El nadador patagónico que cruzó el Río de la Plata e hizo historia
Nacido en Santa Cruz, Matías Díaz Hernández cumplió su proeza en menos de 9 horas y batió el récord de esta travesía. Los obstáculos que debió superar.
Los récords están para romperse. Ocho horas, 51 minutos y 46 segundos le tomó a Matías Díaz Hernández, santacruceño de 28 años, cruzar el río más ancho del mundo, el Río de la Plata. Más de 40 kilómetros de brazadas de crol y de espalda, guardando lo mejor para el final, le dieron el récord del cruce más rápido de todos, a cien años del primero que se hizo cronometrado. Díaz Hernández cuenta a Clarín la gesta de su hazaña y los desafíos en los que se embarcará.
En la intimidad de su casa, luego de la segunda de dos sesiones de entrenamiento en el CeNARD, el nadador está exultante por el logro que consiguió, una verdadera proeza, pero hay una “pelusita” en la impecabilidad de su logro, pequeña espina que sólo él conoce.
La mañana del sábado 16 de marzo, cuando eran las 6.35 en Colonia del Sacramento, Uruguay, se lanzó al agua con la sola meta de llegar a Punta Lara, partido en Ensenada, en la provincia de Buenos Aires. A su lado, dos pequeñas embarcaciones lo apoyaban: en una iba el equipo médico de emergencia, en otra su equipo de apoyo afectivo. Delante de él, un pequeño velero marcaba el rumbo y, lo más importante, fiscalizaba el tiempo transcurrido.
Cuando Matías se lanzó al Río de la Plata sabía que había dos contrincantes difíciles de vencer: el tiempo y él mismo. “Durante las primeras tres horas no me sentí tan cómodo: me costó adaptarme a las correntadas y me dolía la panza. Sin embargo lo sobrellevé y nadé sin dar mi máximo esfuerzo, para guardar lo mejor para el final. A pesar de eso, los primeros 20 kilómetros los superé en un buen tiempo: 3 horas y 55 minutos”.
Esa marca sería impensada para nadadores de otras épocas que hicieron el cruce. Lilian Harrison fue la primera nadadora en cruzar el Río de la Plata exitosamente a sus 19 años, en 1923, en 24 horas y 19 minutos para los 48 kilómetros. Después, los cruces fueron más cortos en tiempo. El último récord lo ostentaba el argentino Damián Blaum, que en 2018 completó la travesía en 9 horas y 9 minutos.
“La mitad de la carrera es mental porque requiere gran concentración. Con mi psicóloga traté la
Lilian Harrison cuzó el Río de la Plata por primera vez en 1923.
cuestión de no relajarse: al no haber rivales que ejerzan cierta presión es difícil encontrar la motivación en cada brazada, constantemente”, explica Díaz Hernández.
Empezó a nadar a los 4 años por iniciativa de su padre, ya que, como la familia solía ir de vacaciones a balnearios, quería que Matías tuviera conocimientos de nado y pudiera defenderse en el agua ante cualquier eventualidad. Los entrenamientos en el club Hispano Americano de Río Gallegos eran rutina antes y después del colegio, que siempre fue doble turno. Hasta los 15 años competía localmente, en torneos provinciales patagónicos y en alguno que otro en Punta Arenas, Chile. Cuenta que piensa que le tomó un tiempo extra pegar el estirón y tener físico de nadador.
El otro componente importante, además del físico, es el mental y sitúa cuándo hizo el click. “Cuando tenía 16 años llegó a Río Gallegos Alejandro Amuchástegui, un entrenador que nos cambió la mentalidad a varios nadadores, nos entrenó a nivel profesional y nos proyectó al circuito competitivo nacional. Al poco tiempo fui campeón en competencias nacionales”.
A los 18 años, Matías decidió que quería estudiar Kinesiología y Fisiatría, una carrera que en su provincia no se dicta. Para ello se mudó a Buenos Aires y se matriculó en la Universidad del Salvador. Los entrenamientos comenzaron a ser en el CeNARD, es decir, propios de un deportista de alto rendimiento.
Díaz Hernández comenzó a entrenar bajo la tutela de nadadores olímpicos de la talla de Alberto Santiago, Juan Martín Pereyra y la campeona mundial Esther Núñez. También afrontó competencias cada vez más exigentes. En medio estudió y aún ejerce como kinesiólogo particular. Pero tiene la dicha, considera, de poder mantenerse como nadador profesional.
Subió la exigencia de las competencias y los entrenamientos. Las citas nacionales en las que competía y salía campeón, como las de 400 o 1.500 metros estilo libre, abrieron paso a desafíos internacionales, fundamentalmente en aguas abiertas. La primera travesía fue Santa Fe-Coronda en 2017. Clasificó a fines del año anterior. Salió decimocuarto o decimoquinto, no recuerda bien, pero no se amilanó e ingresó en el Campeonato Mundial de Aguas Abiertas. Primera escala, Macedonia; segunda, en Italia, el circuito Capri-Nápoles. Los resultados no fueron los mejores ni en la clasificación en Canadá y no fue admitido.
Años después compitió en las mismas carreras y probó otra vez en Canadá, donde volvieron a rechazarlo. Se desquitó la tercera vez, en 2019, donde clasificó y fue tercero en el circuito del país norteamericano, uno de los más exigentes. En 2022 venció en el Lago Ohrid de Macedonia. Todo lo hizo a pulmón, golpeando puertas de municipalidades, gobernaciones e instituciones para conseguir apoyo y poder participar de competencias.
Alejandro Amuchástegui, ex entrenador de Díaz Hernández, valora su tenacidad. “Cuando no le fue como esperaba redobló el esfuerzo y su capacidad de trabajo. Cuando entrenaba en Buenos Aires, ya como deportista de alto rendimiento, sus resultados fueron sobresalientes, mientras estudiaba o trabajaba. De chico no le gustaban tanto las aguas abiertas y ahora se destaca en ellas”.
El hombre récord comenta acerca de la segunda parte del cruce: “fue paradójica. Mi plan fue transitar la travesía de manera progresiva y dejar lo mejor para el final, y le mandé con todo durante la segunda mitad. Sin embargo, a pesar de ese plus, tardé algo más de lo que pensé que iba a tardar”.
¿Qué dificultades encontraste?
Además de las correntadas, a las cuales me llevó un rato adaptarme, el agua estaba algo sucia por las tormentas que hubo, y tuve que esquivar muchos camalotes, troncos y ramas. También uno batalla contra su propio aburrimiento.
¿Aburrimiento?
Son muchas horas de nado ininterrumpido y la cabeza juega un rol importante. Lo mejor para nadar es tener la mente en blanco y que los movimientos sean constantes y mecánicos, fruto de la concentración. Pero en ese tiempo cuesta un poco tener la mente en blanco.
¿Y qué cosas suelen aflorar en la mente en situaciones así? ¿en qué pensás cuando nadás?
Los pensamientos vienen solos. Suelen ser sobre soluciones a situaciones cotidianas. Por ejemplo, cuando estudiaba me acordaba de un detalle de algo leido días antes. En otros momentos me acuerdo de cosas o personas de mi entorno.w