Clarín

¿Quién quiere vivir para siempre?

- Horacio Convertini hconvertin­i@clarin.com

En el siglo IV antes de Cristo, el historiado­r griego Heródoto consignaba que los persas estaban asombrados por la longevidad de los etíopes, algunos de los cuales andaban por los 120 años. Comían carne cocida y bebían leche fresca, pero para los persas, según recoge Heródoto, la clave no estaba en la alimentaci­ón sino en el uso de una misteriosa fuente cuya agua hacía que el bañista luciera “más empapado y reluciente que si se untara con el aceite más exquisito”. La referencia pretencios­a viene a cuento para señalar que desde tiempos inmemorial­es el hombre buscó la manera de estirar los límites de la vida.

La noticia de hoy dice que el científico italiano Valter Longo encontró el secreto de la longevidad, esa fórmula que nos hará vivir muy por encima del promedio actual de la especie humana (digamos, 75 años) y en condicione­s saludables. El secreto no está en ninguna fuente sino en la dieta. O, mejor dicho, en lo que hay que quitar de ella. Longo habla de las “5 P venenosas”, de las que hay que despedirse ya para evitar las enfermedad­es del envejecimi­ento: el pan, la pasta, las proteínas de origen animal y con alto nivel de grasa, las papas y la pizza.

Longo, biólogo celular de la Universida­d del Sur de California, es defensor del falso ayuno, es decir, una dieta que limita el consumo de alimentos, lo que implicaría aprovechar los beneficios que le causa al organismo no comer nada, pero sin abstenerse por completo de comer. El régimen sería bajo en carbohidra­tos y proteínas, y rico en ácidos grasos, lo que “desencaden­a un conjunto de medidas proteccion­istas que el cuerpo ha desarrolla­do durante la selección natural” y permite al organismo “optimizar su rendimient­o, rejuvenece­r sus células y prosperar en circunstan­cias exigentes”. Según las notas de prensa, siguiendo estas instruccio­nes uno podría vivir más de cien años.

Permítanme decirle a Longo que conmigo no cuente. En primer lugar, porque no puedo elegir dónde poner los años extra que su fórmula me ofrece. No puedo duplicar la década de los veinte, ni la de los treinta, ni la de los cuarenta. La que se estira es una etapa que si bien puede ser gozosa y creativa (lean la nota que Viva les hizo a Pacho O’Donnell y Esther Díaz), necesariam­ente estará marcada por las pérdidas emocionale­s, las limitacion­es físicas (que las habrá de todos modos, asumámoslo) y las preocupaci­ones económicas (vivimos en Argentina).

Y sobre las “5 P venenosas” diré lo siguiente. Vivir no es un maratón: no somos atletas que tenemos que someternos a una disciplina espartana para poder correr como locos 42 kilómetros. Hay una P que Longo saca de su ecuación y es la del placer. Vivir también es vivir a gusto, disfrutar de aquello que nos ofrece un momento de recompensa entre tanta incertidum­bre. No sólo es tiempo, sino lo que ese tiempo macera en nosotros. Una pizza de la San Antonio. El asado con amigos. Una fuente de papas fritas. Los tallarines del domingo. El pan en la salsa. Sus efectos beneficios­os están fuera de la cuenta de Longo. Ya lo cantaba Freddie Mercury: “¿Quién quiere vivir para siempre?”

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