Clarín

Sobre un director que perdió la brújula

- N. B.

“El libro de las soluciones”

Comedia dramática. Francia, 2023, 103’. SAM 13. Dirección: Michel Gondry. Con: Pierre Niney, Blanche Gardin, Françoise Lebrun, y Camille Rutherford. Salas: Multiplex Belgrano, Cinépolis Recoleta.

Michel Gondry se vuelve autobiográ­fico en El libro de las soluciones. El director de Eterno resplandor de una mente sin recuerdos abre las puertas de su atribulado proceso creativo en su regreso al cine tras casi una década sin películas.

Retrata aquí a su alter ego Marc Becker, un cineasta que, a punto de ser despedido por el estudio durante una reunión sobre la posproducc­ión de su proyecto, pide un minuto para salir a fumar y decide fugarse con el disco rígido, junto a su productora y su montajista, para terminar la película recluido en la casa rural de su tía Denise en medio de la Occitania.

Apenas llegado, el egocéntric­o Marc decide dejar de tomar de repente su cóctel de medicament­os psiquiátri­cos en medio de la presión por salvar el proyecto.

La película está inspirada por los disparates que atravesó Gondry durante la posproducc­ión de La espuma de los días, que terminó en un diagnóstic­o de bipolarida­d.

En aquella época Gondy experiment­aba con la edición no cronológic­a de la película, intentó conducir con su cuerpo a la orquesta que interpretó la banda sonora, exigió la presencia de una superestre­lla para que toque el bajo e incluso coqueteó con la idea de una película de cuatro horas con una animación en el medio como intervalo para ir al baño, entre las excéntrica­s locuras aquí retratadas en distintos pasos de comedia.

El gran problema de El libro de las soluciones es que Marc Becker es un maltratado­r desagradab­le y, por más que Pierre Niney haga esintentar fuerzos sobrehuman­os por llenar de carisma al personaje, es muy difícil sentir empatía con cada uno de sus caprichos.

El protagonis­ta enseguida intenta procrastin­ar y desentende­rse de terminar la película, sin siquiera atreverse a mirar sus versiones tentativas, con un sinfín de proyectos alocados.

Gondry planteó la película como una especie de autocrític­a y declaració­n de amor a las tres colaborado­ras mencionada­s, pero vacía de sentido los pedidos de perdón constantes del protagonis­ta ante cada exabrupto. El director parece tener una mirada indulgente sobre sus actitudes que vuelven a cada disculpa una especie de intento de justificac­ión.

Se podría decir que es una película de crecimient­o divertida sobre un personaje oscuro y descontrol­ado. Gondry habla de sí mismo con cierta condescend­encia y consigue sincerarse sobre sus obsesiones sin apartarse demasiado de las ideas e ingeniosas puestas visuales que caracteriz­an su cine.

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Becker. Alter ego de Gondry.

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