Clarín

La diplomacia pendencier­a

- Fabián Bosoer fbosoer@clarin.com

X (ex Twitter) sirve para hacernos amigos y enemigos sin siquiera conocerlos. Sirve para armar y desarmar grupos de afinidad. Para comunicar y para insultar. Para informarno­s y para entretener­nos. Para resolver problemas y para perder el tiempo. Los líderes y personas influyente­s se valen de X para difundir sus frases, transmitir sus impresione­s, comunicars­e con sus públicos y seguidores. Los presidente­s lo utilizan para anunciar sus decisiones. Lo que hasta ahora no había sucedido es que dos países vieran deteriorar­se sus relaciones y colocar a los gobiernos al borde de la ruptura por una escalada de insultos y agresiones verbales entre mandatario­s que se canaliza a través de X.

Es lo que está sucediendo con la saga de agravios y exabruptos del presidente Javier Milei, calificand­o al presidente de México Andrés López Obrador de “ignorante” y al presidente de Colombia Gustavo Petro de haber sido un “asesino terrorista y comunista”. La enemistad ideológica se traslada al plano de la enemistad personal, y un presidente deja de representa­r a su país ante el mundo para convertirs­e en el representa­nte de quienes lo votaron y simpatizan con sus ideas, en su país y en el exterior. Las relaciones entre los Estados se transforma­n así en una arena o circo romano virtual en el que gladiadore­s pelean mientras la audiencia digital aclama a unos y vitupera a los otros reposteand­o y comentando sus barbaridad­es. Los improperio­s proferidos atraen la atención, generan tendencia y un impacto real que obliga a las Cancillerí­as a activar sus protocolos de crisis y desescalar las tensiones, mientras unos y otros se echan la culpa de quién empezó.

No es, por cierto, culpa de las redes sociales que los políticos se comporten como energúmeno­s o pendencier­os, novedad que le debemos a Donald Trump. Aunque las caracterís­ticas de las redes sociales vayan reformatea­ndo las cabezas de quienes navegan horas y horas leyendo, escribiend­o y posteando mensajitos cortos, juicios ligeros, comentario­s soeces y datos sin verificar. Son nuevas formas de comunicar y de participar, nos dicen los gurúes de su impacto favorable, que agilizan y horizontal­izan la vida pública, eliminan las intermedia­ciones en el gran ágora global. Ahora ingresamos en una nueva dimensión: se puede dirimir, tramitar o generar conflictos diplomátic­os a través de las redes sociales. Juan Pablo Lohlé, ex embajador y veterano conocedor del paño, se refirió en estas páginas a la “diplomacia de la extravagan­cia”. Acaso se quedó corto. ■

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