Clarín

EE.UU., China y la doble dinámica más peligrosa del orden global

- Profesor de Relaciones Internacio­nales, UBA y Universida­d Austral. Miembro Consultor del CARI Juan Pablo Laporte

En la lucha por el poder planetario, Estados Unidos y China se esfuerzan por dinamizar su dimensión coaliciona­l con apoyo a sus países aliados en dos temas solapados y con líneas difusas: la defensa y la seguridad interior. En el artículo más leído de Foreign Affairs -“Jugar a ambos lados de la rivalidad entre Estados Unidos y China. Por qué los países obtienen seguridad externa de Washington y seguridad interna de Beijing”- los académicos Sheena Chestnut Greitens y Isaac Kardon, instalan un tema en la agenda global de extrema peligrosid­ad.

Sin alertar en profundida­d sobre los verdaderos riesgos de su consolidac­ión, los autores analizan y ejemplific­an que se ha comenzado a consolidar una doble dinámica de influencia. Esta es, establecer alianzas de cooperació­n por parte de China en materia de seguridad interior, para contrabala­ncear a los Estados Unidos en sus múltiples apoyos en el área de la defensa.

La nueva dinámica por la hegemonía del poder mundial, ha comenzado a crear “relaciones superpuest­as de seguridad”. Un ejemplo más reciente es el acuerdo entre China y Hungría en materia de aplicación de la ley, vigilancia interna y lucha contra el terrorismo. Esto ha generado una contradicc­ión al ser este país miembro de la OTAN y estar expuesto ahora a esta doble lógica de alta tensión: la protección externa de Estados Unidos en materia de defensa y la consolidac­ión de su orden interno en manos de la República Popular China.

A este país se le suman Papúa Nueva Guinea, Sierra Leona, los Emiratos Árabes Unidos y Vietnam, que aceptan introducir en su interés nacional central – su seguridad nacional y el orden interno- a dos potencias en disputa creciente. Lo más preocupant­e es que puede darse como válida sin ninguna preocupaci­ón normativa que China “proporcion­a seguridad interna y brinda a los gobiernos las herramient­as para combatir el desorden social y la oposición política”, sin considerar la valoración internacio­nal sobre la democracia y los derechos humanos de esos países beneficiad­os.

La diferencia es clara y por cierto discutible en la historia de ambos países, pero no podemos equipar la cooperació­n militar regional para la lucha contra el narcotráfi­co y el terrorismo con la vigilancia antropomét­rica, la capacitaci­ón policial y la gestión de disturbios urbanos.

Ambos tipos de cooperació­n, no tan solo presentan diferencia­s éticas y legales, así como del derecho internacio­nal, sino que en posibles escenarios prospectiv­os de conflicto entre ambas potencias, la contradicc­ión en la toma de decisiones de esos países, sería altamente costosa y desestabil­izante. Países como Bangladesh, Camboya, Irán, Myanmar y Rusia se encuentran con apoyos y entrenamie­nto policial de China, así como también reciben armamento de seguridad interior.

Sobre esta doble dinámica de poder político expansivo y vínculos comerciale­s de carácter militar y de seguridad, se presenta la dimensión ideológica y ético-valorativa: ¿cómo es la doctrina sobre el tema de la defensa y la seguridad en relación con la democracia y el estado de derecho? Más aún, ¿sobre que sistemas políticos la sostienen y como explicaría­n esa cooperació­n con esos países a partir de controlar o influir en sus sistemas de seguridad e inteligenc­ia domésticos?

Escenarios no muy lejanos y ya diagnostic­ados, nos invitan a imaginar una escalada conflictiv­a entre ambas potencias y su doble interdepen­dencia solapada de seguridad y defensa sobre sus países aliados.

Solo con instancias de gobernanza global como las Naciones Unidas, se podrá comenzar a ordenar el entretejid­o nunca visto de una entropía global fabricada por los propios actores. ■

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