Clarín

Noemí Serantes y la vida sin su gemela

- Marina Zucchi mzucchi@clarin.com

“Déjela partir. Su hermana gemela no se va porque es usted la que la retiene. Háblele y pídale que vaya en paz”, le recomendar­on el 9 de octubre de 2011. Noemí Serantes se acercó a la cama de cuidados paliativos, cómplice como cuando jugaban en la casita natal de Mariano Acosta, y dijo lo que no quería decir: ‘Lili, voy a bajar un minuto. Es momento de que partas, te dejo ir.

Siempre vamos a estar juntas’. Acto seguido, fue a tomar el ascensor y una enfermera la detuvo: ‘Su hermana dejó de respirar’.

Ahora vive metafórica­mente sin un brazo. Se siente fragmentad­a, desde que un cáncer en el mediastino le robó a Liliana.

Liliana había amamantado al primogénit­o de Noemí. Noemí había descubiert­o que su gemela estaba embarazada antes que la propia embarazada. Nacieron con 20 minutos de diferencia y la vida de una se tejió en relación a la otra. Nadie las preparó para “la amputación”.

Dice que esa sensación de extrañeza, de mutilación, sólo puede comprender­la en toda su dimensión un mellizo o un gemelo. Que los demás la palmean, la consuelan sin entender. “Es como andar sin tu diario personal, sin tu historia”, intenta explicar, mientras un hombre pregunta si se trata de Nu o se trata de Eve, “las mellicitas del Nueve”.

Pocos recuerdan en detalle la era “paleozoica de los influencer­s”, época en que “Nu y Eve”, invento de Alejandro Romay anterior al boom Trillizas de oro, era un fenómeno. La dupla era buscada hasta para posar al desnudo. “La revista Penthouse nos había ofrecido, de más grandes, salir como Dios nos trajo al mundo, pero con transparen­cias, y dijimos que no. ¡Nos hubiéramos comprado un departamen­to cada una!”, sonríe Noemí. “No era nuestra forma de ser, así que estuvimos orgullosas”.

En 1966, a los 6 años, se anotaron en el concurso del programa Sábados continuado­s, a pesar de que su madre las veía “muy de campo, sin picardía”. Después de un año de viajes desde su barrio bonaerense hasta el viejo Canal 9, ganaron el certamen entre “millones de pares de mellizos” del país. Fueron una máquina de figurar en cámara las siguientes décadas, pero cientos de registros de sus trabajos se perdieron.

“¿Sabés qué es lo que más me duele? Trabajo desde los siete. A los seis había empezado el concurso, pero no me puedo jubilar. ¡No me pagues desde los 16, pero pagame desde los 18! Hice teatro, cine, televisión y es como si no existiera todo esto”, se indigna. “Ahora me van descontand­o del monotribut­o. A los 70 tal vez me pueda jubilar. Es muy injusto”.

Desde 2012 hasta 2023 no celebró su cumpleaños, que era “el cumpleaños” de su “otro yo”. Recién en febrero, empujada por su hija Melody, reunió a sus primos y pudo levantar la copa por esa que fue “a dúo” y por la que es en solitario.

Las “Nu y Eve” nacieron el 6 de febrero de 1960 en el Hospital de Marcos Paz. Su madre no sabía que eran dos, por lo que

Con Liliana, formó la dupla “Nu y Eve” y trabajaron 50 años. La hermana murió en 2011. Vivir sin ella es “como andar sin tu historia, amputada”, afirma.

después de parir a Liliana Beatriz a las 17.40, escuchó al médico decir: “Viene otra bebé”. Noemí Nélida llegó a las 18. Una pesó 2,600 kg, la otra 50 gramos más. La familia se agrandó más tarde con otras dos niñas.

A los cinco, a Liliana le descubrier­on una protuberan­cia del lado izquierdo de la ingle. Al otro día, hubo el mismo diagnóstic­o para Noemí, hernia. “Nos operaron juntas. Eso es ser gemelo”, deduce Serantes. “Liliana estaba embarazada del primer hijo y yo se lo anticipé cuando ella todavía menstruaba. Lili me hacía el chiste: ‘¿Sentís ganas de vomitar?’. No me preguntes cómo, pero sabía”.

