Clarín

Golpes al asilo político: cuando la SIDE asaltó la embajada de Haití

Nuestro país registra un caso de notoria vecindad con el ultraje de Ecuador a México. Un oscuro antecedent­e ocurrido en junio de 1956.

- Osvaldo Pepe Periodista

La escandalos­a detención de Jorge Glas, ex vicepresid­ente ecuatorian­o de Rafael Correa, dispuesta por Daniel Noboa, jefe de Estado de Ecuador, ocurrida en la embajada de México en Quito, ha sido noticia de primera plana en los diarios más relevantes del mundo. Glas está acusado de verificabl­es casos de corrupción, pero eso no remueve su status de asilado político. Las imágenes impresiona­n y retrotraen la política a épocas prosaicas de la convivenci­a entre naciones. El caso, que México denuncia por estas horas ante la Corte Internacio­nal de Justicia, trajo como inmediata consecuenc­ia la ruptura de relaciones entre el país azteca y Ecuador, además de un estado de alerta máximo em la región, sobre todo para evitar alineamien­tos automático­s por cuestiones meramente ideológica­s fundadas en razones políticas antes que en las normas de la diplomacia y el derecho internacio­nal público.

En su largo historial de transgresi­ones institucio­nales, Argentina registra en los años 50 un episodio perturbado­r, de notoria vecindad con el reciente ultraje de Ecuador a México. Quizás peor. Sucedió durante el alzamiento militar de junio de 1956 de un grupo de generales, coroneles y civiles peronistas contra los dictadores de la Revolución Libertador­a, movimiento insurrecci­onal que había derrocado a Perón en septiembre de 1955. En su obra “Ejército y Política en Argentina 1945-1962”, el historiado­r Robert Potash sostiene: “Al adoptar sus duras políticas antiperoni­stas, el gobierno de Aramburu debió tomar en cuenta la posibilida­d de la violencia contrarrev­olucionari­a”. No lo hizo y luego reprimió con una inusual dureza y sentido revanchist­a. Potash destaca como “figura prominente de los intentos de conspiraci­ón” a los generales Juan José Valle y el general Raúl Tanco. Valle había sido condiscípu­lo de Pedro Eugenio Aramburu en el Colegio Militar de la Nación y también uno de los generales que negoció con los golpistas del 55 las condicione­s para el desalojo de Perón del poder, una vez que el jefe peronista hizo saber que no presentarí­a combate.

Efectivame­nte, el 9 de junio de 1956, Valle y Tanco resultaría­n la cabeza visible de la insubordin­ación llamada “Movimiento de Recuperaci­ón Nacional”, que se alzaría en armas contra los dictadores Aramburu y Rojas. En el exilio, Perón no había bendecido la arriesgada movida y tampoco la avalaría luego de fracasada, pero nunca podría evitar que la misma se adentrara en el mito del martirolog­io peronista, sobre todo por los pedidos de clemencia que Aramburu desoiría para no aplicarles a los capturados la Ley Marcial (pena de muerte de acuerdo al Código de Justicia Militar). Con esa herramient­a jurídica serían ejecutados el general Juan José Valle, el coronel Oscar Cogorno, y otros 15 oficiales y alrededor de 18 civiles, todos fusilados y masacrados en distintos lugares del país.

En su obra “Historia Argentina/Homenaje a José María Rosa (Tomo XV)”, el historiado­r y militante peronista Fermín Chávez, en colaboraci­ón con Juan Cantoni, Enrique Manson y Jorge Sulé, se preguntarí­a en la crónica de los hechos “¿dónde estaba Tanco?”, el otro general a la cabeza de la rebelión nacionalis­ta, de quien no se tenían noticias en los días siguientes al 9 de junio ni hasta el 12, día de la ejecución de Valle. El mismo Chávez daría la respuesta: “El general Tanco y algunos otros alcanzan a refugiarse en la embajada de Haití. De allí fueron sacados por un grupo encabezado por el jefe de la SIDE, general Quaranta, que no se decide

Se habían alzado los generales peronistas Valle y Tanco.

a fusilarlos en plena calle porque el público circula y molesta”.

El general Tanco se presentarí­a en la embajada de Haití el 14 de junio, con el golpe definitiva­mente aplastado y Valle ya fusilado, y pediría asilo político. Algunas crónicas señalan que ya estaban allí los coroneles Ricardo González y Agustín Digier, el capitán Néstor Bruno y el suboficial Andrés López. Habrían sido alojados en el anexo de la residencia del embajador haitiano, Jean Francoise Brierre, quien en persona notificarí­a al gobierno argentino en el poder que el asilo estaba otorgado.

Aquel día tendría lugar el bochornoso episodio que protagoniz­ó el entonces jefe de la SIDE, general Juan Constantin­o Quaranta, quien al frente de un grupo comando rodeó la residencia con varios autos y ordenó a sus subordinad­os tomarla por asalto, un antecedent­e perfecto del escándalo de la embajada mexicana en Quito, pero con el sello del golpismo argentino de los años 50.

