Educación del carácter y generación de un aprendizaje integral
Secretaria de Investigación y directora del Doctorado de Educación de la Universidad Austral
Entre las frases más conocidas de Albert Einstein, y que puede aplicarse a todo ámbito del accionar humano, se destaca: “la mayoría de las personas consideran que es el intelecto el que hace a un gran científico. Están equivocados: es el carácter”. Lo notable es que la expresó para minimizar su innato elevado coeficiente intelectual y remarcar su capacidad para focalizarse en cada problema hasta tanto pudiera resolverlo.
Aunque el término carácter (cuya raíz griega alude a “marcar y acuñar”) tiene distintos significados, la experticia a la que refiere Einstein conlleva un carácter ético y psicológico. El primero remite a la elección de un centro vital por el cual vivir y a la asunción responsable de valores que ayudan a alcanzar una coherencia de vida; el segundo, alude a la forma particular con la cual cada persona siente, piensa y actúa, tiñendo su existencia con un matiz diferenciador.
Ambos tipos de carácter, se vinculan y pueden desarrollarse en forma positiva o negativa; para el caso, si Einstein no hubiera ejercitado la tenacidad, la autoconfianza, la humildad, entre otras virtudes, aunque tuviera altas capacidades, seguramente no hubiera podido elaborar la teoría de la Relatividad general.
Así como la maduración personal de un buen carácter, plasmado en virtudes, tiene efectos positivos en sí mismo y en la mejora de la calidad de vida, impacta en el entorno generando índices más elevados de salubridad, justicia y menor corrupción.
Frente a ello y con un planteo inductivo podemos interrogarnos ¿Cuál es nuestra mayor virtud? ¿Cómo llegamos a desarrollarla? ¿Quién nos ayudó a alcanzarla? Y en un contexto educativo formal ¿Qué es lo que más queremos para nuestros alumnos? ¿Qué virtud nos gustaría que desarrollen? ¿Qué estamos haciendo para ayudarlos a superarse? ¿Cómo estamos contribuyendo al entorno?
Ineludiblemente, varias de estas respuestas conllevan un mayor autoconocimiento; punta pie inicial para saber lo que tenemos que modificar en pos de alcanzar un mayor florecimiento.
Este autoconocimiento y el desarrollo de virtudes aluden también a una verdadera educación integral. La que, en el ámbito de la enseñanza formal y desde hace algunas décadas, se promueve especialmente a través del enfoque de la Educación del Carácter, que incita la idea planteada por el “mago de la física”.
Se trata de un enfoque que puede considerarse vintage, por ser nuevo y viejo a la vez, y que responde al planteo clásico propuesto por Aristóteles, al girar en torno a las ideas de virtud, bien, felicidad y ciudadanía en pos de desarrollar todas las dimensiones de la persona y los hábitos positivos con los que se pueda consolidar un proyecto vital y contribuir a la sociedad. ■