Clarín

Escándalo por el celular del secretario asesinado de CFK

- Héctor Gambini hgambini@clarin.com

Cuando Fabián Gutiérrez empezó a trabajar como secretario de Cristina Kirchner tenía un auto usado y aún vivía en la casa de sus padres. Cuando renunció a ese trabajo, tenía 36 casas, dos hoteles, 35 autos de lujo y tres barcos.

Tras dejar el cargo que lo hizo millonario, Gutiérrez declaró como arrepentid­o (2018) en la Causa de los Cuadernos. Al año siguiente fue procesado por lavado de dinero y ocho meses después de eso fue salvajemen­te asesinado en El Calafate por un grupo de jóvenes que vivían en esa ciudad y presumible­mente fueron a robarle.

La hipótesis de los jóvenes ladrones, sin cómplices ni instigador­es, se cerró sin

más preguntas durante la instrucció­n. Y llegó al juicio oral que comenzó la semana pasada en aquella localidad de Santa Cruz. La fiscal de la instrucció­n había sido Natalia Mercado, hija de Alicia Kirchner y sobrina de Cristina.

Aunque durante la investigac­ión hubo datos misterioso­s sobre situacione­s inexplicab­les, el caso parece avanzar hacia una condena contra los tres acusados que será anunciada el próximo viernes 5 de abril. Sin embargo, el veredicto no responderá todas las preguntas que quedan abiertas. Para empezar, en la escena del crimen se hallaron huellas de un cuarto personaje

que nunca fue identifica­do. Hay un asesino anónimo del secretario de Cristina. También hay sospechas sobre más personas trasladand­o el cuerpo de Gutiérrez desde su casa, donde lo atacaron, hasta otra vivienda donde apareció semienterr­ado.

¿Esa gente no identifica­da estuvo allí antes de que Gutiérrez muriera? ¿Después? ¿En paralelo? ¿Quiénes eran? ¿Qué clase de ladrones se llevan a otro lado el cuerpo de la víctima después de un asalto común?

Gutiérrez pesaba 90 kilos. Recibió golpes en brazos, manos, torso, cabeza y rostro, cortes de distintas longitudes, fractura en un pulgar y cinco puñaladas en el cuello. Sin embargo, murió estrangula­do.

Ese ensañamien­to desenfrena­do muestra

una tortura atroz. Sus asesinos buscaban informació­n crucial. ¿Dinero cash? ¿Escondites? ¿Claves? Si hubo venganza por su declaració­n de arrepentid­o contra Cristina, la Justicia nunca buscó nada de eso.

Todo el suceso parece demasiado para ser planificad­o y ejecutado sólo por tres ladrones menores de 20 años. Mientras Gutiérrez era atacado en su casa, una camioneta RAM esperaba en un baldío vecino. Se fue de allí tras el crimen. ¿Alguien monitoreab­a la situación desde afuera?

Pudo haber datos claves en el teléfono de la víctima, pero fue inaccesibl­e.

El celular de Gutiérrez llegó a la sede de Gendarmerí­a, en Buenos Aires, con el sobre

“roto en su parte inferior”. La conclusión es que lo rompieron, sacaron el celular, lo inutilizar­on y volvieron a meterlo en él. Su contenido nunca se conoció.

Sin embargo, esta semana declaró en el juicio un testigo de la querella -la familia de Gutiérrez- que dijo que él tenía la clave del

iPhone de la víctima y que por eso pudieron hallar el aparato a través de la nube.

Esa clave sirve, además del rastreo del celular, para acceder a su contenido.

¿Y por qué no lo dijo antes? En la instrucció­n del caso, ese testigo nunca había

sido llamado. Ahora dijo en el juicio oral que él le avisó a la Policía que conocía la clave del teléfono de Gutiérrez y nunca lo citaron. Se lo dijo a una oficial de Río Gallegos. La Policía de Santa Cruz, que dependía de la gobernador­a Alicia Kirchner, escondió el dato durante cuatro años. Aquella oficial debía declarar en el juicio esta semana, pero pasó una justificac­ión de “carpeta psiquiátri­ca” para evitar presentars­e. La revelación fue un escándalo que llevó a los abogados defensores a denunciar

ocultamien­to de prueba y pedir la nulidad de todo. La querella está representa­da por la madre y la hermana de Gutiérrez, aún procesadas por ayudar al secretario de Cristina a lavar dinero figurando ellas -y otros familiares- como propietari­os de inmuebles y autos que en realidad eran de Gutiérrez, quien a su vez -según la Justiciaha­bría sido testaferro de los Kirchner.

Un juego de muñecas rusas donde aún habría más piezas ocultas que a la vista.

El crimen es un juego de muñecas rusas donde parte de la verdad sigue escondida.

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