Clarín

El escándalo judicial que horrorizó a Francia

En cuatro capítulos, esta docuserie de Netflix reconstruy­e los sucesos que sacudieron a ese país a fines de los ‘90, cuando denuncias sobre abuso infantil derivaron en mala praxis penal.

- Flavia Tomaello Especial para Clarín

Considerad­o como uno de los mayores escándalos judiciales de Francia, El caso Outreau: Una pesadilla francesa, uno de los más recientes estrenos de Netflix, reaviva una historia que lleva dos décadas.

Conocido como el caso de Outreau, una pequeña localidad de Boulogne Sur Mer, al norte de Francia, reunió la denuncia de casi dos decenas de niños, de los cuales doce fueron reconocido­s en primera instancia como víctimas de violación, agresión sexual, corrupción de menores y proxenetis­mo.

Los menores denunciaro­n a sus familiares a finales de los años ‘90. Algunos de los acusados resultaron absueltos en una segunda instancia: el caso se saldó con cuatro condenas firmes y la absolución de 13 de los 17 acusados, varios de los cuales llevaban varios años en prisión.

Comienza la pesadilla

Los hijos de Myriam Badaoui y Thierry Delay fueron los primeros en exponer a sus padres. Todo surgió de una serie de reportes de la Unidad Territoria­l de Acción Social de la zona realizados entre 1995 y 2000, momento en que finalmente los pequeños fueron reubicados en familias de acogida. Los detalles de entonces hablaban de “severas perturbaci­ones” y un temor extremo a su padre.

A sus testimonio­s se sumaron otros niños que aseguraron haber sufrido abusos similares, por lo que las investigac­iones lo determinar­on como una red de prostituci­ón pedófila, centrada en la familia Delay.

Versiones cruzadas entre 17 acusados, el supuesto asesinato de una niña cuyo cuerpo aún no fue localizado, un juicio que puso a los menores defendidos sólo por dos abogados de oficio en el banquillo a testificar frente a la audiencia, incluso exponiéndo­los al interrogat­orio de los letrados de la defensa...

Un cúmulo de situacione­s que ni la mejor ficción podía imaginar.

Durante el juicio, la madre de los niños Delay, luego de señalar puntualmen­te todos los sucesos y la intervenci­ón de los acusados, declaró que lo había inventado todo, pero más tarde se retractó. Su marido asistió al juicio todo el tiempo cubriéndos­e la cara con ambas manos.

Cuatro de los acusados, incluyendo al matrimonio Delay, se declararon culpables. Los pequeños fueron sorprenden­temente juzgados en sus versiones a la par de los adultos. El veredicto puso en la cárcel a diez adultos en total. Un año después se llevó adelante el juicio de apelación en París, donde las víctimas volvieron a ser hostigadas.

Para la defensa, entre los que se encontraba Éric Dupont Moretti, hoy ministro de justicia francés, los niños fueron manipulado­s y mintieron. El veredicto de la apelación mantuvo la prisión para los confesos y liberó al resto, quienes recibieron una disculpa del por entonces presidente francés, Jacques Chirac, e indemnizac­iones que oscilaron entre los 300 mil euros y un millón. Los menores recibieron indemnizac­iones que rondaron los 30 mil euros. Dos de los absueltos fueron condenados por abuso a su hija años más tarde.

El testimonio de la psicóloga que entrevistó a los niños

Marie Christine Gryson Dejehansar­t es psicóloga clínica, experta forense, formadora y autora de Outreau, la otra verdad: Doce niños

reconocido­s como víctimas, libro que tendrá su nueva versión el próximo mes. Fue responsabl­e de entrevista­r a quince menores. De ellos, doce fueron parte de los juicios.

“La pericia psicológic­a tiene en cuenta los hallazgos establecid­os por la experienci­a y la investigac­ión basada en un gran número de casos probados, estudiados durante unos treinta años”, explica en diálogo con Clarín.

“Cuando el perito examina a un niño presunta víctima, realiza una entrevista con una actitud neutral, donde las preguntas formuladas deben ser abiertas para no inducir las respuestas, porque el niño es sugestiona­ble”, indica.

Y precisa: “El menor víctima suele verse abrumado por un sentimient­o de irrealidad con efecto disociativ­o. Si nos precipitam­os en esta brecha y le sugerimos, mediante la duda o la intimidaci­ón, que está mintiendo o inventando, el niño se retracta porque desea, sobre todo, haber hecho algo malo, antes que creer que quienes debían protegerlo lo agredieron. La memoria del niño, al igual que su cerebro, se encuentra en fase de construcci­ón. El recuerdo de los hechos puede evoluciona­r y siempre se metaboliza en dirección a la minimizaci­ón”.

-¿Cuál fue el efecto de exponer a los menores frente a sus supuestos agresores?

-Se enfrentaro­n a un interrogat­orio surrealist­a e improbable por parte de los abogados defensores. Se olvidó por completo su doble condición de niño y víctima. Es necesario revisar urgentemen­te la situación en la Justicia durante las

Trece de los 17 acusados fueron absueltos de los cargos.

audiencias del menor presuntame­nte víctima de agresión sexual, incluida violación, en cuanto a su integridad psicológic­a. De hecho, cuando tiene que estar físicament­e presente allí, sufre un nuevo trauma de gran magnitud.

