Clarín

La verdadera historia detrás del negocio de la WTA con los árabes

- Mariano Ryan mryan@clarin.com

Fue en octubre de 2023 cuando el presidente de la Federación Kazaja de Tenis, Yuri Polsky, hizo público lo que era un secreto a voces y denunció que el verdadero motivo de la intención de fusionar los circuitos masculino y femenino se debía a la posibilida­d fuerte de que la WTA cayera en bancarrota en 2026 o, a lo sumo, en 2027 debido a su caótica situación financiera.

La entidad que nuclea al tenis profesiona­l de las mujeres ya haEn bía dado un aviso cuando aceptó volver a jugar en China en septiembre del año pasado pese a la nunca aclarada situación de Peng Shuai, una ex 1 del mundo en dobles que, de la noche a la mañana, desapareci­ó. O, mejor dicho, desde que se atrevió a denunciar en 2021 a un alto miembro del partido Comunista de su país de haberla violado.

China hay mucho dinero y esa fue la razón fundamenta­l para cerrar el paréntesis de dos años sin torneos allí. Siga-siga. Pero también hay mucho dinero -mucho más, en realidad- en Arabia Saudita. Por eso se oficializó que el Masters femenino se jugará en Riad en sus próximas tres ediciones con una bolsa de premios para este año de 15.250.000 dólares, un 70 por ciento más que la de 2023. Es un desembarco al que se oponen desde Martina Navratilov­a y Chris Evert hasta la británica Emma Raducanu, entre las campeonas de hoy. ¿El motivo? Las denuncias que pesan en el país sobre derechos humanos avasallado­s, mujeres sometidas y pena de muerte.

“Todo el mundo tiene principios hasta que aparece Arabia Saudita y te ofrece 30 millones de libras”, escribió Jonathan Mark Wilson, el brillante periodista inglés que escribe para varias publicacio­nes incluidos The Guardian y Sports Illustrate­d, cuando Steven Gerrard, una gloria del fútbol de su país, renovó su contrato con Al-Ettifaq, un equipo de la liga árabe. Los principios de la WTA -si los tiene- nunca apareciero­n a la hora de sentarse a firmar un contrato.

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