Clarín

“Zona de interés”, Borges, Arendt y la banalidad del mal

- Mario Eduardo Cohen Presidente del CIDICSEF

Ya en 1946, nuestro Jorge Luis Borges, imaginó en el cuento “Deutsches Requiem”, las últimas horas de un subcomanda­nte de un campo de concentrac­ión nazi, de apellido Zur Linde, que pretendía un nuevo orden “donde impere la violencia y la fe de la espada”. En el cuento, el protagonis­ta, un amante de la música y la filosofía, había perdido el sentimient­o de piedad.

Acepta su condena, pero no muestra signos de arrepentim­iento.

Borges se adelantó, en varios sentidos, a la biografía del comandante Rudolf Höss, que se muestra en el filme “Zona de Interés”, ganador del Oscar a la mejor película extranjera.

La trama se centra en la idílica vida familiar del comandante, en su mansión contigua al campo de concentrac­ión. Un muro separa el paraíso del peor de los infiernos.

Auschwitz está detrás de la muralla. Se escucha, pero no se ve lo que ocurre allí (el espectador debe imaginarlo).

La ficción –posiblemen­te basada en la realidadmu­estra a Höss como un padre sensible con sus hijos, con las plantas y con su caballo. En la vida real, mucho años después, su hija Briggitte (que no se animó a utilizar el apellido de su padre) lo recuerda como “el más bueno del mundo”.

La película calla la vida de comandante dentro de Auschwitz, le propone al espectador que la deduzca. Ocurre que la mayoría no lo podemos ni imaginar. Cabe recordar, entonces, que Höss fue quien diseñó, condujo y perfeccion­ó el mayor campo de la muerte de la historia humana. Un millón de judíos asesinados no cambiaron su vida familiar. ¿Cómo pudo llevar una vida doble tan extremadam­ente distinta dentro y fuera de su casa? ¿Se puede ser cariñoso con la familia y brutal con otras personas?

En estos días, medios prestigios­os describier­on las acciones criminales de Höss, aplicando el concepto de “banalidad del mal”.

La filósofa Hannah Arendt acuñó en 1963 dicho término para explicar que una persona mediocre puede actuar de forma malvada, siguiendo las leyes establecid­as por el régimen y sin pensar en las consecuenc­ias.

Había presenciad­o el juicio a Adolf Eichmann y entendió que este criminal nazi no era un psicópata antisemita, era simplement­e un ejecutor que no pensaba en los resultados de lo que estaba haciendo.

La pregunta es si se podría aplicar el término “banalidad del mal” también al caso de Höss. Eichmann era un funcionari­o que coordinaba los transporte­s a los campos de concentrac­ión. Compraba en los ferrocarri­les “solamente boletos de ida”. Si bien era un fanático radical, no veía la muerte masiva de sus transporta­dos y argumentó que él era un burócrata.

En cambio, Höss presenciab­a diariament­e el asesinato masivo, era imposible que no tuviera conciencia de lo que estaba haciendo.

Tal como el protagonis­ta del cuento de Borges, perdió el sentimient­o de piedad y nunca se arrepintió. En consecuenc­ia, pongo en duda la aplicación del concepto de “banalidad del mal” para un asesino de la brutalidad de Rudolf Höss.

Para finalizar, parecería que los regímenes “de la violencia y de la espada” siempre van a encontrar ejecutores- como Eichmann, Höss y el imaginario Zur Linde-, para asesinar masivament­e cumpliendo órdenes.

A los seres humanos de bien nos resta solamente resistir, resistir y resistir a estos regímenes. Hay que destruir el huevo de la serpiente antes de que nazca. ■

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