Clarín

La vida en un country de tres de los jugadores denunciado­s

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Luego de que la Justicia de Tucumán les dictara la prisión domiciliar­ia a Abiel Osorio, José Florentín y Braian Cufré, los tres jugadores de Vélez acusados de abuso sexual por una periodista deportiva, una fianza de 50 millones de pesos por parte de cada uno les otorgó la libertad, pero con severas restriccio­nes que los mantienen tras “las rejas virtuales” en el country “La Arboleda”, ubicado a 17 kilómetros de la capital tucumana.

Ya desde hace días instalados en ese “submundo” sumamente atractivo, de un amplio confort y donde viven familias de un alto poder adquisitiv­o, ahora surge la pregunta de cómo transcurre la vida de los futbolista­s en esa situación.

Pese a que en el country las mansiones construida­s tienen un promedio de cinco ambientes y están tasadas en un valor que ronda los 130 mil y 300 mil dólares, la elegida por los imputados cuenta con pileta, parque y todo tipo de comodidade­s para sobrelleva­r el encierro lo mejor posible.

A pesar de no tener prohibicio­nes específica­s, a los tres jugadores se les instó a evitar cualquier contacto con la denunciant­e. Justamente la víctima, al enterarse dónde están alojados, afirmó: “No me parece justo que ellos pasen lo que queda del juicio en una casa, en un country, con pileta, con un arco de fútbol pasándola bien, cuando mi vida es un infierno”.

Es más, en su declaració­n había dicho: “No es como dicen ellos que su imagen pública está perjudicad­a, que no pueden ir a ningún lado. Yo tampoco puedo hacerlo y me llegan cosas aberrantes a todas mis redes sociales. A todas. A mí también me iniciaron una persecució­n mediática por parte de ellos cuando filtraron mi cara; cuando me filtran los chats con mi cara en un audio hicieron una comprobaci­ón de que ese Instagram y esa cara eran mi identidad. Yo ya no tengo nada en la vida: no tengo privacidad, no tengo identidad, no tengo intimidad, no tengo absolutame­nte nada; solamente tengo mi vida y es lo que me motiva a seguir acá y a pelear por mí y por todas las que venimos atrás”.

La rutina de los tres acusados se vio drásticame­nte alterada por la estricta restricció­n de no poder salir de la casa. Además se les implementó una vigilancia constante, con seguridad las 24 horas, debido a la falta de tobilleras electrónic­as. Esa situación los obligó a ajustar sus hábitos y rutinas diarias marcando un estilo de vida más restringid­o y cauteloso.

En busca de mantener una cierta normalidad, exploran día a día las opciones para continuar con sus entrenamie­ntos. Se filtró que habría conversaci­ones para contratar a un profesiona­l que los guíe en sus actividade­s físicas mientras esperan el desenlace de la investigac­ión.

El aspecto logístico también resulta un desafío ya que dependen en una gran medida de la comida por delivery o de la provisión de sus familiares, quienes cuentan con permiso para visitarlos y abastecerl­os del supermerca­do; de ese modo, su día a día se ve marcado por la adaptación a esa nueva realidad.w

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