“No se entiende cómo no se abrió antes la importación de repelentes para enfrentar el dengue”
-¿Se vacunó contra el dengue?
-No. No tengo ninguna indicación para hacerlo. Vivo en CABA, una zona en la que no hay circulación endémica y todavía no hay demasiada evidencia sobre si en zonas así amerita la indicación. Distinto es lo que se decida en materia de políticas públicas para jurisdicciones con dengue todo el año, donde se deben tomar decisiones particulares, más allá de que está en debate si tiene sentido inmunizar en medio del brote.
-Esta semana el Gobierno dijo que la OPS no recomendaba la vacuna, aun cuando el organismo no se pronunció realmente así. ¿Qué opina?
-La OPS no desestima la vacuna para nada y no creo que haya que desestimarla. Hay evidencia de su seguridad y efectividad para zonas endémicas. El tema es que se está dando una gran confusión. Por un lado, la mayoría de las obras sociales y prepagas no cubren la vacuna o lo hacen parcialmente. Y mucha gente se la está aplicando sin una indicación clara, en base a decisiones discrecionales.
-¿Qué opina de que el ministerio no haya decidido vacunar en zonas endémicas donde el brote es muy fuerte?
-En el caso de provincias como Salta, Misiones o Corrientes, por ejemplo, que empezaron a vacunar, el Estado nacional debería hacerse cargo. Digo, en este brote brutal y en las zonas con alta circulación y alta mortalidad donde el virus está afectando a poblaciones muy vulnerables. Creo que el Estado debería apoyar a estas provincias.
-En una reciente entrevista con TN, el ministro Mario Russo planteó lo que él llamó “una verdad incómoda”: dijo que el Ministerio de Salud no es un supermercado que deba mandarles productos a las provincias. ¿Qué opina?
-En gran medida tiene razón. Las provincias habitualmente esperan que el Estado nacional les provea bienes y servicios, como vacunas, ambulancias, medicamentos, insecticidas y otros insumos críticos, sin ninguna condicionalidad. Es un error. Una de las cosas que hicimos nosotros fue reforzar las llamadas “transferencias contra resultados”. Se transfiere, por ejemplo financiamiento, en la medida en que la provincia cumpla las metas acordadas. Así, el financiamiento queda atado a objetivos ligados a indicadores que mejoren la salud pública. Lo contrario es una idea de federalismo distorsionada. Hay que revalorizar el federalismo inteligente, frente al federalismo bobo que predomina acá.
-¿Cómo describiría ese federalismo inteligente?
-Frente a la pretensión de que Nación resuelva todo sin nada a cambio, un federalismo inteligente implica que las provincias se hagan cargo de lo que les toca y que el Estado, por su parte, defina las políticas nacionales para lograr objetivos certeros. Por ejemplo, reducir las disparidades sanitarias asignando recursos de manera equitativa.
-Estamos atravesando el peor brote epidemiológico de dengue de la historia argentina. ¿Cómo llegamos hasta acá?
-La relación entre dengue y pobreza es muy clara. En los 70, salvo en los países del sur asiático, el dengue no existía. Ahora está en más de 100 países y cada vez baja más a las zonas subtropicales y templadas. Llega antes y se va después. Claramente hay una relación que se ve al interior de las ciudades, en asentamientos y villas, que hoy están estalladas de casos. Hay un ecosistema que muestra una relación muy lineal entre pobreza y exposición. Es lo que en salud pública se suele llamar “determinantes sociales”. O sea, “las causas de las causas”. Son, desde el tratamiento del agua y la disponibilidad de agua corriente hasta la recolección de residuos y el hacinamiento. Todos factores que influyen más allá de los grandes factores, como el cambio climático y la urbanización acelerada.
La relación entre dengue y pobreza es muy clara. En los ‘70 salvo en países del sur asiático, no existía. Ahora está en más de 100 países”.
-¿La política no tuvo nada que ver?
-La Argentina empezó a re emerger en materia de dengue a fines de los 90, un virus que era más común en Brasil y Paraguay. La gran epidemia fue en 2009 y en parte provocó la renuncia de (la ex ministra de Salud y actual legisladora porteña Graciela) Ocaña. El segundo brote grande, cuando todavía había un ciclo, fue en 2016, en el principio de la gestión de Salud de Jorge Lemus. En mi gestión no hubo brotes importantes, aunque tuvimos amenaza de Chikunguña, Zika y fiebre amarilla. Ahora bien, ¿cuánto de esto se podría haber evitado? No sé. Hay determinantes climáticos, geográficos y sociales. Difícilmente los pueda evitar una gestión de gobierno. Digo para no echar culpas absurdas, aunque es cierto que en 20222023 hubo un brote de dengue importante y muy poca movilización de recursos para focalizar en las áreas endémicas, bloquear las
bases de vectores, fumigar selectivamente, descacharrear...
-¿Cuánto influyó la campaña electoral?
-Y... en parte fue la campaña electoral. O, más bien, después de la pandemia empezó una etapa de cierta parálisis del Ministerio de Salud y el año pasado no se hizo nada. Ahora bien, ¿en qué medida se podría haber parado este brote que está superando en un 50% el del año pasado? Difícil decirlo.
-¿Cuál es su balance de la gestión actual frente a la crisis sanitaria del dengue?
-El ministro de Salud asumió con esto estallado. A mediados de diciembre se sentaron a mirar cómo venía la mano y no creo que la gestión anterior se las haya hecho fácil. A esto se suma que tardaron en nombrar muchos funcionarios y todavía hay varios por nombrar. Más allá de eso, uno no les puede echar tanta culpa. Sí es cierto que hay un par de funciones que dependen del Ministerio y que son indelegables. Una es que hay que salir a hablar. Una responsabilidad indelegable de la función pública es salir a comunicar, tranquilizar a la gente. Hay que hacerlo. Pienso en el ejemplo de (el ministro de Salud porteño) Fernán Quirós en la pandemia.
-También la ex ministra de Salud Carla Vizzoti lo hizo...
-Sí, y es lo que hay que hacer. La segunda cuestión, que realmente no se entiende, es lo del stock de repelente. Se denunció que no había ya a principios de enero. Pasaron meses y no se lo resolvió. No se entiende cómo no se abrió antes la importación de repelentes, algo que llama la atención siendo este un Gobierno que habla de “libertad y mercado” y asigna recursos según “oferta y demanda”. Lo mismo en cuanto a que los laboratorios nacionales que podrían producir repelente no insumos básicos, como por ejemplo envases. En Brasil y Paraguay la epidemia es mucho mayor y no les falta repelente.
-Algunos de esos laboratorios son de gestión pública, lo que recuerda el problema de que el Gobierno haya efectuado recortes abruptos a la investigación científica y a las universidades. ¿Esas decisiones podrían impactar en el sistema de salud? Si la respuesta es sí, ¿cómo?
-Obviamente. Claro que sí. Si bien es cierto que en Argentina el sistema de salud pública está descentralizado y depende de las provincias o municipios, la realidad es que el Ministerio tiene una responsabilidad fundamental en las políticas nacionales. No puede desentenderse de la promoción del desarrollo en materia de innovación tecnológica y científica. Es una función clave. El ministerio no sólo debe proveer bienes y servicios sino también facilitar las políticas para que la innovación tecnológica llegue a todos por igual. En la práctica, esto implica garantizar que en las provincias del norte la frecuencia de cáncer de cuello de útero, de mama o la enfermedad cardiovascular no sea ocho o diez veces mayor que en las provincias más ricas. La función del Ministerio de Salud de la Nación es indelegable.
-Se lo nota enojado...
-Sí, absolutamente. No es un discurso que sirva. Uno puede encontrar ineficiencias, pero no podemos cuestionar la función del Conicet en materia de ciencia y tecnología. Ya lo dijo (el médico Bernardo)
Houssay cuando ganó el premio Nobel:
“Los países ricos lo son porque dedican dinero al desarrollo científico-tecnológico y los países pobres lo siguen siendo porque no lo hacen. La ciencia no es cara; cara es la ignorancia”.
-Milei dejó en claro que iría por un achicamiento de las áreas sociales y científicas. Hoy, el presupuesto de Salud es el mismo que en 2023, salvo por 38 billones de pesos (14% del presupuesto del año pasado) que acaban de sumar. Usted vivió el rebaje de Ministerio a Secretaría de Salud cuando se quiso dar una señal de austeridad. ¿Hasta qué punto puede funcionar el ministerio con los recursos que tiene hoy?
-El tema es que cuando en el macrismo Salud bajó de Ministerio a Secretaría, no se tocó el presupuesto. Fue una pésima decisión porque fue decorativa. No cambió nada. Si había un objetivo, no se cumplió. Ahora bien, tener el mismo presupuesto nominal, obviamente es un serio problema cuando tuviste más de 200% de inflación. Podés tener una crisis y decir no hay un mango, pero tenés que preguntarte qué vas a priorizar. En salud hay cosas que no podés recortar. Y, en otras, el ejercicio de recorte debe ser meticuloso. No se puede hacer “tabula rasa”, como está pasando.
-Un ejemplo de presupuesto “pisado” es la DADSE, dirección nacional que hace meses no logra garantizar los tratamientos de alto costo de pacientes crónicos sin cobertura. El conflicto se remonta a una denuncia de la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, que congeló la actividad del área, luego de que revisaran auditorías desoídas, que en su momento denunciaron corrupción durante el kirchnerismo y en la gestión de ustedes. ¿Qué responsabilidad tiene la clase política de los últimos 20 años en los tragos amargos de estos días?
-La DADSE estaba en Desarrollo Social y en mi gestión pasó a Salud porque era una caja de corrupción. Nosotros la limpiamos absolutamente. Sin embargo, lo primero que hizo Ginés fue devolverla a Desarrollo Social. Nosotros la habíamos transformado en un área técnica y habíamos liquidado muchos nichos de corrupción.
-Pero igual que muchos funcionarios de estos años, a usted también lo denunciaron por sobreprecios...
-No. Lo que hubo fue una redeterminación de precios. Hacés una licitación para compra de medicamentos y gana uno que cobra 100 pesos, pero todo se sustancia un año después, devaluación mediante. ¿Quién te entrega cuando le decís “ah no, son 100 pesos”. Prefieren no entregarte y pagar la multa. Tuvimos que hacer redeterminaciones de precios para garantizar las entregas de insumos. Ahora bien, con respecto a la clase política de las últimas décadas, te lo respondo con otra pregunta: ¿cuál es la razón por la que Milei tuvo el 56% de apoyo? La crisis y la angustia llevaron la tolerancia a niveles muy altos. La responsabilidad de la clase política es total y en todos los niveles, no sólo en Salud. Es más, diría que es un fenómeno totalmente sistémico.w
Podés tener una crisis y decir que no hay un mango, pero tenés que preguntarte qué vas a priorizar. No se puede hacer ‘tábula rasa’”.