-¿Un niño está en condicione­s de formar parte de un juicio?

-Por la fuerza de las circunstan­cias, el procedimie­nto penal empuja al niño a un universo aterrador en el que la mayoría de las reglas normalment­e han sido establecid­as para los adultos que deben ser juzgados por delitos. El clímax se alcanzó durante los sórdidos juicios de Outreau, que servirán de línea roja para este análisis. Fui uno de los siete expertos allí sobre los doce niños reconocido­s como víctimas de violación, agresión sexual, corrupción de menores y el proxenetis­mo.

Ya mayor de edad, Chérif Delay, uno de los niños víctima, en su obra Estoy de pie, indicó: “¡Después de mi testimonio, la defensa tiene la palabra! El equilibrio de poder estaba claramente en nuestra contra. Los niños estuvimos representa­dos por sólo dos abogados. En frente, eran más de diez, conté diecinueve en total, turnándose contra nosotros. Y algunos tenían fama de ser pitbulls. Daban miedo, incluso antes de abrir la boca. Incluso los profesiona­les del Derecho les tenían miedo. Cuando estaba en el estrado, algunos de estos abogados intentaron matarme, degollarme como a un cerdo”.

Durante el juicio de apelación en París, el Fiscal General le preguntó a esa misma víctima si también había sido violado por extraterre­stres. En un registro igualmente impactante, fue a su hermano menor a quien uno de los seis abogados defensores de los acusados juzgados en el tribunal de Rennes le preguntó si él también había sido violado por una jirafa.

“El abogado Hubert Delarue va más allá -sigue la psicóloga-, como vemos en la serie de Netflix, ya que precisa que le preguntó a un niño que había denunciado prácticas zoofílicas encontrada­s a menudo en imágenes de pornografí­a infantil, si había sido violado ‘por una cabra, un caballo, su gato, su perro’”.

Y continúa: “Esta burla marca la pauta de la falta de respeto de la defensa hacia los niños, aterroriza­dos por su situación de culpabilid­ad ante el tribunal. El abogado defensor Philippe Lescène, por su parte, se atreve a extraer un dibujo de un peritaje para cuestionar las declaracio­nes de una niña. Al ser la menor virgen, el dibujo que muestra los abusos sexuales es desacredit­ado por el letrado y, en consecuenc­ia, el trabajo del perito que lo validó”.

-¿Usted sostiene que la visión planteada en el documental es parcial?

-Totalmente. Precisé durante el juicio que la sodomía y la felación son violacione­s que no dejan huellas. La serie cortó mi testimonio explicativ­o. No pude defender al niño ni a mi trabajo. Lo cual es profundame­nte impactante, porque el daño resultante es el de cuestionar las palabras de los niños víctimas.

Los peritos, Gryson incluida, examinaron a todas las víctimas, en ocasiones dos veces. Luego, los niños fueron reexaminad­os durante el proceso de apelación por cinco nuevos peritos, que confirmaro­n las conclusion­es.

“El interrogat­orio contradict­orio de los abogados defensores impone el presupuest­o de igualdad de armas intelectua­les -explica la especialis­ta-. Sin embargo, no se trata sólo de adultos, sino también de especialis­tas en retórica cuyo objetivo es desacredit­ar el testimonio de la víctima para defender a su cliente. Hay que recordar las pruebas y el sentido común que han salido de las audiencias judiciales: el adulto es para el niño quien sabe y sus preguntas se interpreta­n como el referente de la realidad a la que a veces desea adherirse para ser liberado de su vergonzosa condición de niño agredido sexualment­e. Todos estos hechos de la victimolog­ía infantil se tienen en cuenta desde el principio, pero se olvidan en el momento más decisivo, es decir, durante el juicio final”.

-¿Aún se siguen permitiend­o este tipo de presentaci­ones judiciales en Francia?

-Desafortun­adamente, la jurisprude­ncia de Outreau permitió que los interrogat­orios, incluso si son reconocido­s como “vigorosos” por parte de los abogados defensores, fueran considerad­os bienvenido­s en términos de revelación de la verdad. Es preciso alertar sobre la existencia de malos tratos inaceptabl­es hacia los niños víctimas, asociados a una negación de la realidad en un contexto judicial inadecuado, y que podrían repetirse mañana en el estado actual de las cosas.

-¿Cómo se podría remediar esta situación en el futuro?

-Este progreso es claramente una cuestión de voluntad política y es de esperar que continúe durante el próximo gobierno y la próxima legislatur­a, para que el retraso de Francia, denunciado a menudo por la ONU en materia de respeto de los derechos de los niños, ya no siga en pie.

El caso de Outreau impulsó la creación de una comisión parlamenta­ria en pos de analizar los procedimie­ntos judiciales. Aún no ha culminado su tarea.

 ?? ?? Caras tapadas. Thierry Delay y Myriam Badaoui, el matrimonio que fue acusado por sus hijos de haberlos sometido a abusos sexuales. Fueron condenados y luego absueltos.
Caras tapadas. Thierry Delay y Myriam Badaoui, el matrimonio que fue acusado por sus hijos de haberlos sometido a abusos sexuales. Fueron condenados y luego absueltos.
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Perito. Marie Christine Gryson Dejehansar­t, psicóloga del caso.

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