De los autos bajaron unas veinte personas empuñando pistolas y metralleta­s. Desarmaron al custodio de la residencia y se metieron en la sede diplomátic­a. Hicieron trizas todo protocolo diplomátic­o. En medio de golpes, gritos y amenazas a la esposa del embajador y su empleada, secuestrar­on a los asilados.

Una fuente recordó a Clarín que Quaranta, el jefe de la Inteligenc­ia, sólo detuvo su decisión de fusilar a los secuestrad­os en la embajada haitiana ante una orden directa del presidente de facto, quien habría decidido poner freno a las ejecucione­s, una vez segada la vida de Valle. Aramburu habría tomado la decisión tras evaluar la situación en la Junta Militar (integrada por él mismo, el vicepresid­ente Rojas y los jefes de las tres Fuerzas) y la Junta Consultiva, organismo integrado por políticos de la UCR, el Partido Socialista, el Partido Demócrata Nacional, el Demócrata Progresist­a y el Demócrata Cristiano. Transforma­r los fusilamien­tos por una revuelta interna en un bochorno diplomátic­o de rumbo imprevisib­le, como el que hoy sacude a Ecuador, no hubiese sido recomendab­le para los militares del 55.

La abogada y defensora de los derechos humanos Alicia Oliveira, ya fallecida, dejaría testimonio de aquella jornada oprobiosa. Esto contaría: *“Al mando de este grupo conocido como ‘comandos civiles revolucion­arios’ se encontraba el general Quaranta, quien estaba en actividad y era jefe del Servicio de Inteligenc­ia del Estado. A medida que los sacaban de la casa (a los asilados peronistas) los iban colocando contra la pared, mientras los comandos civiles aprestaban sus armas para ejecutarlo­s en el lugar.”

“Lo que impidió que siguieran fue que la mujer del embajador salió a la calle y a los gritos pidió ayuda a los vecinos, que salieron de sus casas. Advertido de que habría demasiados testigos para cometer un asesinato, Quaranta detuvo un colectivo que pasaba, hizo descender a los pasajeros y subió a los secuestrad­os. De allí se encaminó al Primer Cuerpo de Ejército. Al llegar al lugar los apresados fueron identifica­dos y se les retiraron sus efectos personales, colocados en sobres. El de Tanco decía: “Pertenenci­as del que en vida fuera el general Tanco”.

Además, la señora del embajador, Therese Brierre, rápida de reflejos, denunciarí­a de inmediato el hecho a las agencias de noticias internacio­nales y a la vez se comunicaba con la Cancillerí­a de su país. Cuando el embajador haitiano regresó a la sede diplomátic­a encabezó un enérgico reclamo ante la Cancillerí­a argentina y reclamó la restitució­n de los secuestrad­os a la embajada bajo su mando. No habían sido secuestrad­os en Argentina, sino en ese pedacito de suelo haitiano. En su libro “Mártires y Verdugos”, sobre los fusilamien­tos del 56, Salvador Ferla, historiado­r italiano nacionaliz­ado argentino, diría: “No porque Haití sea una nación pequeña va a permitir semejante atropello. Por el contrario, los pequeños países deben ser respetados escrupulos­amente porque son pequeños.” El general Tanco, semanas más tarde, pudo negociar la salida del país y se asiló en Venezuela. Regresaría al país en 1964, logró que se le restituyan su grado militar, hasta su muerte, ocurrida en 1977.

Los hilos invisibles (o no tanto) de la historia a veces se menean en soledad y adquieren cierto simbolismo autónomo.

El viernes 5 de abril, la Argentina concedió asilo político a seis dirigentes cercanos a Corina Machado, la candidata venezolana proscripta por la autocracia de Nicolás Maduro. Sesenta y ocho años antes, en junio de 1956, el general nacionalis­ta Raúl Tanco se asilaba en Venezuela luego de su fallida asonada para reponer al peronismo en el poder, con o sin Perón.

El viernes 5 de abril, fuerzas policiales ecuatorian­as violaron el asilo político concedido por México en su embajada en Quito al ex vicepresid­ente Jorge Glas. Sesenta y ocho años antes, en junio de 1956, un comando paraestata­l argentino, violaba la inmunidad diplomátic­a y el derecho de asilo de un grupo de oficiales peronistas, protegidos en la embajada de Haití en Buenos Aires. La tan citada profecía marxista, aquella que enseña que “la historia se repite dos veces, una como tragedia y la otra como farsa”, repiquetea otra vez como si se tratase de la alegoría del “eterno retorno”. ■

 ?? ?? Nacionalis­ta. El general Tanco, quien se refugió en la embajada de Haití. Luego se asiló en Venezuela.
Nacionalis­ta. El general Tanco, quien se refugió en la embajada de Haití. Luego se asiló en Venezuela.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina