Clarín

El Papa quiere un simple ataúd para su entierro sin oropeles

Según el libro “El sucesor”, de Javier Martínez-Brocal, Francisco simplificó el el ritual funerario de los papas. Y su cuerpo no será exhibido en público.

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Hasta en el dibujo de cómo serán sus últimas horas el Papa revela su austera impronta jesuita. Lo dijo con claridad al anticipar al periodista español Javier Martínez-Brocal los detalles de su sepelio. Se trata, sobre todo de reducir oropeles, de que el Vaticano no se parezca a una corte renacentis­ta o barroca. El pontífice argentino quiere para su entierro un simple ataúd, “como cualquier cristiano”.

El jefe de la Iglesia católica, sobre cuya frágil salud tanto se ha escrito en estos últimos días de Pascua, ha simplifica­do al extremo el ritual del funeral de los Papas y su cuerpo no será expuesto en público. Así lo revela en el libro “El Sucesor”, donde aborda por primera vez su relación con Benedicto XVI y confirma que será enterrado en la basílica de Santa María La Mayor y no en las grutas vaticanas.

En este libro-entrevista de Martínez-Brocal, que Editorial Planeta publicará hoy, Francisco asegura que el funeral de Benedicto XVI fue el último que se llevó a cabo con el actual protocolo fúnebre y que en el caso del papa emérito todo lo decidió su secretario histórico, el alemán Georg Gänswein.

“Le confío una cosa, va a ser el último velatorio hecho así, con el cadáver del Papa expuesto fuera del ataúd, en un catafalco. He hablado con el maestro de ceremonias y hemos eliminado eso y muchas otras cosas”, asegura.

“Será con dignidad, como cualquier cristiano, pero no sobre almohadone­s. En mi opinión, el ritual actual estaba demasiado recargado. Eso de hacer dos velatorios me parecía excesivo. Que se haga uno solo y con el Papa ya en el ataúd, como en todas las familias. Cambié varias cosas, en línea con la reforma que ya hicieron Pablo VI y Juan Pablo II”, explica en el libro.

Habrá de tal modo un día de velorio, y no dos, y no habrá ceremonia de clausura del féretro.

Durante los días del velatorio de Benedicto en San Pedro, la basílica cerró sus puertas en torno a las siete de la tarde y no volvían a abrirse hasta las siete y media de la mañana. Sin embargo, se organizó la entrada por una puerta lateral para que personas cercanas e invitados del monasterio Mater Ecclesiae, donde vivía el papa emérito, pudieran rezar allí en la noche.

“Ya no se hará una ceremonia para el cierre del ataúd. Se hará todo en la misma ceremonia, como con cualquier cristiano. Además, en mi caso me van a tener que llevar a la basílica de Santa María la Mayor. Cuando termine el funeral”, confirmó el papa, que quiere ser sepultado en se templo. El Pontífice explica que, detrás de la estatua de la Reina de la Paz “hay una habitación donde guardaban los candelabro­s”. Y precisó: “Lo vi y pensé: ‘Ese es el lugar’, y ya está preparado ahí el lugar de la sepultura. Me han confirmado que ya está listo” para su futuro entierro.

En el libro, el Papa dice que la basílica le es muy querida desde antes de ser pontífice y que iba allí con frecuencia para rezar. Luego cuenta una anécdota: una vez un hombre intentó estafarlo intentando venderle un reloj. “Por instinto”, dijo Jorge Bergoglio, que no tenía dinero y luego “me dijeron que, si hubiera sacado la billetera, me habría dado una bofetada y me la habría quitado. Impresiona­nte”.

En otro tramo del libro, el Papa argentino habla de su vínculo con Joseph Ratzinger, su antecesor bajo el nombre de Benedicto XVI. Entre otras cosas, Francisco relata que Ratzinger lo defendió de las acusacione­s de algunos prelados sobre las declaracio­nes que el propio Bergoglio había hecho sobre las uniones civiles entre homosexual­es.

“Algunos acudieron a Benedicto para decirle que yo estaba hablando herejías. El los escuchó y con autoridad les ayudó a distinguir las cosas” entre el matrimonio cristiano y las uniones civiles, comentó. “El les dijo: ‘Esto no es herejía’. ¡Cómo me defendió!”, exclama el Papa.

En el libro, Francisco define a Benedicto como “grande”, afirma que “no estaba apegado al poder” y sostiene que su dimisión fue un signo de “honestidad”. Bergoglio también dice que Ratzinger no siempre estuvo de acuerdo con sus decisiones, pero “con su silencio siempre las respetó”. Al inicio del pontificad­o, Francisco y Benedicto hablaron sobre la cuestión de los abusos en la Iglesia. “Cambié a algunas de las personas como él sugirió” hacer, señaló. El Papa también revela en el libro que le llevaba regalos a Benedicto cuando regresaba de sus viajes apostólico­s. ■

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EFE Firma. El Papa junto al periodista español Javier Martínez-Brocal, autor del libro “El sucesor”.

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