Estudiaban baile español cuando la profesora

animó a la madre a que las llevara a la televisión. A veces el tío Bernardo las alcanzaba hasta Canal 9 en un rastrojero. Pero el gran sacrificio era el viaje de más de tres horas en transporte público. Para llegar tomaban un colectivo hasta Merlo, después el tren Sarmiento hasta Once, más tarde el colectivo 118 (o el 41) y el tramo final era una caminata de seis cuadras.

Bajo el slogan “Las presentado­ras más pequeñas del país”, sus caras fascinaban hasta a los países limítrofes. Llegaron a participar de un circo televisado. Además, acompañaro­n al pequeño Ricardo Darín en La pandilla del tranvía.

Con la fama, también llegaron contratiem­pos. En la despensa familiar de Mariano Acosta los vecinos dejaban de comprarles. “Pueblo chico, infierno grande”. Cambios de colegios de a media docena, mudanza a Palermo para vivir “seis en un dos ambientes”... Doña Serantes, la madre, se valió de un consejo que le dio Hugo del Carril en medio de un rodaje. “Usted acompáñela­s a todos lados. No les ponga representa­nte y esté siempre con ellas”.

El casamiento de ambas llegó en 1982. Las revistas cubrían el acontecimi­ento con cinco, seis páginas. “Como los maridos eran amigos, el marido de Lili propuso una boda de cuatro para ahorrarnos fiesta,

pero yo no quería que un día tan especial fuera un circo, así que ellos se casaron en abril y yo en septiembre, como para darle tiempo a la familia a juntar un poco de plata”, detalla. Para entonces, una se fue a vivir a Olivos y la otra, a Villa Urquiza. A Liliana la contrataro­n productore­s puertorriq­ueños para una telenovela y en un “acuerdo secreto” ante otra convocator­ia laboral “exclusiva” para Liliana, Noemí se hizo pasar por ella. Figuraba en los créditos con el nombre de su hermana.

-Aprovechan­do que eran idénticas: ¿Se hacían pasar una por otra en distintas situacione­s?

-Sí, con los muchachos. Nos gustaban los mismos. En un boliche, Lili me decía “me parece que Carlitos se me va a tirar”. Entonces íbamos al baño, yo me ponía su ropa y cuando Carlitos quería tirarse, yo que era la de mayor carácter le decía “No”. Y la secundaria la hicimos mitad cada una.

-¿Cómo es eso?

-Estudiábam­os una materia cada una. Cursábamos de noche, por el noticiero. La de Historia llamaba a Liliana en una hora y a la otra hora sabíamos que me iba a llamar a mí. Rendía la misma.

-¿Y en situacione­s laborales?

-Yo era mejor para la comedia y ella, para el drama. Los directores nos conocían. Alguna vez ensayé por ella una novela y ella iba a grabar y nadie se daba cuenta.

-¿Cómo es eso de que ella llegó a amamantar a tu hijo?

-Apenas nació mi primer hijo, me salió la telenovela Tramposa. Grababa en Olivos y no llegaba. Le dejaba mi hijo a Lili y ella le daba de mamar después de darle al suyo. Hermoso. Nos poníamos de acuerdo para quedar embarazada­s. Nuestros maridos no lo sabían.

- ¿Para quedar embarazada­s juntas?

-¡No! Nos turnábamos para que una siempre estuviera disponible para trabajar.

En 50 años de carrera presentaro­n o acompañaro­n a Nino Bravo, a Camilo Sesto, a José Luis Perales. “Hasta estuvimos con Perón”, suma Noemí. Maradona. El Papa Francisco.

Después de perder a su gemela primero y a su padre, Noemí enviudó. “Salí por mis tres hijos, pero el cuerpo pasó factura. La pasé muy mal”, dice antes de conducir su programa Escenarios, por On Radio.

-¿Hiciste terapia tras la muerte de tu hermana?

-Debería, pero no. Mi hija me insiste. Nunca en mi vida hice. Pasaron doce años y el otro día me desperté y los ojos me ardían. Estaba llena de lágrimas.

-¿Por qué esa angustia?

-Era como que Lili estaba conmigo. La sentía y le dije: “Sos una guacha, me dejaste sola”. Hubiera preferido enfermarme yo. ■

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Idénticas. Nacieron con 20 minutos de diferencia. Se reemplazab­an sin que se notara.
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Hoy. Noemí siente que la olvidaron. “Trabajo desde los 7 y no me puedo jubilar”, cuenta.

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