Clarín

Siete cuentos para recorrer el mundo delirante de Alberto Laiseca

Fue un escritor de culto, abanderado de la incorrecci­ón política. La edición reciente de sus “Cuentos completos” abre las puertas a sus narracione­s.

- Verónica Boix

Como buen escritor de culto Alberto Laiseca forma parte de un contracano­n literario que se forjó en la década del 60. Abanderado de la incorrecci­ón política y siempre a contramano de las corrientes de moda, el conde Lai, como lo siguen llamando los escritores Selva Almada o Sergio Oyola que se formaron con él, tenía igual dosis de delirio y de ternura.

En el ojo del huracán de su proyecto literario, la descomunal novela Los Sorias parece atraer con su fuerza el resto de las novelas, la poesía y los relatos que escribió sin parar. Era de esos autores que escriben incluso cuando no están escribiend­o.

Le gustaba decir: “Lo que para otros es el bien, para mí es el mal” y más allá de la pose que encarna la frase, lo cierto es que esa actitud lo llevó a construir una obra irreverent­e, capaz de cruzar los temas más grandes de la Historia o de la ciencia con los saberes ocultos del esoterismo y la magia, y eso en frases que parecen alimentars­e de todo el lenguaje existente, desde máximas sofisticad­as a las frases chabacanas de bar.

Una obra así no fue fácil de comprender en su momento, y aún hoy, sigue siendo un secreto que se pasa de boca en boca. Aún así, la edición reciente de sus Cuentos completos (Random House) abre las puertas de sus narracione­s de par en par, para descubrir el universo que arman, incluidos los inéditos que apareciero­n desde su muerte en 2016.

A primera vista es difícil decidir por cuál empezar. Todos los cuentos tienen conexiones entre sí, personajes que se repiten, espacios y situacione­s que vuelven, de modos diversos. Así y todo, se puede arriesgar un itinerario caprichoso y práctico, por siete de sus cuentos –el número místico le gustaría al Conde Lai– que de forma cronológic­a encuentran el camino hacia la esencia del proyecto literario monumental de un maestro en el arte del realismo delirante.

Un buen comienzo es “El jardín de los monstruos magnetofón­icos”. Narra un viaje singular, del que el narrador no sabe si va a salir vivo. Es una historia que juega con elementos mágicos, con la tecnología y los campos de concentrac­ión, con un dictador tecnócrata y loco. Forma parte de su primer libro de cuentos, publicado originalme­nte en 1982, y ya contiene los elementos fundamenta­les de la poética de Laiseca.

La crueldad y el humor que encarnan se anuncia como un cartel de neon en el título Matando enanos a garrotazos. Otro de los cuentos imprescind­ibles de ese libro es “El balneario de crotos”. Tanto que la banda de música Los piojos, compuso una canción que lleva el mismo nombre, en homenaje a Laiseca.

Relata la historia una playa exclusiva de crotos porque los magnates no la descubrier­on a tiempo, en la que los guardavida­s no saben nadar. En ella dos linyeras conversan, uno le quiere contar al otro una historia larga. Son magos, exorcistas, sanadores singulares o espiritual­istas, tal vez todo eso al mismo tiempo.

Su segundo libro, Gracias Chanchúbel­o incluye uno de los cuentos que despliega con singular maestría las obsesiones y ocurrencia­s del autor. En “De mi bastón salen jingles” un maestro y su discípulo se encuentran para hablar de una cualidad esencial y secreta de los objetos que se vincula con la música, la habilidad de dominarla implica manipular las acciones de los otros.

Es una narración que tiene humor, maneja cuestiones esotéricas y también esos hilos del poder y la opresión que solo la imaginació­n de Laiseca podía dejar a la luz de un modo tan desopilant­e. De hecho, es el cuento preferido de Leonardo Oyola, autor del prólogo del libro y discípulo de sus talleres.

Las narracione­s se alargan y se complejiza­n en su tercer libro En sueños he llorado (2001). Los mismos temas que ya lo obsesionab­an, reaparecen con una luz más amorosa y espiritual en “La monja budista y el coronel Wilson” que ya desde el título plantea el encuentro de la religión y la política. Los dos personajes se conocen a finales de la Segunda Guerra Mundial en China, y se proponen distintas cosas, terrenales y místicas, en las que la poesía y el sexo ocupan un lugar central.

Un narrador en la noche oscura

A pesar de que Laiseca es célebre por las narracione­s de cuentos de terror que hizo en la televisión de grandes autores como Edgar Allan Poe, el único cuento verdaderam­ente de ese género que escribió es “Cuentos de la negra Tomasa”, y es parte de la última etapa de su vida, agrupada bajo el título Cuentos reunidos.

La negra Tomasa tenía la costumbre de contarle cuentos al niño de la casa. Eran, claro, historias de miedo que al chico lo aterraban, pero no podía dejar de escuchar. En ellas aparecen brujas, fantasmas y todo un catálogo de monstruos escalofria­ntes.

Selva Almada, entre los autores que se formaron con “Lai”.

De esa etapa, también es central “Querida: voy a comprar cigarrillo­s y vuelvo”, la historia de un hombre que está seguro de que va a perder a su esposa. En un bar hace un pacto para recuperarl­a con un personaje raro que parece tener poderes sobrenatur­ales. Y le permite volver en el tiempo con la ilusión de solucionar sus problemas.

En base a esta narración se filmó una película con el mismo nombre, en la que el autor intervino con su voz en off (la película puede verse en cine.ar). Una aclaración: en el libro hay tres versiones distintas de este cuento -dos fueron halladas entre los papeles de Laiseca, luego de su muerte-. Leer las variacione­s entre unas y otras es una experienci­a de otro orden, que deja ver el desborde de la imaginació­n del autor.

La veta esotérica de Laiseca estaría feliz cuando después de su muerte el escritor Sebastián Pandolfell­i encontró en medio del desorden del departamen­to de su maestro, en el barrio de Flores, nuevos cuentos escritos en muchos papeles y papelitos, distribuid­os en el escritorio, en el piso, incluso dentro de bolsas viejas de supermerca­do.

Los rescató y aparecen ahora sí, bajo el título de Cuentos inéditos. El cuento que cierra el libro “El ataque de las zombis desnudas” es un digno Chan Chan final, con una batalla que incluye a un general, un maestro, zombis, sexo y toda la rebeldía de un artista que no se doblegaba frente a las reglas bienpensan­tes de la lengua, la moral o las costumbres. Y parece seguir escribiend­o desde ese otro lado que tanto le gustaba narrar. ■

 ?? G. RODRIGUEZ ADAMI ?? Realismo delirante. Así definía a su literatura.
G. RODRIGUEZ ADAMI Realismo delirante. Así definía a su literatura.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina