El Premio Formentor
El Premio Formentor de las Letras se concedió este año al húngaro Lászlo Krasznahorkai. El jurado, presidido por Basilio Baltasar, destacó “su habilidad para sostener la potencia narrativa que transforma la realidad del mundo” y por “construir los fascinantes laberintos de la imaginación literaria”, además de señalar “su excepcional contribución a las letras a través de su narrativa profunda y compleja”. La trayectoria de Krasznahorkai se caracteriza por explorar temas como “los sombríos paisajes del alma y de la condición humana y revelan las facetas más íntimas de la personalidad de manera imprevisible y densa”.
El premio Formentor fue fundado hace seis décadas por un grupo de los más destacados editores europeos como Claude Gallimard, Giulio Einaudi y Carlos Barral. Su nombre se tomó del cabo de Formentor, sede de encuentros y debates literarios. En la primera etapa distinguieron a autores de la jerarquía de Borges, Bellow, Semprún, Gombrowicz y García Hortelano. Y después de una pausa, en 2011 se retomó el premio, correspondiendo en la última etapa a autores argentinos como Ricardo Piglia, César Aira y Alberto Manguel, además de otros notables: Carlos Fuentes Juan Goytisolo, Annie Ernaux, Cees Nooteboom, Mircea Cartarescu y Ludmila Ulítskaya. Ahora Kr asznahorkai se une a esta lista.
Krasznahorkai se dio a conocer con “Tango satánico (“Sátántangó” en su título original) hace casi cuatro décadas, novela llevada al cine por su amigo, el director Bela Tarr, con quien el escritor mantuvo una extensa colaboración en varias obras.
Ambientada en una región rural de Hungría, los integrantes de una cooperativa llevan una vida rutinaria en un pueblo fantasma y esperan que un milagro les alumbre el futuro. Y esas esperanzas renacen cuando reaparece un personaje, Irimiás (“un romántico iluminado”), a quien daban por muerto. Se entiende como una alegoría de la desintegración del el área y el sistema socialista.
Pero el título de la obra surge de otro de sus capítulos cuando uno de los personajes, la campesina Schmidt, se ilumina al escuchar un tango y el director de la escuela le susurra “lo que necesitas es un hombre decente y bien presentado”. Y, como definió un crítico, “la esperanza, muchas veces en forma mesiánica o farsante, es la columna vertebral de la obra de Krasznahorkai”.
Cuatro años después, publicó “Melancolía de la resistencia”, también filmada por Tarr, en el mismo estilo y con un clima totalitario aún más sombrío, que deriva en la violencia.w