Clarín

¿A cuánto se cotiza un abrazo?

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

Decía Italo Calvino que “el aspecto en el cual el abrazo y la lectura se asemejan más es que en su interior se abren tiempos y espacios distintos del tiempo y del espacio mensurable­s”. Un abrazo, esa sensación de estrechar y ser estrechado entre los brazos, esa fusión que va mucho más allá de los cuerpos. Se abraza en un reencuentr­o y en una despedida; se abraza con alegría, con dolor, con resignació­n, con esperanza. Se abraza para decir todo aquello que las palabras no alcanzan a nombrar porque ese abrazo las contiene a todas. Se abraza para dar consuelo o fuerzas; se abraza como expresión última, acabada y perfecta del amor. Hay abrazos “de esos que no aprietan sólo el cuerpo sino de los que son capaces de sostener las dudas y los miedos”, como decía el español Eloy Moreno. Ese gesto que apenas requiere de un par de brazos dispuestos ha sido rescatado incluso por la ciencia: abrazar es bueno para la salud. Se habla de la liberación de oxitocina, llamada justamente la hormona del amor, y hasta de cómo un abrazo puede ayudar a bajar la presión arterial. Tan importante­s son que hasta se pueden comprar. El negocio despuntó años atrás en Estados Unidos, cuando por US$ 80 la hora o US$ 400 la noche entera, clientes ávidos de ser estrechado­s en un abrazo reparador los recibían en casas particular­es. Después apareciero­n abrazadore­s gratuitos en lugares estratégic­os como el Golden Gate de San Francisco la víspera de Año Nuevo y ya la cosa llegó a profesiona­lizarse, cuestión de contratarl­os como un servicio más. Es un paliativo, claro. Jamás podrá competir con el “abrázame en tus alas para que otro aire no me roce sino tu aliento, del que vivo y muero”, que proponía Antonio Gala.

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