El tesoro real y el espolio
Se les llama falsos amigos y son el dolor de cabeza de cualquier persona que aprende una segunda lengua porque se parecen mucho a términos conocidos, pero que tienen un significado muy distinto. Algunos ejemplos son exit en inglés, que significa salida y no éxito; subir en francés y subire en italiano, que significan sufrir y no subir, o nombre, también en francés, que significa número y no nombre. Pero esta es la historia de una confusión que no es tal.
El Museo del Tesoro Real de Lisboa ocupa un palacio que no fue. La construcción del Palacio de Ajuda demandó 226 años y en realidad es apenas una parte de aquella monumental residencia que la Familia Real portuguesa ideó tras el aniquilador terremoto de 1755.
Cuando la monarquía fue destronada en 1910, el Palacio de Ajuda se convirtió en un museo histórico que hoy se puede visitar tanto para conocer el estilo de vida de la familia real portuguesa a finales del siglo XIX, como para recorrer la muestra que exhibe sus riquezas: las Joyas de la Corona.
La exhibición es impactante: en una secuencia de salas especialmente iluminadas y selladas con dos puertas de bóveda bancaria expone de forma permanente una colección de joyas, medallas, vestimentas y platería procedentes del patrimonio de los distintos miembros de la realeza local.
El recorrido comienza por el oro y los diamantes llegados desde Brasil: hay pepitas musculosas de las que el guion de la muestra presume y diamantes de dimensiones elefantiásicas. Más adelante, los metales devienen monedas y medallas de la Corona.
Las piedras preciosas se reúnen en joyas exhuberantes. Hay también órdenes honoríficas, objetos rituales de la monarquía como la corona real, los cetros y dos mantos. Y una vajilla de plata labrada por el orfebre François-Thomas Germain después del Terremoto de 1755 que tiene cientos de piezas.
Lo único que falta en la extensa la recorrida es una mención a las miles y miles de vidas esclavas que ese tesoro demandó. En el guion de la recorrida, inflamado de orgullo por el imperio perdido, todo huele a naftalina. Mientras países europeos buscan el modo de honrar a las víctimas de sus avanzadas colonizadoras y reintegran bienes robados, Portugal se ufana de una riqueza arrancada con sangre y muerte. En portugués, colección se dice espólio. Y no hay aquí falsos amigos..