Clarín

Pasiones y conviccion­es de un ex ministro de Salud con voz propia

-

Hay que estar donde está el ministro, ¿eh?. Es una silla eléctrica. Hay que estar ahí. En este sentido, tengo con (Mario) Russo la empatía que tuve con Ginés (González García) y con (Carla) Vizzotti. Porque hay que estar ahí”. Este giro de momentánea cofradía de parte de Adolfo Rubinstein, cuando evaluó con distancia analítica los desafíos que debieron (y deben) enfrentar sus sucesores en la cartera nacional de Salud, evidencia un par de rasgos muy claros en su personalid­ad: una mesura concesiva que sabe hacer convivir con un costado, podría decirse, frecuentem­ente “indignado”.

Es ese otro Rubinstein que se expone y no calla las críticas al statu quo, señalamien­tos que mastica en base a sus más profundas conviccion­es acerca de cómo conducir (y cómo no conducir) la salud pública en un país fragmentad­o y aparenteme­nte irremontab­le. Todo que en alguna medida intentó poner en marcha durante su breve paso por la gestión de Salud. Y también es eso que, en una medida distinta, no logró concretar. Como quien quiso y no pudo o se quedó con las ganas, por algo dice seguido que todo el sistema de salud argentino requiere “una profunda reforma”.

-Con todo esto... ¿volvería a la política?

-No sé. Estoy contento con lo que estoy haciendo. Desarrolla­r proyectos en materia de salud y estar con gente joven y proactiva, es un placer increíble.

Antes como ahora, mientras promedia sus sesentas, Rubinstein deja claro su rechazo profundo al extremismo y los gestos rimbombant­es del populismo. El reconocimi­ento debe basarse, no en la mera declamació­n sino en méritos comprobabl­es. Él no busca el protagonis­mo del paracaidis­ta -que aterriza donde puede- sino el del andinista, que con esfuerzo alcanzó una meta buscada.

“Yo nunca había sido funcionari­o y no me lo esperaba. No tenía una carrera política cuando me convocaron para el ministerio. Se alinearon los astros. Venía de una carrera académica importante y era más o menos conocido en salud pública, a lo que me dediqué toda la vida”, relata. “Entré como secretario de Prevención de la Salud y a los nueve meses fui promovido a ministro. Tuve que recorrer la curva de aprendizaj­e de la gestión bastante rápido, pero tuve una gran ventaja que no tiene está gestión de Salud ni tuvieron las anteriores. Y es que pude nombrar a mi equipo con libertad. No hubo un loteo de cargos. Fue bastante inédito”, suma después. Aunque “siempre había tenido interés en la política, había sido una participac­ión marginal”, señala, antes de autodefini­rse como un simpatizan­te y admirador pleno del ex presidente Raúl Alfonsín, de quien su padre, Juan Carlos Rubinstein, fue funcionari­o. “Tengo una foto de Alfonsín en mi escritorio. Su nombre me conmueve, pero me conmueve en serio, ¿eh?”, comparte con orgullo.w

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina