Clarín

La fuerza del destino, en versión distópica

- Luis Vinker lvinker@clarin.com

Algunas de las puestas de ópera de los últimos tiempos, inclusive en las principale­s salas del mundo, trasladan escenarios y personajes históricos a cuestiones contemporá­neas o futuristas. Muchas veces, en los límites de la extravagan­cia. Así la reciente versión de “La fuerza del destino” que produjo el Met de Nueva York y que pudo verse en simultáneo en transmisio­nes a todo el mundo, recibió críticas: el drama de religión y venganza que Verdi imaginó en la España e Italia del siglo XVIII se ubica ahora en una sociedad distópica del siglo XXI. Cuando la desdichada Leonora se retira a un convento en busca de paz y consuelo, la escena se instala en una estación de metro abandonada, donde la heroína lleva un carrito de compras de supermerca­do. Un traspaso de épocas que se plantea desde el comienzo, cuando el marqués original es presentado como un dictador fascistoid­e, o el palacio se convierte en un club nocturno (Hotel Calatrava). La dirección general es del franco-canadiense Yannick Nézet-Yeguin (también director musical de la sala), la escenograf­ía de Mariusz Trelinski y para el papel de Leonora convocaron a una de las más aclamadas sopranos de la actualidad, la noruega Lise Davidsen.

En la revista especializ­ada Scherzo, Patrick Dillon sintetizó que “en sus intentos por acercar el drama al público de hoy, Trelinski solo consigue alejarnos más de él. Cuanto más se conoce ‘La Forza’, más extrañas parecen las invencione­s del director de escenograf­ía polaco”. En Opera World señalaron que “Trelinski es conocido por sus extrañas lecturas de los libretos y por unos montajes que exploran los límites semánticos de la música. Por desgracia para el Met y para la ópera de Verdi, en esta ocasión el director de escena se mueve en el lado erróneo de estos límites”.

No obstante, la mayoría de los críticos resaltaron los valores musicales de la ópera y The New York Times destacó que “una soprano consolida su estrellato. Hay muy pocos artistas en el mundo que canten con tanta generosida­d, sensibilid­ad e impacto visceral como Lise Davidsen”.

La “mala fama” de esta ópera se difundió a partir de una desgracia, la muerte del barítono Leonard Warren cuando cantaba “Urna funesta” en el comienzo del tercer acto. Sucedió el 4 de marzo de 1960, en el Met. Se desplomó sobre el escenario. Sin embargo, en otras obras a lo largo de la historia del género, se dieron circunstan­cias similares. ■

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