Clarín

A 28 años del motín, las fotos inéditas de Los Doce Apóstoles

Clarín accedió a imágenes únicas y al expediente de la toma de la cárcel de Sierra Chica que dejó ocho muertos, en la Semana Santa de 1996. Duró ocho días y tuvo a una jueza de rehén.

- SIERRA CHICA. ENVIADA ESPECIAL Virginia Messi vmessi@clarin.com

El sábado 30 de marzo de 1996 –en medio de la Semana Santa– un grupo de presos de la Unidad 2 de Sierra Chica, en Olavarría, intentó escaparse del penal escalando el muro. Tenían dos escaleras rudimentar­ias, facas y una pistola 11,25 Ballester Rigaud que tiempo antes les había dejado, como legado, el famoso asaltante Hugo “La Garza” Sosa Aguirre antes de ser trasladado a la cárcel de Batan.

La fuga fue abortada a tiros por los guardiacár­celes del Servicio Penitencia­rio Bonaerense (SPB). Pero lejos de concluir como un escape frustrado el episodio dio pie al motín más largo y sangriento de la historia criminal argentina. Duró 8 días y tuvo como rehenes a una jueza, su secretario, 13 penitencia­rios y 3 miembros de la congregaci­ón de Testigos de Jehová que habían ido a la cárcel de visita.

De los 8 presos asesinados por los amotinados 7 terminaron descuartiz­ados y quemados en el horno de pan del penal. El octavo murió en el hospital. Con el que más se ensañaron fue con Agapito “Gapo” Lencina, un correntino con fama de buchón y “arruina guachos” (violador de presos jóvenes).

A “Gapo” le pegaron dos tiros por la espalda mientras intentaba escapar del pabellón 8. Ya en el patio, lo apuñalaron decenas de veces y aun hoy Ariel “El Gitano” Acuña – ex preso, ahora exitoso youtuber– sostiene que con sus nalgas se hicieron empanadas que luego les dieron de comer a varios guardías.

Drogados con pastillas que sacaron del área de Sanidad y borrachos de “pajarito” –una bebida que se hace fermentand­o cáscaras de frutas– Los Doce Apóstoles, como los bautizó la prensa con picardía, decidieron pasar a un plan B: comenzaron a cavar un túnel desde el taller de carpinterí­a del penal... y, de paso, masacraron a sus enemigos.

Decidieron entregarse con la condición de ser trasladado­s a la cárcel de Caseros, dependient­e del Servicio Penitencia­rio Federal (SPF), de donde intentaría­n fugarse semanas después.

Por los crímenes ocurridos durante el motín se realizó un juicio inédito (el primero por teleconfer­encia en Latinoamér­ica) en el penal de máxima seguridad de Melchor Romero, cercano a La Plata. La sentencia, dictada el 10 de abril de 2000, incluyó seis condenas a prisión perpetua, ocho condenas a 15 años de prisión y cinco absolucion­es. El resto recibió condenas variadas que fueron desde los 14 años hasta los 6 meses de prisión.

Todo ese histórico juicio fue filmado y grabado en casetes VHS que hoy atesora la Cámara Penal de Azul. Ésta le acaba de pedir a la Suprema Corte Bonaerense que los digitalice. Allí también están los 50 cuerpos de expediente original.

A 28 años del motín de Sierra Chica, Clarín viajó a Azul para revisarlos y se encontró con un documento único: un completo álbum de fotos no difundidas a los medios tomadas por el SPB.

Las escaleras. Todo comenzó apenas pasadas las 15 del sábado 30 de marzo de 1996 cuando diez presos simularon una pelea en el campo de deportes para distraer a los guardias.

Mientras estos trataban de calmar las cosas, tomaron una escalera de dos hojas atada con alambre y una escala hecha de sogas con un gancho en el extremo y comenzaron a correr hacia el sector del muro cercano al edificio de la guardia armada. Los presos llegaron a apoyar la escalera pero dos guardias comenzaron a dispararle­s ráfagas de ametrallad­oras. Ellos disparaban con una pistola que la abogada de “La Garza” Sosa le había entrado al penal tiempo antes.

El arma y su doble. En el plan de fuga era fundamenta­l el arma calibre 11,25 que los presos usaron para ir al muro y luego para matar a Agapito Lencina. Según Jaime Pérez Sosa, uno de los condenados por el motín, fue “La Garza” –miembro de la Superbanda de Luis “El Gordo” Valor– quien se la dio a él antes de ser trasladado a Batán.

“Tuve el honor de que me diera una pistola 9 milímetros con dos cargadores y una 11,25 con un cargador y 20 cohetes. La 9 milímetros tenía que ir al penal de Dolores y la mandamos dentro de un televisor. La 11,25 fue con la que hicimos el quilombo”, contó “Jaimito” en el canal de YouTube de Acuña.

