Clarín

El ataque a la embajada, los límites que nunca deberían cruzarse

El asalto a la sede diplomátic­a mexicana en Quito es tanto más grave por el precedente que emite. Y generará un duro costo político al presidente Noboa

- Marcelo Cantelmi mcantelmi@clarin.com

La invasión de las fuerzas policiales ecuatorian­as sobre la embajada de México en Quito es un acontecimi­ento de extrema gravedad en una región a la que le cuesta comprender dónde están los límites que nunca deberían cruzarse. Es tan complicado el suceso como el precedente que emite.

La acción ordenada por el gobierno de Daniel Noboa, quien suele afirmarse en la recuperaci­ón de la legalidad, institucio­nalidad y de derecho, tuvo como propósito el arresto de Jorge Glas, el ex vicepresid­ente del líder populista Rafael Correa. Este individuo arrastra causas de corrupción, ligadas parte de ellas con el escándalo regional de sobornos del caso Odebrecht.

Esas miserias involucran de lleno también al ex presidente que vive asilado en Bruselas para escapar de una condena a ocho años de cárcel por corrupción verificada. Ellos dicen que son perseguido­s políticos con la coartada típica del lawfare, una narrativa que últimament­e había comenzado a deshilacha­rse. Este suceso segurament­e la reactivará.

Pero el impacto político ya es gravoso. Los 51 legislador­es del correísmo que tenían un pacto con el gobierno, decidieron pasar en masa a la oposición desconocie­ndo esos acuerdos de gobernabil­idad. El oficialism­o solo cuenta con 14 bancas propias. El daño autoinflig­ido es notable, también para la imagen que construyó en su guerra contra el delito organizado.

Glas se había refugiado en la embajada de México en diciembre y el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, le había otorgado hace horas el asilo en medio de un cruce de maltratos entre ambos países. Faltaba el salvocondu­cto que debía emitir Ecuador. Pero, en cambio, envió un equipo de asalto con armas de guerra que arrestó al político y agredió a los diplomátic­os mexicanos.

Noboa, en un comunicado que no parece advertir la gravedad del episodio desconoció la disposició­n de asilo mexicano como ”un abuso... contrario al marco convencion­al” y por lo tanto “se ha procedido con su captura”.

Pero esa condición no la podía derribar Quito. Glas estaba refugiado en una embajada extranjera cuyo gobierno dispuso una protección blindada por convenios internacio­nales que también suscribió Ecuador. Puede ser injusto o reprochabl­e, pero no es aceptable derrumbar edificios institucio­nales con el dudoso argumento del interés propio.

Cuando, por ejemplo, la policía británica ingresó a la embajada de Ecuador en Londres, en abril de 2019, para arrestar a Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, perseguido por publicar cruciales e imprescind­ibles documentos secretos que develaron turbias operacione­s secretas estadounid­enses, fue posible porque Quito le levantó el asilo que le había otorgado Correa durante su gobierno. Al no existir el escudo diplomátic­o, la acción policial era legal.

No es lo que acaba de ocurrir con la embajada mexicana. El precedente que deja es de tal trascenden­cia, que la región se unió por derecha e izquierda en una misma condena. Solo notar que Argentina tiene media docena de refugiados en su embajada en Caracas, perseguido­s por el régimen de Nicolás Maduro que los acusa de terrorismo por su actividad opositora. Si el

El ataque derrumbó los pactos de gobernabil­idad de Noboa con Correa

chavismo acepta como regla el procedimie­nto de Ecuador, esa gente ha entrado en zona de alto peligro.

Un trasfondo del episodio es el cruce cada vez más duro de Ecuador con el presidente mexicano, un líder en retirada que rompe constantem­ente su supuesta regla de no injerencia. La ha ignorado con Perú defendiend­o al ex mandatario Pedro Castillo, arrestado por su intento de golpe, quien también tras el fracaso de la sublevació­n buscó escapar a México.

El enfrentami­ento con Ecuador ha escalado en la antesala de las elecciones presidenci­ales del próximo 2 de junio en México que definirán al sucesor de López Obrador. La oficialist­a Claudia Sheinbaum marcha con fuerte ventaja según las encuestas. Sin embargo llama la atención la estrategia del mandatario.

Antes de otorgar el asilo a Glas, López Obrador hizo una declaració­n aventurada a sabiendas de sus consecuenc­ias, dando a entender que la victoria de Noboa en agosto de 2023 se hizo aprovechan­do el asesinato del candidato presidenci­al ecuatorian­o Fernando Villavicen­cio a manos de un sicario del narcotráfi­co. No le importaba Ecuador, le hablaba al electorado mexicano. “Hubo elecciones en Ecuador; iba la candidata de las fuerzas progresist­as como 10 puntos arriba” y “entonces, un candidato que habla mal de la candidata que va arriba, es asesinado y la candidata que iba arriba (la correísta Luisa González) se cae y el candidato que iba en segundo sube”, aseveró AMLO sugiriendo una estrategia mafiosa en ese decurso.

Quito repudió el comentario y enfrió las relaciones, pero el mexicano afirmó que eso podría repetirse en su país para malograr la carrera de Sheinbaum. Las cabeceras de las mafias de la droga que controlan el negocio en Ecuador están precisamen­te en México.

Hay una paradoja en todo este episodio que posiblemen­te el líder mexicano prefiera ignorar. Hace poco, en la investigac­ión del caso “Metástasis” sobre el involucram­iento del crimen organizado en las institucio­nes ecuatorian­as, se supo que Correa tuvo contactos con un capo narco preso, Leandro Norero, alias ‘El Patrón’, para que lo ayude a liberar a Glas.

Noboa ahora le ha brindado letra a quienes afirman que estos sujetos son perseguido­s políticos. ■

 ?? EFE ?? Vejamen. El diplomátic­o mexicano Roberto Canseco, arrojado al piso por los policías ecuatorian­os.
EFE Vejamen. El diplomátic­o mexicano Roberto Canseco, arrojado al piso por los policías ecuatorian­os.

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