Clarín

Un viaje emocional entre el espacio y la Tierra

Una astronauta parte en una misión, con un regreso cargado de misterio. Abajo la esperan su marido y su hija.

- slamazares@clarin.com Silvina Lamazares

Ideal para ver en medio de este fin de semana extra large, La señal se despega del pelotón de produccion­es que abundan en las plataforma­s. No porque sea fascinante, sino porque cumple con un puñado de virtudes que la vuelven atractiva. Llegó a Netflix con la etiqueta en la frente de ser una miniserie alemana de suspenso, pero lo más interesant­e que ofrece es un entramado de vínculos que parecieran estar en un segundo plano, pero si uno hace foco puede quedarse más con el fondo que con el disparador. Sí, hay suspenso, pero el amor, como dice el hit, es más fuerte.

El punto de partida del relato es la posible muerte de una astronauta que viajó al espacio por una misión: Paula logró volver a suelo firme, pero un accidente aéreo posterior, de Chile a Alemania, la sacó del mapa. En un relato a caballito de dos líneas de tiempo, La señal va de la previa de su viaje, a la desesperad­a búsqueda que encarnan su esposo, Sven (Florian David Fitz), y su hijita, Charlie, en un estupendo trabajo de la actriz alemana Yuna Bennett, de 10 años.

A lo largo de sus cuatro episodios que merodean una hora -otra de las cualidades de esta ficción que se puede maratonear en dos días (se podría en uno, pero no es recomendab­le por la densidad de algunas escenas)-, la cámara va del cielo a la Tierra constantem­ente. Y, en ese ir y venir, cada uno de los personajes centrales va abriendo el alma ante el dolor, el miedo y la lealtad.

Apenas comienza el relato, queda claro que Paula y Sven se desviven por la nena, que sólo puede oír gracias a un implante coclear. Pero, gracias a ciertas sutilezas del guión, la niña es quien más sabe escuchar, aún en el silencio. Y es la dueña de una inteligenc­ia que por momentos la lleva a ser más sensata que su propio padre, sumergido en la tristeza y la desesperac­ión.

La hipótesis oficial sobre el accidente sufrido por los enviados a la misión al espacio no le cierra, ni a él ni a los espectador­es. Mucho menos a la nena, que intenta conectar con su madre a través ciertas ondas de transmisió­n. Llegado este punto, conviene no spoilear cómo es la teoría de Charlie, con todos los sentidos flore de piel.

A medida que transcurre­n las escenas, las emociones se van hilvanando como en las sombras, mientras uno intenta seguir el dictado del guion, que habla de una nave que va hacia algún lugar durante meses en busca de revelacion­es y vuelve cargada de misterios. Si el espectador logra no quedar atrapado en tratar de entender cuestiones específica­mente científica­s, tendrá la chance de disfrutar de un rompecabez­as familiar al que le estaría faltando una pieza. Una pieza que va volviendo en forma de mensajes, de recuerdos, de promesas.

Antes de despegar y en diferentes tramos de su travesía, Paula supo dejar enigmas y señales, como indica el título de la serie, y como las que usa la nena para hacerse entender en la oscuridad de la discapacid­ad, en la del medio, y en la luminosida­d del amor. ■

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Sven y Charlie. El vínculo entre padre e hija es central.

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