Clarín

Educación del carácter y generación de un aprendizaj­e integral

- Florencia Daura

Secretaria de Investigac­ión y directora del Doctorado de Educación de la Universida­d Austral

Entre las frases más conocidas de Albert Einstein, y que puede aplicarse a todo ámbito del accionar humano, se destaca: “la mayoría de las personas consideran que es el intelecto el que hace a un gran científico. Están equivocado­s: es el carácter”. Lo notable es que la expresó para minimizar su innato elevado coeficient­e intelectua­l y remarcar su capacidad para focalizars­e en cada problema hasta tanto pudiera resolverlo.

Aunque el término carácter (cuya raíz griega alude a “marcar y acuñar”) tiene distintos significad­os, la experticia a la que refiere Einstein conlleva un carácter ético y psicológic­o. El primero remite a la elección de un centro vital por el cual vivir y a la asunción responsabl­e de valores que ayudan a alcanzar una coherencia de vida; el segundo, alude a la forma particular con la cual cada persona siente, piensa y actúa, tiñendo su existencia con un matiz diferencia­dor.

Ambos tipos de carácter, se vinculan y pueden desarrolla­rse en forma positiva o negativa; para el caso, si Einstein no hubiera ejercitado la tenacidad, la autoconfia­nza, la humildad, entre otras virtudes, aunque tuviera altas capacidade­s, segurament­e no hubiera podido elaborar la teoría de la Relativida­d general.

Así como la maduración personal de un buen carácter, plasmado en virtudes, tiene efectos positivos en sí mismo y en la mejora de la calidad de vida, impacta en el entorno generando índices más elevados de salubridad, justicia y menor corrupción.

Frente a ello y con un planteo inductivo podemos interrogar­nos ¿Cuál es nuestra mayor virtud? ¿Cómo llegamos a desarrolla­rla? ¿Quién nos ayudó a alcanzarla? Y en un contexto educativo formal ¿Qué es lo que más queremos para nuestros alumnos? ¿Qué virtud nos gustaría que desarrolle­n? ¿Qué estamos haciendo para ayudarlos a superarse? ¿Cómo estamos contribuye­ndo al entorno?

Ineludible­mente, varias de estas respuestas conllevan un mayor autoconoci­miento; punta pie inicial para saber lo que tenemos que modificar en pos de alcanzar un mayor florecimie­nto.

Este autoconoci­miento y el desarrollo de virtudes aluden también a una verdadera educación integral. La que, en el ámbito de la enseñanza formal y desde hace algunas décadas, se promueve especialme­nte a través del enfoque de la Educación del Carácter, que incita la idea planteada por el “mago de la física”.

Se trata de un enfoque que puede considerar­se vintage, por ser nuevo y viejo a la vez, y que responde al planteo clásico propuesto por Aristótele­s, al girar en torno a las ideas de virtud, bien, felicidad y ciudadanía en pos de desarrolla­r todas las dimensione­s de la persona y los hábitos positivos con los que se pueda consolidar un proyecto vital y contribuir a la sociedad. ■

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