Cuando terminó el motín los presos entregaron todas las facas que tenían (hoy están conservada­s en dos grandes cajas en la Cámara de Azul). Pero la pistola fue enterrada y tapada con cemento en el piso de una de las celdas.

Intentaron ocultarla para volver a usarla. Sin embargo la mancha de cemento fresco delató el escondite y fue rescatada y usada como prueba de cargo. Un detalle: los presos también hicieron una réplica de esa pistola, en madera. La confección fue tan detallada que, a media distancia, parece un arma de fuego real.

El patio. La Unidad N° 2 de Sierra Chica es una cárcel vieja, su construcci­ón data de 1882. Sus pabellones están dispuestos como rayos que confluyen en un patio a cielo abierto donde hay un centro de control en el medio.

En ese circulo, parecido a una plaza, con pasto, flores, faroles y perros durmiendo al sol, ocurrieron varios de los episodios más significat­ivos del motín y algunos de ellos fueron captados por la cámara de fotos de un agente penitencia­rio. En las fotos, adjuntadas al expediente, se ve la conmoción, cuerpos tirados, las tratativas para frenar el motín, y las peleas a facazos. Un túnel a la libertad. “El día del bondi (lío) entré al túnel y no era un túnel de 22 metros como se dijo. Para mí tenia como 40 metros. Daba al muro y al final tenía barrotes, pero eran como pajitas y la malla se cortaba con la faca. Salí y le dije a los muchachos lo que había visto pero me dijeron que no volviera a entrar porque los bomberos estaban tirando agua e iba a morir ahogado”. El testimonio es de Jaimito Pérez Sosa, condenado a perpetua

por el motín y aun preso. Se lo dio a su compañero “El Gitano” Acuña en su canal de YouTube. “Jaimito” habla sobre uno de los capítulos menos explorados del caso: el segundo intento de fuga a través de un túnel que arrancaba la carpinterí­a del penal y pretendía pasar por debajo del muro perimetral. De acuerdo a la sentencia –a la que accedió Clarín– “tenía un metro y medio de diámetro, dos de profundida­d y 20 metros de longitud”

Los restos en el horno. En la sentencia dictada por el Tribunal de Azul se juntaron decenas de testimonio­s que confirmaro­n que los cuerpos descuartiz­ados de Agapito Lencina y su “ranchada” fueron llevados en tachos hasta la panadería del penal y cremados en el horno principal (en total hay tres).

Los testimonio­s, tanto de presos como de guardias, hablan de un olor dulzón y penetrante que descompuso a todos. Además se constató que el horno había funcionado a 850 grados.

Más de tres empanadas. Ariel “El Gitano” Acuña sostiene que unas pocas empanadas se hicieron con las nalgas de Agapito Lencina. Sin embargo, esto en particular nunca se logró probar en el expediente. “No hicimos muchas, sí unas cuantas. Se las di a los guardias y les dije: ‘Te estás comiendo una empanada de chorro’”, cuenta Acuña.

La historia de las empanadas tiene una parte cierta: los presos hicieron una gran cantidad de empanadas y las repartiero­n entre los familiares que estaban en la calle atentos al desarrollo del motín. También hay testimonio­s que dicen que fue entre esas empanadas que estaban las de carne humana.

Cloacas tapadas. “Las fotografía­s fueron tomadas en la zona de intramuros y específica­mente en las cloacas donde se procedió al secuestro de vísceras, las cuales fueron enviadas al laboratori­o correspond­iente a fines de determinar su origen, ya sea humano o animal”, dice el informe de la comisaria 1ª de Olavarría que consta en la foja 1.620 del expediente.

Más adelante, en el mismo cuerpo de la causa figura el análisis en el que se determinó que, como se sospechaba, las vísceras encontrada­s en las cloacas de la cárcel pertenecía­n a humanos. La jueza Malere. Parte de las fotografía­s que constan en el expediente fueron tomadas desde la garita ubicada sobre la guardia armada N° 2. Por la altura permiten ver situacione­s clave del motín como, por ejemplo, el momento en el que un guardia herido es intercambi­ado por dos compañeros y también el momento en el que los rehenes caminan hacia la puerta una vez que se pactó el fin del motín.

Delante de todo el grupo se ve a la jueza María Mercedes Malere que permaneció secuestrad­a y con custodia desde el primer día.

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El mito de las empanadas de carne humana. Se las habrían dado para comer a varios guardias.
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FOTOS: REPRODUCCI­ÓN EMANUEL FLAX Réplica. De un arma, hecha en madera.
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Restos humanos. Tras la toma, los hallaron en las cloacas del penal.
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En la carpinterí­a. Los presos habían cavado un túnel para escapar.
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Patio. Donde se registraro­n las escenas clave del motín.

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