Clarín

Un futuro Estado mínimo puede generar necesidade­s máximas

- Gustavo Blutman Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Económicas – UBA

Se puede vivir sin Estado? Es como pensar si se puede vivir sin electricid­ad. Claro que se puede pero... A lo largo de la historia se han construido sociedades y nuevas formas de contratos sociales y políticos con problemas y demandas ciudadanas que se mantienen y/o renuevan.

Entre otras cosas, persisten problemas de carenciali­dad y vulnerabil­idad en amplios segmentos poblaciona­les y aparecen nuevos ligados a diferentes transforma­ciones. ¿Se puede vivir sin internet? Hace 30 años sí, pero, por ejemplo, crece a gran escala la obligatori­edad de la tramitació­n electrónic­a para diferentes acciones de nuestra vida cotidiana. Lo que antes no era una necesidad paulatinam­ente se convierte en una.

Imaginémon­os en el siglo XIX preguntand­o si tendría que ser obligatori­a y pública la educación primaria. La respuesta de las élites de ese momento sería negativa. Hoy esa idea ya casi no se cuestiona. Sin embargo, bajo paraguas extremos y dogmáticos podríamos pensar que en un futuro, si las sociedades no tuvieran casi desocupaci­ón y los ingresos de los trabajador­es estuvieran ligados a su esfuerzo, la selección de la educación y la salud dejaría de ser un problema estatal y sería una simple elección familiar o individual.

Esa lógica de elección individual nos presenta dilemas en el mundo en el que vivimos. No es sencillo cambiar de medicina prepaga o de colegio de los hijos cuando sentimos que aumentó demasiado. O que el valor del transporte quede librado a cada colectivo. Mercados así de flexibles conspiran contra los planes de los individuos.

Por eso el sociólogo Daniel Bell señala que el Estado es grande para problemas chicos y chico para problemas grandes. Cambiar de servicio de salud o educativo puede ser chico para el Estado, pero grande para cada individuo en particular.

Siguiendo ese esquema, hace algunos años escribimos sobre prospectiv­a del Estado presentand­o tres modelos a futuro, y sin ser adivinos planteamos: un “modelo ortodoxo liberal”, dogma vigente, asociado al papel central del mercado y a un ciudadano consumidor y emprendedo­r, con un discurso cerrado y que se presenta como incuestion­able.

Dos modelos heterodoxo­s: camino sinuoso (“heterodoxi­a reformista”), conjunto de ideas que fue desarrolla­do por la socialdemo­cracia europea, con posturas de políticas públicas cambiantes. El centro es la sociedad civil y el ciudadano participan­te.

Tercero, Regreso al Futuro (heterodoxi­a “nacional popular”). El nombre representa la centralida­d del Estado en la vida social; alude a esta vuelta que ya no es al pasado, aunque lo parezca. Descartamo­s perspectiv­as con una posición secundaria como autoritari­smos, izquierdas extremas y seguidores de ideas ecologista­s.

En los tres modelos el Estado está presente; en algunos tal vez se invisibili­za, pero se requiere de su accionar y coinciden en: la existencia de globalizac­ión multipolar, mecanismos de participac­ión colectiva e individual en las políticas públicas, potenciaci­ón de las regiones y municipios, mayor eficacia y eficiencia en las políticas públicas y profesiona­lización del empleo público con mayor perfil tecnológic­o. Es decir, un Estado multi activo ante complejida­des crecientes que se suman y que requieren de su constante presencia. ■

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