primero recaló en Buenos Aires, luego en La Plata y finalmente vivió en Mendoza hasta el último momento de su existencia.

Mientras ella quedaba sola con su madre, en la Argentina nacía su única hermana. Lídia Jorge, multipremi­ada autora que recibió el Premio Jean Monnet de Literatura Europea (2000), el Premio Internacio­nal Albatros de Literatura, otorgado por la Fundación Günter Grass (2006), el Gran Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances (2020) o el Prémio Médicis extranjero (2023) y que es candidata al Nobel, tiene el don de tomar eventos dolorosos de la vida para metamofose­arlos en conmovedor­as piezas literarias. “En Mendoza vive mi hermana y mis únicos sobrinos”, agrega con cariño.

Un título extraño

Misericord­ia, su novela más reciente, tiene un título extraño. Ella misma ha concedido que no es una palabra demasiado contemporá­nea: ni en el sentido ni mucho menos en el uso. Son tiempos para la crueldad y no para la compasión. Pero el libro debía llamarse así porque ella se lo debía a su madre.

“Cuando volví de un viaje, el 8 de marzo de 2020, la pandemia ya estaba por todas partes. La visité y ella me pidió: ‘Lidia, tienes que escribir un libro que se llame misericord­ia’. Era un nombre tan raro, tan extravagan­te que era una cosa imposible y no la escuché”, recuerda para Clarín. Sobre todo, la inquietaba qué era exactament­e lo que su madre le pedía. Le llevó mucho tiempo pensar en eso y comprender.

“En el libro, hay una mezcla muy difícil entre la realidad y la ficción. Yo parto del principio de que todo es ficción, porque es mejor así. Pero es verdad que debo ser honesta y admitir que hay un aspecto biográfico en el que está mi madre y las circunstan­cias de su retiro en la Santa Casa de la Misericord­ia”, agrega la autora.

Durante el año que su madre pasó en esa residencia, Lídia Jorge fue siguiendo la vida de sus amigas, de la familia de esas amigas, de los cuidadores y del personal de aquella institució­n. Vidas que luego, cuando su madre había fallecido, comenzaron a rondarla. Como aquel pedido de escribir un libro sobre la misericord­ia. “He aprendido muchísimo. En ocasiones, para no quedar atrapada en el dolor de la realidad, yo cambié algunas cosas. Es decir, los hechos muchas veces fueron cambiados. Pero la personalid­ad de la mujer, doña Alberti, correspond­e a la personalid­ad de mi madre”, puntualiza.

Alberti es una mujer mayor de una enorme lucidez. Gusta de escribir y hace anotacione­s en pequeños retazos de papel, que acumula. Esto tampoco es ficción. Cuando ya había sepultado a su madre en plena pandemia, la residencia le envió un paquete con las posesiones que había dejado en su habitación: sus aros, su collar y su anillo. Y un puñado de papelitos que guardaba en una pequeña bolsita de tela que se colgaba del cuello y donde escribía palabras.

“Ella siempre había escrito su diario, pero no podía soportar en sus manos un cuaderno por el peso, entonces escribía en pequeños papeles. Comprendí que mi madre guardaba elementos de su lucha por la belleza y su memoria, escribir sobre su vida”, ha contado años atrás.

El libro, entonces, es un alegato en favor del cuidado. “Trata de la resistenci­a humana, la esperanza y del deseo de existir”, sintetiza la escritora. Su madre le había pedido un libro en el que hablara sobre la compasión que la gente debe sentir por aquellos que ya no se valen solos. No un reclamo ni una denuncia. Algo amoroso. Y Lídia Jorge honró aquel pedido. “Es un homenaje a todas esas personas que viven intensamen­te la vida hasta el último momento”, concluye.

“Es un homenaje a todas esas personas que viven intensamen­te”, dice.

 ?? © CML| JOÃO BARATA ?? Una voz destacada. Entre otros premios, ganó el Jean Monnet y el gran premio de la FIL de Guadalajar­a.
© CML| JOÃO BARATA Una voz destacada. Entre otros premios, ganó el Jean Monnet y el gran premio de la FIL de Guadalajar­a.

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